Valladolid
Muere José Amalio, el 'niño de las agujas', al que su madre clavó 27 por todo su cuerpo en 1971El bebé de La Seca, cuyo caso dio la vuelta a España, sobrevivió a tres intervenciones para extraerle los pinchos de la cabeza, el cuello y el abdomen y su progenitora fue condenada a internamiento psiquiátrico
La Seca, Valladolid, finales de 1971. Allí vivía una mujer llamada Verónica con su familia: su esposo Amalio y sus hijos Daniel (8 años), Carlos ( ... 6) Paz (3 años) y José Amalio (10 meses). Este último, tan solo un bebé, se pasaba el día y la noche llorando. Su madre, aparentemente preocupada por el pequeño, acudía casi a diario al médico de la localidad, José Molinero, para saber qué le ocurría, pero el doctor no encontraba nada en el niño. Sí lo hizo en ella: desde que dio a luz a su cuarto hijo, Verónica pasó de ser una persona alegre y amable a alguien triste. No sonreía y apenas se relacionaba. También pasó de la angustia inicial por no saber qué le ocurría al bebé a la indiferencia.
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Ante el cuadro de deshidratación, diarreas y vómitos que presentaba José Amalio, el doctor Molinero decidió mandarle a la Residencia Onésimo Redondo, el después reabautizado como Hospital Río Hortega y actual Edificio Rondilla del Clínico de Valladolid. Todo ello ocurrió el 11 de diciembre. Le hicieron radiografías y los profesionales encontraron que tenía un total de 27 agujas incrustadas por todo su cuerpo, 17 de ellas en el abdomen, 4 en la cabeza y 6 en el cuello, por lo que fue ingresado en cuidados intensivos. José Amalio de Rojo, que así se llamaba el pequeño, falleció el 9 de octubre a los 54 años. En las esquelas publicadas ahora su nombre es otro: José Amalio del Hoyo Galán.
El pequeño fue sometido con éxito a sucesivas intervenciones quirúrgicas con lo último en tecnología sanitaria de la época en la Residencia Onésimo Redondo
Nacía así un caso que dio la vuelta a España en los medios de la época y que llevó al pequeño de La Seca a ser bautizado como el 'niño de las agujas'. Nadie, ni su propia madre, que acabaría siendo condenada dos años después a una pena de internamiento psiquiátrico, ni los cirujanos que consiguieron extraerle los pinchos al bebé, logró explicar cómo pudo sobrevivir a semejante tortura.
Según recogen artículos de la época en El Norte de Castilla, las pruebas iniciales realizadas a aquel bebé mostraron 27 agujas, algunas con más de diez centímetros de longitud y otras partidas, que atravesaban partes vitales de la anatomía y eran aparentemente mortales de necesidad. Pero el bebé estaba vivo. Tenía tres de las agujas incrustadas en la parte anterior de la fontanela, seis en el cuello, otra en la espina dorsal, en los pulmones, en el abdomen junto a los riñones y rozando otros órganos vitales. Con anterioridad, el doctor Molinero le quitó una aguja de la pierna porque la madre acudió a consulta asegurando que el niño se había caído mientras ella en ese instante cosía y tenía miedo de que pudiera haberse clavado alguna aguja. Lo que jamás se imaginó el médico es que llegó a tener 27 clavadas. Eso sí, con tal precisión que tocaba los órganos sin dañarlos.
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Había tenido José Amalio mucha suerte, pero había que actuar rápido porque esas agujas se podían mover. Los propios médicos que estudiaron su caso no se explicaban la fortaleza física del pequeño, y mucho menos cómo las manos de una persona inexperta habían conseguido introducir tantos objetos dentro de un cuerpo sin provocar la muerte. Estaban obligados a solventar de la manera más rápida y efectiva la situación.
Fueron necesarias tres operaciones, durante dos meses, para extraer todos los objetos punzantes. Fueron muy complejas y difíciles, y la última tuvo lugar el 6 de febrero de 1972. Las primeras 17 agujas, las que estaban en torno a la región abdominal, fueron extraídas el 29 de diciembre de 1971 en una operación que se desarrolló «sin problemas», tal y como recogía al día siguiente este periódico.
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Habría que esperar al mes de febrero del año siguiente para realizar las otras dos intervenciones quirúrgicas, las más completos, en la propia Residencia, a cargo de los doctores De Andrés y Gómez Taborga, que estuvieron escoltados por un equipo de radiólogos, cirujanos, anestesistas, enfermeras y auxiliares y que emplearon técnicas pionera para la época, como «un circuito cerrado de televisión y un riguroso control de rayos X». En la primera cita con el quirófano, el 4 de febrero de 1972, se extrajeron las tres agujas de la parte anterior de la fontanela. Los propios doctores destacaron entonces la «enorme fortaleza física» de José Amalio y su «rapídisima recuperación». 48 horas después rematarían la intervención con la extracción de una cuarta aguja de la cabeza y de las seis que tenía alojados en el cuello. El pequeño sobrevivió a todas ellas.
Ante estos hechos, las autoridades obligaron a que el resto de los hermanos de Amalio fuesen también explorados, pero ninguno presentaba evidencias de haber sufrido tal cuadro. La principal sospechosa de tan horrible acto fue su propia madre y la interrogaron. En un primer momento echó la culpa a su hija Paz, alegando que quizás jugando se las había clavado, si bien más tarde reconoció que había sido ella misma, aunque no supo explicar por qué lo hizo.
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«Sensacionalismo»
El caso saltó rápidamente a la prensa, con tintes excesivos de «sensacionalismo periodístico, que nosotros en ningún momento hemos compartido», según advertía un artículo de El Norte al día siguiente de que los Reyes Magos visitaran al 'niño de las agujas', como fue bautizado José Amalio entonces, en el hospital.
Margarita Landi (1918-2004), la reportera estrella de sucesos de El Caso (líder en sensacionalismo de la época), fue una de las periodistas que abordaron en su momento el tema y también, entre otros, y ya en el siglo XXI, recuperó el caso Iker Jiménez en Cuarto Milenio, cuando José Amalio fue bautizado -ya en la actualidad- como el 'niño milagro', en alusión a que logró salir vivo después de ser asaeteado literalmente y de las tres operaciones llevabas a cabo en la Residencia Onésimo Redondo.
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José Amalio, que fue adoptado en Palencia, arrastró distintos problemas de salud y ha fallecido a los 54 años
Comenzaron, en cuanto su historia saltó a los medios nacionales, las especulaciones sobre qué había pasado. Su madre, Verónica, fue llevada al Juzgado de Medina del Campo, donde reconoció que ella había sido quien había clavado las agujas a su hijo pequeño, y aunque se especuló sobre una posible depresión posparto y brujería, se la diagnosticó un trastorno psiquiátrico y fue condenada a ingresar en un centro psiquiátrico el 9 de julio de 1973.
En el juicio no fue capaz de explicar por qué le clavó las agujas a su hijo pequeño y tampoco cómo consiguió que ninguna le causara daño permanente. El 24 de diciembre de ese año se dio por cesado ese internamiento y fue dada de alta el día 27 de ese mes. Volvió al pueblo únicamente a recoger sus cosas y se fue con sus otros tres hijos, pues no le quitaron la custodia.
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José Amalio fue finalmente dado en adopción a dos hermanas de un pueblo de Palencia y se supo que no tuvo una vida fácil, con bastantes problemas de salud, sobre todo en los primeros años, tanto física como psicológicamente, hasta que finalmente el pasado 9 de octubre de 2025 falleció a los 54 años tras pasar un tiempo ingresado en un centro hospitalario. Su vida y las circunstancias de su muerte siguen siendo, por voluntad de su familia adoptiva, un misterio.
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