

Secciones
Servicios
Destacamos
En la era del Tik-Tok y el Instagram y cuando todo se mide en 'likes', hay pueblos empeñados en mantener intactas sus ancestrales costumbres, ... como parte de su riqueza cultural. Es el caso de San Cebrián de Mazote, donde casi a diario, en los meses de buen tiempo, los vecinos siguen jugando a la chana, un juego tradicional, que ya aparece documentado en la Edad Media y donde la risa y el sano esparcimiento son los principales alicientes.
Antaño era un juego de pastores, que se practicaba con cuernos de cabra o de buey. Sin embargo, los de San Cebrián han sabido adaptarlo a los nuevos tiempos manteniendo su esencia. Así, las chanas ya no son cuernos de animal. En su lugar emplean unas piezas cónicas talladas en madera de encina y con forma de cuerno. Los marros que se lanzan también han cambiado. Antiguamente eran piedra, ahora son de hierro y pesan entre 1.200 y 2.000 gramos, según el gusto y costumbre del jugador. Dicen que cuanto más pesado, mejor se controla el tiro. El tanto se considera válido cuando el jugador que lanza no sobrepasa la línea de lanzamiento y el marro impacta de forma limpia sobre la chana, sin tocar antes el suelo. «Hace años era típico jugar los domingos después de misa. Muchos de estos juegos tradicionales, como por ejemplo el frontón, con pelota-mano, prácticamente se han perdido en todos los pueblos, pero aquí hay mucha afición por la chana y esperamos saber mantenerla en el tiempo», dice Fernando San José. Él es uno de los muchos vecinos aficionados a este antiguo entretenimiento.
En San Cebrián juegan en la calle La Fuente, junto a la Plaza Concejo. Han habilitado el campo reglamentario y lo mantienen allí todo el año, disponible para el que quiera echar una partida. «Mide 42 pasos y medio de largo, (unos 13 metros) y para dar al cuerno de forma directa, hay que conseguir hacer una parábola amplia con el marro. Aquí jugamos a 25 tantos por equipo y cada equipo tiene 3 o 4 jugadores. Si se da bien, la partida dura una media hora», explica Lolo Primo. Él, a sus 76 años, es el chanero de más edad. Aprendió las reglas siendo un niño y mantiene la afición intacta. «Mi padre y mis tíos también eran jugadores. Recuerdo verles jugar en esta misma calle y por eso, a mí me gusta tanto. Jugamos casi todos los días, y especialmente en las fiestas de San Isidro y San Cipriano. Este juego que también se conserva en otras localidades como Tiedra, Mota, Castromonte, Urueña, Villalbarba, Barcial de la Loma, Morales de Toro, Villardefrades y Villalpando. Otros pueblos juegan más a la calva. Pero nuestra costumbre es ésta y por eso, en fiestas organizamos un campeonato que es internacional y todo. Lo hacemos por eliminatorias y los que ganan se llevan un jamón y el pichichi un trofeo», prosigue Lolo.
En verano todos los días se forma partida. Para estos parroquianos, es el mejor entretenimiento posible cuando el calor afloja a la última hora de la tarde. «Al terminar, nos tomamos unas cañas y tan contentos. Así nos divertimos aquí», comentan. Entre ellos, nunca falta la guasa. «Mira. Velay viene el que siempre paga las cervezas, porque pierde todas las partidas», dice Lolo señalando a su vecino Jesús Fernández. «Yo soy el peor de todos, pero el que más afición tengo», dice el recién llegado con buen humor. También se suma Emilio Gómez, alcalde y gran chanero y, en medio de un ambiente de total deportividad y amistad, empiezan la partida, donde lo que está en juego es la honrilla de cada uno. Jóvenes contra mayores. Así forman los equipos esta vez. «Los chavales nos han visto jugar desde siempre y les encanta. Así hemos logrado mantener la tradición. Desde el Ayuntamiento hicimos unas talanqueras para que los marros no se salieran del campo cuando tirábamos fuerte y así lo hemos ido manteniendo. El hecho de tener el campo junto a la plaza del pueblo es una gran ventaja porque cuando nos juntamos unos cuantos, no da pereza y enseguida se forma una partida y hay un gran ambientazo. La gente coge sus sillas, sacamos limonada y la calle se pone de lo más animada», explica el alcalde.
El juez de paz, también es juez de la chana
Tiran y a la primera ya empiezan a discutir. El que tira dice que vale. Y el equipo contrario dice que no. «Siempre tenemos el mismo picadillo entre nosotros. Por eso, siempre hay un juez que es el que decide si el tanto se cuenta o no. Lo que dice, va a misa», dice Jesús. «Casi siempre elegimos a Alfonso que, además, es el juez de paz del pueblo, así que tiene medio trabajo hecho. Pero ser juez es delicado cuando hay un jamón en juego», bromean.
Fernando tira con ganas. «¡Pa´l de atrás!», grita. «¿Pero como dices eso si te ha faltado medio metro?», dice uno de sus contrincantes. «Vamos Maxi. Templa y tira», anima otro y cuando éste lanza el marro, su amigo le dice: «cómo se nota que has merendado bien». Y así sigue la tarde, entre bromas y piques. Llega el turno de Jesús, que lanza y su marro queda lejos de la chana. «Yo ya avisé de que yo lo que tengo es afición, no puntería», dice con guasa.
Es obligatorio apuntar los tantos. Lo hacen siempre en el mismo cuaderno, que tiene anotaciones desde hace más de una década. Tanta es la pasión que en San Cebrián le tienen a este juego, que en los últimos años han organizado dos homenajes para dos grandes chaneros a los que todos guardan un enorme respeto y cariño, 'Chaparro' y Maximino. «El siguiente seré yo, que para algo soy el más mayor», se apunta Lolo. La partida finaliza, como siempre, con unas cañas en el bar y todos comentando las mejores (y peores) jugadas. Ha habido pique entre ellos, pero aclaran que es «pique del bueno porque esta vez no había un jamón en juego».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.