DOLORES ALONSO
Viernes, 24 de abril 2009, 03:48
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Además de las gemelas norteamericanas que cada tarde se patean Valladolid de oeste a este; del jubilado que madruga más que la luz y que hace malabarismos con su bastón mientras camina; y de las marujas de las Delicias, que cada mañana patrullan en grupos la Avenida de Segovia, ronda Este y carretera de Soria, estos días me cruzo en la bici con una legión de vecinos que se han lanzado a la calle animados por el buen tiempo, y que llenan bares, parques, paseos y salas de exposiciones.
En la Sala de Las Francesas, Carolina de Mónaco les recibe con aire distraído, semioculta en la penumbra, la mirada perdida en el horizonte y las manos cruzadas a la espalda. Los veteranos aficionados al cine piensan que es su madre, Grace Kelly, protagonista de 'La ventana indiscreta'. Pero un rayo de luz va descubriendo poco a poco sus rasgos, en un juego magistralmente manejado por Robert Wilson. Algo parecido ocurre con esta ciudad. A veces, la luz destaca los logros (arreglo de calles, recuperación márgenes del río, premios de investigación, o vida cultural de primer orden) y en otras ocasiones da relieve a las sombras, como el poblado de chabolas de La Florida, recordando la continua necesidad de ajustar los engranajes, como hace Fernando Blanco con el reloj del Ayuntamiento.
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