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Parados y divorciados de 30 a 55 años, perfil del usuario del comedor social de Segovia

Parados y divorciados de 30 a 55 años, perfil del usuario del comedor social de Segovia

El centro de la Junta registra un descenso en la ocupación en lo que va de 2014 y recibe menos comensales extranjeros, que suponen el 35%, según las cifras del pasado año

virginia gómez

Jueves, 23 de octubre 2014, 11:42

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Judías pintas a la jardinera, morcillo con champiñón y naranja de postre. Es el menú de un día cualquiera en el comedor social que gestiona la Junta en Segovia. Es un lugar acogedor y luminoso ubicado en una planta baja del barrio de San Millán. Las mesas, de cuatro plazas cada una, están repartidas por una sala principal tan sobriamente decorada que llaman la atención unos pocos objetos colocados con esmero en una mesa junto a la ventanilla en la que se entrega la comida. Hay un souvenir de Rusia, un azulejo con el Acueducto, figuritas y un adorno artesanal. «Lo traen los usuarios, poder dejarlos aquí hace que se sientan como en casa», cuenta Fuencisla Benito, la directora del centro desde hace siete años.

Hacia la una de la tarde las mesas ya están listas. Encima de los manteles de cuadros hay botellas grandes de agua, de las de plástico, sin etiquetas. Los primeros comensales empiezan a llegar un cuarto de hora después. Ocho de cada diez son hombres, de entre 30 y 55 años la mayor parte, generalmente solteros, separados o divorciados. Las mujeres van menos. En 2013 el colectivo femenino representó solo el 16%. Su media de edad se sitúa en los 38 años. «Ellas no suelen venir solas, normalmente las pocas que llegan acuden con sus parejas», explica la responsable.

De la vergüenza a la bendición

  • testimonios

  • Cuenta Nicolás, un parado que llegó al comedor social de Segovia por primera vez el pasado martes, que le daba vergüenza recurrir a este servicio. Después de buscarse la vida en la hostelería, en las carreteras o como peón de albañil, hace tres años se quedó sin empleo y no ha logrado volver al mercado laboral. A sus 58 años, dice, se le hace difícil encontrar trabajo y los 426 euros que cobra de la Renta Garantizada de Ciudadanía, que emplea en los gastos de vivienda, no le llegan para comer.

  • Derivado al centro por su asistente social, se mostraba primero reticente al comedor, pero cambió de impresión al entrar por las puertas. «Nos atienden muy bien, hay calidad, cantidad y variedad. Yo pensaba que aquí iba a haber otro tipo de gente, pero los que vienen solo comen y se van», indica.

  • La vergüenza es el gran handicap para el trabajador social, especialmente en una ciudad pequeña como Segovia, en la que todos se conocen. Para sobrepasar esa barrera, se suele animar a quienes tienen necesidad a conocer in situ las instalaciones. «Una vez que nos conocen, lo superan», asegura Fuencisla Benito, quien recalca que este servicio no es beneficencia sino un recurso disponible para un periodo determinado.

  • Para Noel, un hondureño de 43 años, conocer la existencia de este espacio le llegó como una bendición. Acude al centro desde hace tres meses, el tiempo que hace que se quedó sin empleo. Estuvo trabajando como cuidador de personas mayores, pero cesó la actividad al fallecer estos, o porque la familia decidió trasladar al anciano a una residencia. «Me dan el alimento mientras se me arregla la situación, fue una alegría saber que podía venir aquí», comenta este padre de tres hijos, quien valora el respeto y la amabilidad con que le atienden en estas dependencias sociales de la Junta.

  • Su mujer recurrió a este recurso también durante un tiempo, pero ha encontrado empleo y ya no lo necesita. «Está la cosa dura, pero estamos viendo la luz», sonríe. Por las mañanas Noel se dedica a repartir currículos por todas partes. Está convencido de que pronto llegará una oportunidad para él. «Dios aprieta, pero no ahoga», asiente con optimismo.

Quienes visitan este comedor son sobre todo personas sin empleo que han agotado todos los recursos. Más del 65% son españoles y el resto, extranjeros, colectivo este cada vez menos numeroso. Hay muchos que tuvieron que cerrar sus negocios por la crisis, otros llevan tiempo en paro porque no encuentran trabajo donde antes sí lo había, como la hostelería o la construcción. Algunos lo han perdido todo. No tienen agua ni luz en casa y este espacio, por el que pasan a diario una media de entre 15 o 20 personas, se ha convertido en un respiro para ellos.

Aquí desayunan y comen, pero también pueden ducharse, lavar y secar su ropa. Son facilidades que se ofrecen para que la imagen no se convierta en un obstáculo, por ejemplo, a la hora de enfrentarse a una entrevista de trabajo. «Es un complemento al bienestar de las personas, permite que quienes llegan aquí tengan cubiertas las necesidades básicas, que son la alimentación y la higiene», incide Benito.

La ducha, la lavadora y la secadora pueden usarse por la mañana, siempre con solicitud previa. Son necesidades que se atienden tras la reunión que mantienen a primera hora los cuatro trabajadores del centro. Por la mañana, de diez a diez y media, se ofrece la primera comida. Se puede elegir café, leche, cacao, pan, mantequilla, mermelada o galletas. Los Servicios Sociales quieren garantizar que los usuarios desarrollen una actividad diaria normalizada y por eso se les exige que acudan a desayunar. «Tener unos horarios es muy importante», admite la portavoz del centro.

Mientras atiende llamadas, incesantes cada mañana, explica que las comidas se adaptan a las necesidades de cada uno si es preciso, pero que se requiere un informe médico que avale tal necesidad. Eso sí, fuera de esos casos los menús son siempre cerrados: gusten o no, los platos son para todos igual. Allí no hay médicos ni nutricionistas pero sí mucho empeño por ofrecer una dieta equilibrada y variada. «Intentamos no repetir, por eso diseñamos los menús tanto semanal como mensualmente», precisa Mariano Aragón, el cocinero, el único varón de la plantilla.

En el comedor los alimentos no se pueden intercambiar, ni siquiera entre los miembros de un matrimonio. Tampoco se pueden sacar fuera. Lo único que sale de él son las bolsas con los bocadillos que se entregan a los usuarios para la cena o los paquetes del fin de semana, normalmente productos enlatados y piezas de fruta.

Casi 15.000 servicios en 2013

El pasado año se ofrecieron casi 14.950 servicios entre comidas, desayunos y bocadillos. La cobertura llegó a 199 usuarios, un 19% más con respecto al 2012. La Dirección suele hacer balance en diciembre, por eso se desconoce la ocupación de este año, si bien se ha notado cierta tendencia a la baja en lo que va de 2014. El centro segoviano tiene capacidad para ofrecer tres turnos de comidas, pero no se ha dado ese caso hasta la fecha.

Fuencisla Benito atribuye el descenso de beneficiarios al trabajo que están desarrollando los Servicios Sociales en Castilla y León. Asegura que sigue habiendo necesidades, pero que se está consiguiendo a través de los programas de inserción que las personas no lleguen a un recurso de forma desesperada ni queden «ancladas», pues se les facilita ayuda en la búsqueda de empleo, cursos de formación y asesoramiento de todo tipo. «El trabajo es muy lento y hay a quienes les cuesta superar susituación, pero la Junta, a través de Servicios Sociales en Segovia, con Carmen Well en la gerencia, está trabajando muy bien y de forma continua para la inserción social y dotar de los recursos adecuados», asevera.

Una labor callada

Estar cerca de quienes tienen necesidades es una especie de agrio caramelo para los trabajadores del comedor social. Al cocinero se le ilumina la cara cuando habla de los halagos que recibe por el menú pero se entristece cuando recuerda las veces que ha encontrado a usuarios del centro pidiendo en la calle.

«Claro que nos afectan ciertas situaciones, pero intentamos dar salida a los sentimientos. Después de todo, tenemos la ventaja de que podemos ayudar, pues sabemos dónde hay que derivarlos», se apresura a explicar la directora, quien reconoce que ella y sus compañeros son, además de empleados, un «referente» para los usuarios.

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