Un detalle traidor
Un grave error de Justo Villar le da la victoria a un Racing que se limitó a defenderse Segunda derrota consecutiva del Valladolid en la Liga
A. G. ENCINAS
Lunes, 5 de enero 2009, 10:23
Hay partidos que salen con el 0-0 grabado a fuego, y sólo un toque de azar o un error pueden cambiar eso. El de ayer era de ésos. Al Real Valladolid no le salían las cosas ante un rival ordenado, y al Racing le bastaba con hacer lo que se preveía con sus tres hombres de ataque en escena. Balones a Zigic, directos al techo de sus 2,02, y Jonathan Pereira y Munitis a la caza del balón rebañado por el gigante. Poco más. En media hora de juego, ni un tiro a puerta.
Con dos equipos que juegan a presionar al rival, el resultado era de esperar. Un partido pastoso, embarullado, con poco sitio para el pase y muchas tentaciones para meter 'melones' arriba. Y en esa faceta gana el Racing con su engañosa media de altura. Porque Munitis y Jonathan Pereira merman la estatura de un once inicial que cuenta con un elenco de tallos destacable. César Navas, Garay, Zigic, Marcano, Valera... Así que la consigna de López Muñiz, como si fuera una reedición de los mejores momentos de Maguregui, fue sencilla. Ahora tenemos a Zigic, que nos lo han traído los Reyes nuevecito, a estrenar después de año y medio de descanso activo en Valencia, así que ya sabéis, chicos, cuando veáis un balón cerca se lo mandáis por vía aérea y que sea lo que Dios quiera. Y dicho y hecho. ¿Y en defensa? Pues todos arrimaditos y concentrados, sin perder el sitio.
La apuesta, rácana hasta aburrir, derivó en una jugada de gol y en un gol. Porque el gol no fue siquiera producto de una jugada propia, sino de un fallo del rival. Y sólo con eso se llevó por delante todos los intentos del Real Valladolid por ponerle cordura al partido. No lo logró en la primera parte, eso es cierto. Tropezó en los nervios de Borja, en su falta de conexión con el resto del equipo, y en su poca construcción de juego. No había por dónde construirlo, eso sí. El Racing no dejaba huecos. Mehdi Lacen y Luccin, dos obreros cualificados, se desgastaban para robar y enviar a Zigic. Munitis ha pasado a ser un secundario aprovechable del gigantón serbio. Y otra vez el Valladolid a empezar desde muy atrás, sin posibilidad de sorpresa y sin lograr que el centro del campo funcionara.
La 'tosta' de unos y el fútbol machacón y plomizo de otros hizo que el primer tiro a puerta de cada equipo fuera a balón parado. El del Valladolid, en el minuto 30. El del Racing, en el 44. Esta vez sólo uno de los dos equipos podía hacer daño en centros a balón parado. Y no era el Valladolid. Enfrente había una muralla de antiaéreos que abortaba cualquier centro. Y al revés. Los Garay, Navas, Zigic y compañía crean muchas incertidumbres en las zagas rivales a la hora de defender un córner o una falta lateral. En una de ellas, en el 44, el Valladolid hizo otra vez su famosa, repetitiva y archiconocida táctica de tirar el fuera de juego. Y Marcano la estrelló en el poste. Acabó la cosa en fuera de juego, pero de Zigic. Si la de Marcano hubiera entrado, de nuevo habría salido mal. Igual que en Soria.
Mejoría y mazazo
Como si el susto les hubiera despertado, los blanquivioletas salieron tras el descanso mucho más sueltos. Se zafaron de ese pegajoso Racing, en el que desaparecieron Luccin y Lacen, y comenzaron a construir un juego mejor y con más llegada. Un tiro de Sesma, otro de Álvaro Rubio, otra ocasión de Sesma... Y presencia en el área rival. Mucha y con sensación de poder hacer daño en cualquier momento. Del Racing no se sabía nada.
Fue entonces cuando llegó el batacazo padre. El chasco descomunal. La cantada de Justo Villar. Mala suerte para el paraguayo. En tres partidos de titular se ha llevado ocho golitos. En muchos no tuvo culpa, pero este se lo puede anotar en la cuenta. Era un centro flojo, mal dirigido y con destino a sus guantes. Salió a cogerla, no con los puños como había hecho antes media docena de veces con acierto, y ni la rozó. Le cayó a Zigic. La paró y la metió.
Ahí estaba el detalle. El error tonto que destroza un 0-0 predestinado desde el inicio. La fortuna de unos y la desgracia de otros. Ese balón colgado, ese rechace, ese pelotazo mal pegado que te hace empezar el 2009 con mal estómago y dolor de cabeza.
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