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PATRICIA GONZÁLEZ
Viernes, 5 de septiembre 2008, 02:59
«Espectacular» o «sobresaliente de nota» fueron algunas de las calificaciones que dieron ayer algunos de los miles y miles de espectadores asistentes al segundo encierro tradicional al estilo de la villa de las Fiestas y Ferias de San Antolín 2008. La calificación fue compartida por el caporal, David Blanco Balmaseda, quien aseveró que «este es uno de los mejores encierros de los últimos años», tal es así que en el preciso momento en el que las reses se encaminaban hacía el recorrido urbano, la multitud agolpada en el atalancado de madera aplaudió calurosamente tras que los seis toros de la ganadería de Valdegalindo con sus respectivos 10 bueyes, quienes moraban el los corrales del pago del Chucho desde la una de la madrugada de ayer, encaminaran sus pasos hacía la calle Logroño.
Más largo que el primero de los encierros, a las 10.30 horas de la mañana, finalizaba el segundo espectáculo taurino en las calles de la localidad, que no registró ningún incidente de importancia, salvo la rotura de dos vigas de madera ubicadas en la zona del embudo que se vencieron debido al peso tan elevado que soportaban y propinando así una ligera y leve caída a los vecinos y foráneos aposentados en ellas. Asimismo, una moto sin matrícula se abalanzó sobre uno de los coches de Protección Civil a la altura de los corrales.
El trayecto campero del encierro fue cubiern en menos de una hora por unas reses agrupadas en todo momento en una manada compacta. A pocos minutos de las 10.20 horas, tuvo lugar el arreo final dirigido por los caballistas autorizados y que portaban unos chalecos fluorescentes, una novedad respecto al primer encierro en el que se produjeron varios imprudencias penadas con multas de hasta 1.000 euros.
Los jinetes ayudaron a conducir las reses por el embudo, el punto más complicado del desarrollo de este espectáculo taurino. Así, los toros hermanados, bravos y con los pitones más grandes de los jaboneros del día 2 de septiembre entraban por la calle Logroño dirección al coso del Arrabal, donde el último de los astados tras hacerse el remolón por la avenida Portugal hacía acto de presencia a las 10.30 dándose así por finalizado el segundo de los cinco encierros al estilo de la villa.
Disfrazados de guardias
La nota de humor durante este espectáculo popular que llenó la mañana medinense la pusieron tres vecinos de la localidad disfrazados de guardias civiles, quienes subidos en sus respectivas bicicletas, se acercaron hasta las tierras desde donde se divisa la llegada del encierro y le aseveraron al alcalde que «no se preocupe por nada que todo está controlado», quizás este guiño estuvo provocado por la polémica que surgió a menos de una semana de los sanantolines.
Los aficionados que esperaban el paso del ganado en las talanqueras situadas en las calles Logroño, Carreras, Artillería o la avenida de Portugal pudieron disfrutar de un encierro bonito, pausado y tranquilo que, a pesar de las bajas temperaturas que se registraban durante las primeras horas de la jornada, los taurinos siguieron con los cánones establecidos para esta milenaria tradición y mientras unos bailaban al son de los acordes de la charanga Tropycana, factor determinante para el disfrute de los aficionados, otros se disponían a almorzar en los alrededores del coso del Arrabal. Tras el encierro, los que acudieron a la plaza de toros, que rebosaba de público, pudo disfrutar con algún que otro corte a los dos novillos desenjaulados.
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