Borrar
Desde la izquierda, Elisa Martín, Mª Ángeles Maeso, Mar Sancho, César Ibáñez, Fernando del Val y Fermín Herrero. ::G. Villamil
Justa poética en torno al amor
47 FERIA DEL LIBRO DE VALLADOLID

Justa poética en torno al amor

Un coloquio entre poetas de Valladolid y de Soria ilustró ayer un hermanamiento simbólico entre las ferias de las ciudades

VIRGINIA T. FERNÁNDEZ

Domingo, 27 de abril 2014, 02:34

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Un torneo muy singular tuvo lugar ayer para abrir la primera jornada de la Feria. Los lanceros: seis poetas, tres sorianos 'contra' tres vallisoletanos. Las armas: sus versos. El árbitro responsable de fallar el resultado de la justa poética: el escritor y colaborador de El Norte de Castilla Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, entidad que respalda un hermanamiento cultural entre las ferias del libro de Valladolid y de Soria. Los alcaldes de ambas ciudades, Javier León de la Riva y Carlos Martínez Mínguez, celebraron el vínculo simbólico que une la fuerza de la feria vallisoletana, con casi un siglo de existencia, y la apuesta por la creación, la edición y el lenguaje poético por los que ha apostado la joven cita soriana denominada 'Expoesía'.

Al enlace le siguió el banquete, un banquete de poesía, invitó Santonja. 'Controversia poética: razón de amor', rezaba el título del encuentro. Aguardaba a los presentes sobrepasado el mediodía un 'enfrentamiento' en torno al género de la poesía amorosa en la tradición castellana asentada en nombres tan de aquí y a la par tan universales como José Zorrilla, Rosa Chacel y Francisco Pino en territorio vallisoletano, o Antonio Machado, Bécquer y Gerardo Diego en el frente soriano. Pesada, ilustre carga de la tradición que han de sobrellevar las nuevas generaciones de poetas que tratan de renovar la palabra poética desde su propio sentir.

Verso en ristre. La primera en atacar fue María Ángeles Maeso (Valdanzo, Soria, 1955), quien empezó rechazando el archiconocido verso «poesía eres tú», de Bécquer, por considerarlo bandera de una visión utilitarista de la mujer como objeto de deseo: «Las mujeres que nos incorporamos a la escritura no nos sentimos reconocidas en la tradición del discurso amoroso heredado. El asunto con el que tenemos que enfrentarnos es el de pasar de ser objeto de esa celebración amorosa a ser sujeto de ella. Ahí está el conflicto. Si bien los autores masculinos pueden padecer de la angustia de la tradición tan inmensa, el problema que heredamos las mujeres es el de enfrentamiento con esa tradición».

Fernando del Val (Valladolid, 1978) denostó tal interpretación. Independientemente del sexo, la poesía se alimenta de un «yo simbólico», ni mujer ni hombre. Del Val reivindicó «la porción de misterio que debe tener la poesía». El hermetismo, lo críptico, le resulta nutritivo. «La historia del arte en la que circunscribo el fenómeno poético es la historia de una oscuridad. La poesía, como el resto de las artes, se funda sobre el símbolo», apuntó, no sin antes advertir de que «todas las corrientes realistas, prosaicas, coloquiales, están traicionando de alguna manera el origen de todas las artes».

En desacuerdo, Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963), colaborador del suplemento de El Norte, La sombra del ciprés, replicó a su colega ensalzando el poder de lo real con una cita del poeta norteamericano Wallace Stevens: «La realidad es solo el principio, pero es el principio». Todavía obtuvo contestación de Del Val. Continuando con Stevens: «El primer tema de la poesía es la propia poesía» porque «la poesía es formal o no lo es», sentenció el vallisoletano. La poética de Herrero, sin embargo, da cuenta del potencial de la tierra, de lo que se puede tocar y pisar como objeto de su quehacer literario. Para el soriano la poesía es «una celebración contra la muerte»; es, recordó el poeta las palabras del escritor francés René Char, «el mundo en su mejor lugar». Respecto a la mochila histórica que los poetas contemporáneos se cargan a la espalda, Herrero aseguró que «todo lo que no es tradición es plagio. Nadie puede escribir sin la tradición, hay que escribir contra la tradición conociéndola, para no repetir caminos». Alabó la figura del «castellano serio» en pequeño tributo a su padre. La contención típica del carácter castellano, el pudor, resulta esencial en su obra en la que «la alegría y la pasión van por dentro». La ruptura dentro de la tradición es posible. Fue la tesis de Mar Sancho (Valladolid, 1972). «Todos los escritores hemos sido lectores, hemos leído y seguimos leyendo para escribir algo igual pero que a la vez sea diferente». Invitó a «absorber todas las lecturas de quienes escribieron antes para, una vez asumidas, generar algo que sea diferente», reflexionó Sancho.

«Materia difusa y compleja»

Elisa Martín Ortega (Valladolid, 1980), también colaboradora de El Ciprés, valoró dos elementos esenciales de la poesía amorosa que es deseo, «poesía del cuerpo», y «poesía contra la muerte». «Si normalmente consideramos que la poesía amorosa es la quintaesencia de la poesía es porque tiene esos dos componentes. Quizá sea porque intenta superar los límites del lenguaje y también porque es en gran parte un lenguaje», aseguró.

El más escéptico fue el soriano de adopción César Ibáñez (Zaragoza, 1963). «Me siento contemporáneo de Virgilio, de Quevedo, Rimbaud, y también de todos los que estamos aquí. No veo diferencias esenciales. Es verdad que hay que conocer la tradición para no copiarla tal cual», sostuvo, y se mostró pesimista en relación a cómo recibe el público la poesía: «Ojalá la variedad de propuestas estéticas de los poetas se correspondiera también con una variedad de lectores que acudieran a ellas».

César Ibáñez finalmente se refirió a la poesía como esa «materia difusa, compleja, distante de los intereses de la gente».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios