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Detalle de un original nacimiento colombiano elaborado en mimbre. / EL NORTE
CARTA PASTORAL

Pregón de navidad

ALFONSO MARÍA FRECHEL MERINO

Domingo, 23 de diciembre 2007, 00:22

ALELUYA, habitantes de la tierra! Os anuncio una gran noticia: Os va a nacer un Salvador, el Mesías, el Señor. Estad atentos a su llegada. Es el Príncipe de la paz, el Señor de señores, el Hijo del Altísimo, pero lo encontraréis hecho niño indefenso. No le busquéis entre el boato de los palacios o el lujo de las mansiones, porque aparecerá en una cueva a las afueras del pueblo. No le esperéis guerrero, armado hasta los dientes para defender sus fronteras y aplastar a sus enemigos, sino reclinado en un pesebre sobre humildes pajas. No le contéis entre los adinerados, los poderosos, los avasalladores y los divos presumidos, sino entre los innominados, los que no tienen casa, los que no poseen nada.

Está a punto de llegar y os lo estoy advirtiendo: no os confundáis en sus señas de identidad para poder recibirlo, no sea que vayáis a recibir a otro distinto. Os lo repito: no lo confundáis con otros. Si es el verdadero, notaréis enseguida que os da, a cambio, el gozo del espíritu, la alegría serena, la paz que sosiega y el don de ser sus hermanos.

Salid animosos al encuentro del Señor, que está ahí mismo, a la puerta. Partid el camino saliendo a encontrarle. No esperéis sentados, atiborrados de comida y champán, amodorrados de televisión o hastiados de aburrimiento. Partid el camino acelerando el paso para encontrarlo antes. Es una ocasión excepcional, es la gran oferta del invierno, el regalo del año, la fortuna del siglo.

Os lo estoy advirtiendo: no lo busquéis demasiado en el primer mundo, porque os va a ser harto difícil encontrarlo. Estad atentos a descubrirle muy fácilmente en las naciones más desfavorecidas, más hambrientas, más castigadas por las guerras. Salid a su encuentro y llevadle algo de provecho, algo de lo muy vuestro, de lo más querido. No le traicionéis un año más poniendo luces de colores donde no se necesitan, porque por ahí no viene. No le cantéis villancicos falsos, si no compartís nada. No os alegréis, si no vais a recibirlo.

Por última vez os doy sus señas: pobre, sin casa, rodeado de gente humilde y sencilla, casi desconocido. Pero, si vais atentos, escucharéis además un canto de ángeles, que serán melodías de paz para los hombres amados de Dios. Tratad de armonizar con ellos vuestras voces humanas para que suenen divinas; alegrad el corazón y sintonizadlo con el de su Madre, que se llama María. No olvidéis que el nombre del Niño es Jesús, o sea, el que salva. No le confundáis con quien no salva, aunque parezca muy vistoso y muy famoso...

¿Aleluya, habitantes de la tierra! Ya está a la puerta el que esperabais. O, ¿no esperabais a nadie? Ya está ahí la salvación, la esperanza, la alegría, el perdón, la felicidad, el remedio que necesitamos... Salid a su encuentro por el camino más cierto... y cuando encontréis al Niño dadle un beso de mi parte, cantadle un villancico y felicitadle su auténtica Navidad. Seguro que os sonreirá y volveréis convertidos en heraldos de su paz.

¿Aleluya! Está tan al alcance de vuestras manos que es una insensatez no intentar ponerse en camino para gustar su amistad, su cercanía, su presencia. Haced la prueba y os sentiréis rejuvenecidos, vivificados, distintos. Entonces sí que viviréis la Navidad y no una pantomima. ¿Aleluya!

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