El profesor que enseñó a amar la literatura
Fallece a los 91 años el hermano Pedro Méndez, docente del colegio Lourdes, en la Residencia de La Salle de Arcas Reales, tras una jubilación larga, fecunda, plagada de lecturas y sabiduría
Javier Burrieza
Jueves, 7 de agosto 2025, 07:22
El Colegio de Lourdes de los años ochenta no se podía entender sin la presencia de algunos hermanos que hicieron del centro un espacio de ... formación, de transmisión de la fe, de estudio serio, fecundo y productivo. Los frutos no siempre se veían de manera inmediata, porque éramos niños y adolescentes que teníamos que dar rienda suelta a muchas inquietudes, no todas académicas. Queríamos a nuestros profesores, les respetábamos y admirábamos profundamente, aunque les pusiésemos motes casi siempre «cariñosos» o les imitásemos, acción que resulta creativa. En la vida han sido un referente para nosotros. Somos «chicos del Lourdes» por la entrega de aquellos profesores, muchos de ellos Hermanos de La Salle, en su gran mayoría maestros dedicados al colegio y a sus alumnos las veinticuatro horas del día, en su disponibilidad y presencia continuada. El Hermano Pedro Méndez representaba todo eso con creces. Ha fallecido en la mañana de un 6 de agosto, a los 91 años, en la Residencia de La Salle de Arcas Reales, tras una jubilación larga, fecunda, plagada de lecturas y sabiduría.
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Aunque ejerció la docencia en otros centros lasalianos del antiguo distrito de Valladolid, su trayectoria se centró en la capital del Pisuerga y, sobre todo, en el Colegio de Lourdes, «stella in Castella». Fue el jefe de estudios del primer ciclo de aquella EGB de ocho cursos. Probablemente fue el primer Hermano que yo conocí junto con su antecesor en ese cargo, el H. Jesús Gil. Entonces los alumnos matriculados en el centro teníamos que hacer un examen de ingreso para que supieran de nuestras capacidades y distribuyesen nuestros «talentos». Después el H. Pedro hacía las pruebas trimestrales, vestido con su bata blanca y el cronómetro en sus manos. Exámenes de cálculo en un niño que nació de letras que me horrorizaban, especialmente cuando había que dividir. Se humanizaba mucho más cuando premiaba con las bolitas de anís y con el regaliz negro de Zara.
Tuve que crecer para saber valorarlo como profesor y como persona. Fueron los cursos de bachillerato, con la Geografía de segundo y la Literatura de COU con unos apuntes extraordinarios realizados por él, muy profundos, analizando a los grandes escritores españoles desde la Generación del 98. Un gran profesor deja una huella única en la persona del alumno. Así cuando escucho un verso de Lorca, hay algo en mi cerebro que se conecta con el H. Pedro Méndez... siempre que recito aquellos versos tan profundos de Antonio Machado dedicados a Giner de los Ríos, junto a ellos está el nombre del H. Pedro Méndez... aquel profesor serio, siempre escrupulosamente peinado, con bata blanca, con un manejo complicado de las manos al escribir en la pizarra secuela de un accidente, pocos chistes pero profundamente humano. Gracias a profesores como él, el Colegio de Lourdes educó mujeres y hombres (más estos segundos porque habíamos sido un colegio de chicos aunque con la presencia estimulante de nuestras compañeras de COU) que tienen en sus manos responsabilidades diarias sabiendo hacer las cosas bien, cada uno en su campo. Acabo con los versos de Machado que tanto nos repitió y que quizás entonces entendíamos poco pero que después los hemos aplicado para la vida: «¿Murió?... Solo sabemos / que se nos fue por una senda clara, / diciéndonos: Hacedme / un duelo de labores y esperanzas / Sed buenos y no más... Vivid, la vida sigue, / los muertos mueren y las sombras pasan; / lleva quien deja y vive el que ha vivido. / ¡Yunques, sonad; enmuceded, campanas!».
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