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RELATOS VIVIDOS

Con Raúl del Pozo

EDUARDO MARTÍNEZ RICO

Miércoles, 24 de diciembre 2008, 02:07

R AÚL del Pozo es uno de los padres que tengo yo en este oficio. Pero más que maestro es amigo. No sé si les pasará lo mismo a otros escritores jóvenes, pero yo tengo un grupo de amigos-maestros que tienen más o menos la edad de mis padres. En él estaba Umbral, que ya murió, y están ahora y desde hace años Vázquez-Figueroa, Antonio Prieto, Luis Alberto de Cuenca, Olaizola, Sánchez Vidal, Raúl del Pozo.

Esto de los maestros es un tema conflictivo, porque si los tienes y los reconoces tienes que citarlos. Como yo tengo muchos, pues soy una persona a la que le gusta mucho aprender, tengo un problema. Entre mis maestros están los escolares, los universitarios y los escritores. Les prometo una columna sobre esto.

Yo creo que Raúl del Pozo me ha enseñado más de la vida, y de cómo conducirme por ella, que literatura. Conozco sus pasiones literarias, que poco a poco voy rastreando y haciéndolas mías, como Los doce Césares de Suetonio o las biografías de Hernando del Pulgar, que me fueron muy útiles para escribir una novela. Admiro su capacidad para dar juicios sintéticos, brillantes y polémicos, y me gusta leer sus columnas en 'El Mundo', con ese título tan fabuloso de 'El ruido de la calle'. Pero yo lo valoro sobre todo como amigo, porque me ha ayudado, como a mucha gente, y porque veo que es un sabio vital, es decir, más de vida que de erudición. Raúl es un pícaro; una vez se lo dije, y en lugar de regañarme -los maestros regañan mucho-, me dijo que sí, que eso es lo que era.

A Raúl le gusta mucho estar con los jóvenes, con los que estamos haciendo cosas nuevas en la literatura y en el periodismo. En esto demuestra de nuevo su inteligencia; Raúl aprende mucho de los demás, aunque le gusta elegir las personas de las que aprende, y sobre todo de los jóvenes, porque debe de pensar que para ideas maduras ya están las suyas. Tengo la intuición de que piensa que hay dos fuentes muy importantes en su literatura y visión del mundo: el Siglo de Oro y la juventud, los escritores jóvenes amigos suyos. Pero es una apreciación mía personal; no tiene por qué ser cierta. Lo que sí puedo decir es que no conozco a ningún escritor que nos valore tanto a los jóvenes escritores como él.

Raúl es ambiguo y contradictorio. Es como un pez grande y bueno, resbaladizo pero con peso, contundente. Es un producto del pueblo, pero yo creo que lamenta que no sea más letrado. Y el pueblo no sólo son los que podemos imaginar: en mi idea el pueblo somos todos, desde el albañil al gran empresario, o presidente del Gobierno. Pero Raúl es un hombre auténtico que siempre está pendiente de lo que ocurre a su alrededor. No le gustan las aglomeraciones urbanas, le gusta la buena carne y el arroz bien hecho... fuma los cigarrillos contados y adora el whisky, aunque me acaba de contar que ya no bebe.

Raúl ya casi no escribe libros porque dice que no es un monje, y que no le gusta encerrarse en su casa día y noche para escribir. Ahora está muy liado y quedamos menos, porque Raúl, desde que escribe en la última de 'El Mundo', es una estrella, pero de vez en cuando aún comemos con el también escritor y periodista Javier Esteban, en 'Las Paellas', para hablar, mucho, de literatura, de periodismo y de política; y también de mujeres, que no sólo de literatura vive el hombre.

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