El Norte y Lera, pleonasmo en el ruedo
«Antes de tener claro qué era El Norte de Castilla yo supe quién era José Luis Lera. Me lo puso fácil, como siempre lo pone quien tiene un corazón abierto y noble, en el que caben todos»
La longevidad, tan sana y robusta, de El Norte de Castilla impide abarcar con la memoria personal la singladura de un periódico que ha vivido muy diversas etapas políticas, sociales y culturales de España y del resto del planeta. Y, de modo especial, de Valladolid y las demás provincias de Castilla y León. Así que, ante un árbol tan frondoso, entrado en años sin que ello haya mermado, sino todo lo contrario, su salud, cabe, en primer lugar, decidir la operación a realizar. No seré yo quien intente abrazar tan ancho tronco, pues soy consciente de lo que mis brazos dan de sí, y tampoco estoy muy por la labor de posturas mimosas, a las que soy poco dado. Prefiero, con cautela, trepar hasta las ramas más bajas, las más cercanas a las raíces, y sentarme, no sin incertidumbre y riesgo de caída, junto a mi buen amigo Lera. A fin de cuentas, su recuerdo ahora y durante muchas décadas de su amistad, son un acompañamiento cabal.
Así que aquí estamos los dos, mano a mano, balanceándonos como si fuéramos chavalillos, con las piernas colgando como si nos sostuviera un columpio de templado y cadencioso movimiento pendular. A fin de cuentas, antes de tener claro qué era El Norte de Castilla yo supe quién era José Luis Lera. Me lo puso fácil, como siempre lo pone quien tiene un corazón abierto y noble, en el que caben todos. Él era aquel señor, ya de pelo blanco, que junto con otros cuatro gatos (literalmente, el número quiero decir) se acercó a un lúgubre salón de actos para dar cuenta del nacimiento de aquella Asociación Universitaria de Tauromaquia que hace más de 35 años me dio por alumbrar. No sé dónde narices guardé aquel recorte de prensa, pero sí recuerdo que escribió: «Lejos de pedanterías y rompimientos…». Vamos, que aquel señor, no solo había tenido la gentileza de acudir a aquel acto, sino que aquello parecía el inicio de una buena e inagotable amistad. Y así fue. Nada más y nada menos que el crítico taurino de El Norte de Castilla. Era el decano del decano.
Así que El Norte ya no era solo ese periódico en el que miraba los resultados y algún pequeño texto de los partidos de fútbol con los alevines del Real Valladolid o, más tarde, con los infantiles, juveniles y regionales de la SD Instituto Zorrilla, sino que también era ya desde entonces mi ineludible referencia para las cosas del toreo. La realidad se perfeccionaba cuando aparecía publicada en estas páginas.
No es ocioso mencionar que si tengo el privilegio de escribir estas líneas lo es por mi condición de reciente espontáneo en este ruedo de noticias y opiniones que es el periódico, o quizá como un polizón subido a un buque seguro de las cartas náuticas que definen su estilo y su compromiso con la verdad y la actualidad. Su histórica navegación por los mares de la información le permiten, mejor que a ningún otro medio, acudir a su hemeroteca, sacar a colación sus propias noticias de hace más de siglo y medio.
Conocí la redacción del periódico en la que trabajaba Lera, en la calle Montero Calvo, con una de esas mesas metálicas tan al uso en las últimas décadas del pasado siglo. Con sus inseparables gafas que, de vez en cuando, se ajustaba. Creo que no me equivoco si la memoria olfativa me trae el recuerdo una nebulosa de humo intenso.
Si a Lera le dio la alternativa Emilio Cerrillo (con su alias Pepe Alegrías) allá por el constitucional año de 1978, yo tengo ahora la responsabilidad de coger aquellos imaginarios trastos con los que él diseñaba crónicas y repartía asertos. Se nota, cómo no, el peso de la historia, de la tradición, de participar en la vida de una sociedad que espera, que confía, con razón, en saber qué sucede de una fuente fidedigna.
170 años de El Norte comprometido, desde la libertad, con la información taurina. Unas páginas que son cultura cotidiana, quehacer para acercarse a la realidad sin prejuicios. Con el temple lento de pasar las hojas como se dan los buenos naturales, o con el preciso tecleo por su web, para que ninguna noticia se lea a toro pasado.