Morro fino
El 'bluesman' inglés supera barreras generacionales y acústicas y encandila al público segoviano
CÉSAR BLANCO
Sábado, 18 de julio 2009, 03:14
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Hacía no sé cuánto tiempo que no veía a Juanma. Por ahí apareció, entre el maremágnum de cabezas, brazos y codos que se hacían sitio en la barra del hotel Santana. Mientras nos saludábamos, la mesa de sonido pinchaba a los Rolling y los Beatles para amenizar la formidable expectación por ver a John Mayall subido a un escenario segoviano. Se barruntaba ya de qué iba la noche del jueves y que nostalgia, al menos musical, no iba a faltar.
Juanma, ante todo, ama la música y sobre todo la guitarra. Todos los días intenta arañar un resquicio a su apretada agenda familiar y laboral para no perder el 'feeling' con las seis cuerdas. Cuántas veces habremos hecho tertulia... él defendiendo los sonidos de los sesenta y setenta, convenciéndome de que muchos de los grupos que enarbolo ahora bebieron de aquellos ritmos primitivos del blues, del jazz y del rock. En sus discursos con los que Juanma me rebatía durante los inofensivos duelos musicales de generaciones y estilos hablaba de Clapton, Berry, Hooker, King, Benson, Blackmore... y Mayall. Artistas imperecederos, cuya figura hace tiempo que perdió la fecha de caducidad.
La expectación por ver al que en su día fuera bautizado como el padre del blues blanco era inusitada, y más aún un 16 de julio en Segovia. Rara vez se conjugan tantas y tan variadas generaciones en un acontecimiento cultural y John Mayall lo logró. Parece que cada acto ha de tener una etiqueta, un uniforme identificativo dentro de la prole, un estilismo diferenciador que diga 'aquí estoy yo'. Pues no. la noche del jueves, entre las setecientas u ochocientas personas que abarrotaron y caldearon la sala de conciertos-discoteca del hotel Santana hasta casi el vahído había de todo: desde camisetas con la lengua de los Rolling hasta polos del cocodrilo; desde vaqueros roídos o bermudas piscineros a los clásicos lonetas de pinzas o tradicionales pantalones más conjuntables con un traje que con las incontables camisas informales de manga corta que se vieron. Pero es que lo de menos es la indumentaria o la apariencia cuando sobre el escenario hay una leyenda viva de la música.
Hace falta valor para ponerse de nuevo en carretera con 75 años y un repertorio basado en casi su totalidad en la década de los 60. Tiene mucho mérito y mucha mili encima John Mayall, que irrumpió por sorpresa sin la actuación previa de Alain Giroux, programado como telonero. «¡Ladies and gentlemen, Mr. John Mayall!», resonó en el recinto. Y el artista apareció sobre el escenario con su aspecto 'hippy', su perilla canosa y su cabellera blanca recogida con una coleta. Inició el espectáculo con un solo de armónica, de la que no se separó durante casi todo el recital.
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