Valladolid
Rosario Cela Riol llega a 100 años en Mayorga tras conocer al robot NukaLa mayorgana tuvo una emotiva fiesta sorpresa en la residencia de personas mayores San Lázaro en la que vive
Poder acariciar el suave pelo de un robot con forma de cría de foca pudiera parecer hasta hace muy poco un hecho de ciencia ficción ... para una persona que nació en 1925, extraído de una de las novelas e Isaac Asimov o de Ray Bradbury. Sin embargo, se ha hecho realidad este fin de semana en la veterana mayorgana Rosario Cela Riol, que ha podido tener entre las manos al robot Nuka, para mirar a sus ojos y sentir sus sonidos y vibraciones, como protagonista del proyecto piloto de la Universidad de Tarragona para mejorar la calidad de vida de las personas mayores en una investigación para la que ha sido elegida la residencia San Lázaro de Mayorga, en la que vive Rosario, con el gran aliciente de que, este domingo, llegaba al siglo de vida.
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A media mañana, familiares, allegados y personal del centro recibían a Rosario con una fiesta sorpresa en el fue antiguo claustro monacal de la residencia, sin que faltasen globos o una pancarta con sus 100 años. También estuvieron presentes miembros de la corporación con su alcalde a la cabeza, David De la Viuda, quien entregó a la veterana vecina un ramo de flores y una placa «como recuerdo de todo el pueblo de Mayorga», en un ambiente de alegría. Además, con gran emoción recibió de manos de la directora de la residencia, Rosa Isabel del Campo, una tarjeta firmada por todos los residentes. En fecha tan importante no faltaron sus hijos, Carlos y Pedro, este último es discapacitado y vive junto a su madre en la residencia, por lo que también recibió el sábado los mimos de Nuka. Tampoco se quisieron perder el cumpleaños su nuera, Tere Bueno, y sus nietas, Noelia, la profesora de inglés que es la secretaria de la Asociación El Vítor, y Estefanía, funcionaria de prisiones. No faltó la invitación a dulces y refrescos.
Rosario Cela Riol nació en Mayorga un 5 de octubre de 1925, siendo el tercero de los siete hijos que tuvo el matrimonio mayorgano Rufino Cela y Marciana Riol, junto a Teresa, Abel, Alfonso, Marcelina, Celerino y Feliciano, que han fallecido. Rosario casó con el vecino de Sahagún Pedro García, quien trabajó un poco de todo, llegando a su jubilación en la huerta de la residencia en la que acabaría su esposa y su hijo. Esta veterana mayorgana tuvo que vivir el doloroso trago de ver fallecer a su primer hijo, siendo discapacitado el segundo, lo que marcó su carácter de mujer seria para toda su vida, a pesar de que luego llegaría Carlos, su tercer hijo, que vendría a este mundo con perfecta salud. Su esposo falleció en 2019.
Las estrecheces económicas hicieron que Rosario aportara a las arcas caseras siempre que la fue posible y «cuando le tocó arrancar lentejas, arrancó lenteja, y cuando tuvo que ir a vendimiar, también lo hizo», según recordó su hijo Carlos, quien describió a su madre como «una mujer muy trabajadora, que siempre ha tenido muy bien la cabeza, muy ahorradora y que controlaba todo». Carlos reconoció que a los esfuerzos de sus padres debe el que pudiera estar interno en el instituto politécnico Cristo Rey de Valladolid y ahora poder ser electricista. Un centro en el que también estudio su primo Miguel Ángel Fernández Cela, del que sus padres, a pesar de la carestía, se hicieron sus tutores tras la muerte repentina de los suyos, siendo ingeniero electrónico.
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Carlos expresó la inmensa alegría de ver cumplir 100 años a su madre, asegurando que, en la fiesta sorpresa, al empezar todos a cantar el feliz, feliz cumpleaños «casi no pude cantar porque se me saltaban las lágrimas». Además, señaló que su madre se llevó una gran sorpresa «porque había dicho que no quería ninguna parafernalia, pero reconoció que no se lo esperaba y se emocionó». Ahora, el mayor desvelo de la veterana mayorgana es el futuro de su hijo Pedro cuando ella no esté, por eso le pide a su hijo que, en ese momento, cuide mucho de su hermano. Algo que su hijo pequeño sabe que hará con mucho gusto, porque, entre otras cosas, vive junto a la residencia. Por la tarde, Carlos se acercó hasta el cementerio para depositar los ramos de flores regalados a su madre en la sepultura de su padre.
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