La mochila de Vallecas, clave para desarticular la trama terrorista
Ayudó a esclarecer qué explosivo estalló y permitió identificar y localizar a los miembros de las células
A. TORICES
Jueves, 1 de noviembre 2007, 01:29
La mochila de Vallecas, el único de los trece artefactos colocados por los terroristas en los trenes que no estalló y pudo ser desactivado, se ha convertido no sólo en la clave que permitió desarticular en menos de un mes a la célula terrorista, sino en la piedra angular que soporta toda la arquitectura probatoria que ha permitido una sentencia condenatoria.
La bomba se localizó sobre las 2.40 horas del 12 de marzo del 2004 en la comisaría de Puente de Vallecas, cuando los agentes revisaban los efectos recuperados entre el convoy volado en la estación de El Pozo. La bolsa fue trasladada al cercano parque Azorín y un experto artificiero, consciente de la trascendencia del contenido de la bolsa, decidió jugarse la vida y la desactivó a mano.
En su interior localizó diez kilos de Goma 2 ECO amasada y un detonador que, tres días después, condujeron a Asturias, a Mina Conchita y a Suárez Trashorras. El móvil Trium T-110, el iniciador de la bomba, se convirtió en la madre de todas las pistas.
Como establece la sentencia, los 'tedax' no tardaron en concluir que el artefacto, que no estalló porque los cables de conexión se soltaron por no haber sido asegurados con cinta aislante, era equivalente a los otros doce colocados en los trenes y que la Goma 2 ECO, igual al resto del explosivo recuperado intacto en manos de los terroristas, era muy posiblemente la dinamita con la que se ejecutó la masacre del 11-M.
Pero el elemento definitivo fue la tarjeta SIM instalada en el interior del teléfono móvil. Este pequeño pedazo de plástico condujo el 13 de marzo a la detención de Jamal Zougam -uno de los autores materiales y la confirmación de la pista islamista-, permitió identificar a varios de los miembros de la banda, fue crucial para la localización de la casa de Chinchón, donde se montaron la bombas, y el 3 de abril del 2004, cuando los terroristas preparaban ya otra masacre, condujo a la policía hasta el piso franco de Leganés, el refugio del núcleo duro del comando, que se suicidó acorralado por los agentes.
El jefe de seguridad de Amena, empresa emisora de la tarjeta SIM, informó el mismo día 12 a la Policía que había sido comercializada en el bazar que unos ciudadanos indios tenían en Alcorcón, quienes a su vez la habían vendido, junto a otras 29 tarjetas más, el 25 de febrero, al locutorio Jawal Mundo Telekon que Zougam regentaba en el barrio de Lavapiés.
La investigación de estas 30 tarjetas permitió saber que la localizada en Vallecas y al menos otras seis más habían sido activadas un día antes de la matanza junto al repetidor de Morata de Tajuña. Las triangulaciones de repetidores llevaron el 22 de marzo al refugio terrorista de Chinchón dos días después de que lo hubiesen abandonado los terroristas, que prepararon allí las bolsas con los explosivos.
Momento crítico
Las listas de consumo telefónico del resto de las 30 tarjetas vendidas por Zougam permitieron en esos días identificar a varios de los miembros de la célula, entre ellos los hermanos Oulad -suicidas de Leganés-, y reconstruir sus movimientos, incluido el viaje en febrero a Asturias, para abastecerse de explosivos.
No obstante, el final de marzo del 2004 llegó con la investigación en dique seco -la pista de los terroristas se perdió en el refugio vacío de Chinchón-, con el comando libre y con una alarma generalizada ante la posibilidad de una nueva masacre. Las autoridades sólo podían hacer públicas las fotografías e identidades de los islamistas de los trenes y confiarse a la cooperación ciudadana y a un golpe de suerte. Las peores hipótesis se confirmaron el 2 de abril, cuando el comando intentó sin éxito volar el AVE entre Madrid y Sevilla, a su paso por Mocejón (Toledo).
En el momento más crítico, el hilo de la tarjeta de Vallecas vuelve a ser definitivo. La unidad policial que investigaba desde hacía semanas las decenas de listados de llamadas realizadas con el paquete de 30 tarjetas vendidas por Zougam descubre un dato sospechoso. Uno de los móviles de los terroristas llamó a un número de teléfono casi consecutivo al de un histórico sospechoso islamista.
El policía que lo observó, un veterano comisario de la lucha contra el 'yihadismo' estudió las llamadas hechas por el número sospechoso y descubrió que el 7 de marzo telefoneó a una inmobiliaria. Puesto en contacto con el gerente, se enteró que el móvil era el de Mohamed Belhadj y que había alquilado una casa en el primer piso del número 40 de la calle Martín Gaite de Leganés.
La sentencia confirma que toda esta investigación logró acumular un ingente volumen de pruebas con las que condenar a los culpables de la masacre. Aunque no a todos. Sobre las 15.00 horas, un equipo de policía llamó al timbre y preguntó: «¿Está Pepe?». «Aquí no hay ningún Pepe», contestó un hombre con acento magrebí. Las siguientes seis horas fueron frenéticas. Los agentes acordonaron la zona y los siete terroristas, los jefes del comando, dispararon por las ventanas y amontonaron todo el explosivo que tenían en la casa, que hicieron estallar cuando los GEO amenazaron con asaltar la vivienda.
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