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Ahí afuera hace frío. Bajo cero. Casi congeladas las bombillas de los arcos de Navidad. Ahí afuera huele más a polvorón que a calimocho. Hay más hambre de Papá Noel que de San Roque y el peto de peña es un abrigo tristón. Ahí afuera las chimeneas hacen horas extra, se avecinan villancicos y ya es de noche ciega a las seis. Ahí afuera, en esta calle Arboleda de Traspinedo, hay un invierno a punto de llegar.
Pero aquí adentro, en este gimnasio municipal con banderines de colores en el techo, aquí suena a pasacalle de peñas, a prolegómenos de encierro, a vermú en la terraza y fiesta patronal. Aquí, en pleno diciembre, con las calles tiritando, se fraguan los festejos populares del próximo año. Cuando los pueblos de la provincia ya han echado el candado a su calendario festivo, hay colectivos que preparan las fiestas de 2018 a ritmo de bombo y saxofón. Bienvenidos a un ensayo de la charanga La Resaka, responsable de la banda sonora en decenas de fiestas de Castilla (y La Rioja). Ahora, en diciembre, empiezan a montar repertorio para que el verano no se quede sin su ‘Despacito’ o el popurri de Maná.
«La temporada empieza en febrero, con las Águedas y el Carnaval. En Semana Santa suele haber algo. Pero el lío está entre junio y octubre. Del 14 al 18 de agosto es una locura de bolos y de pases», asegura Luis Enrique Velasco, estudiante de Magisterio, 23 años, trompeta en La Resaka, responsable del megáfono. Él se encarga de animar (aún más) el cotarro, de pedir participación a peñistas y quintos, de propiciar coros. «Hay que pasárselo bien para que la gente disfrute». La charanga como combustible para la fiesta. Imposible pensar en un pasacalles sin su participación. «Nuestra misión es animar, involucrar a la gente, hacer que baile, que salte, que cante con nosotros», dice César del Pozo, 23 años, uno de los jóvenes que, en 2008, fundó el germen de la formación. Cuenta que la trompeta siempre fue un instrumento que le llamó la atención. Confiesa que hasta la robó cien euros a su padre para comprarse una, la primera que tuvo.
–¿Y le has devuelto el dinero?
–Bueno, en eso estamos.
No debió haber mucha bronca en casa:su hermana Andrea se ha sumado luego al grupo con el saxofón.
Amigos músicos
Explica que al principio, con apenas 15 años, la «charanguita servía para reunir a un grupo de amigos que salía y que, a lo mejor de empalmada, iba a tocar. Nos lo tomábamos como una excusa para ir de golfeo y animar las fiestas del pueblo. Recuperábamos un poco el espíritu de los grupos que había en Traspinedo, como El Tío Musilas». Cuentan que esa imagen de quienes le ponen música a las fiestas siempre les llamó la atención... y que quisieron hacer algo parecido en Traspinedo. Muchos apenas tenían 15 años. Estudiaban música en escuelas municipales o el conservatorio. Y encontraron aquí una vía para divertirse. Tres años después, decidieron «profesionalizar el grupo». Y nació La Resaka, una formación hoy compuesta por trece integrantes. Son cuatro trompetas (César, Luisen, Dani y Bea), dos trombones (Ramón y María), cuatro saxofones (Andrea, Chema, Polo y Daniel), una tuba (Ángel)y la percusión (José Luis y Carlos).
Carlos Bazán, 21 años, opositor, es uno de los pioneros del grupo. También Javier Alonso Polo, 23 años, ingeniero alimentario, saxofonista, responsable de bautizar la charanga después de una larga noche de sábado. Los cuatro son vecinos de Traspinedo, pero la formación ha reclutado a músicos de Valladolid o Salamanca. Como Ángel Salinas, 20 años. Sus padres le inculcaron la pasión por la música y durante nueve años tocó el trombón hasta que se pasó a la tuba. Durante toda su vida en una banda, desde hace dos años disfruta con la falta de prejuicios que supone tocar en una charanga: menos presión, más diversión.
Pero mucho trabajo detrás. Durante todo el invierno son habituales los ensayos como este. Hay que practicar mucho durante el frío para que insuflar calor a la fiesta cuando llegue el momento. «Lo más importante, y es lo que ha hecho que cada vez haya más charangas de calidad, es que no nos conformamos con tocar lo que tocan todas», explica Polo. Durante años, las charangas alimentaban su repertorio gracias a un contrabando de partituras que compartían entre todas. Esto hacía que la mayoría sonaran a lo mismo. Otros tiempos.
«Nosotros apostamos por nuestras propias versiones. Somos varios arreglistas y preparamos las canciones que queremos tocar», explica Luis Enrique. Dice que el pasado mes de marzo, cuando escuchó por primera vez ‘Despacito’ en la radio, supo que aquello iba a ser un pelotazo. Hay que tener olfato verbenero para saber lo que lo va a petar meses después y que no te pille el toro. «El año pasado nos pasó un poco con Taburete. Pensamos: ‘La canción de estos no vale para nada’. Y luego sonó por todos lados», explican. Si alguna vez ocurre esto, hay que transcribir, ensayar y aprender el exitazo cuanto antes para incorporarlo al repertorio.
«Tenemos más de cien piezas, porque hay que estar preparados para amenizar una fiesta de quintos, un vermú más tranquilo de sobremesa (con pasodobles) o incluso una procesión de Semana Santa», reconoce Del Pozo. Pero la pretemporada sirve también para montar piezas con las que disfrutan:algo de Maná, de Joaquín Sabina, de Bon Jovi. «El año pasado la charanga La Nota de Peñafiel creó la canción de ‘La Sandía’ y fue un pepinazo. La hemos adaptado. El reguetón nos gusta menos. Preferimos el rock, el ská. Al final, se trata de llegar a un consenso entre todos. Puede que algo de lo que toques no te guste, pero tienes que conquistar al público», explica José María Colías, 33 años, saxofón y frutero en Parquesol.
No siempre es fácil incitar a la fiesta sin terminar de disfrutarla. «A Carlos, por ejemplo, le gustan mucho las capeas... pero como tengas que tocar, no puedes bajar y participar», explica Luis Enrique. Lo mismo ocurre con los pasacalles. «Una de las cosas con las que más disfrutamos son los desfiles de peñas, como el de Tudela. Las fiestas acaban de empezar, la gente está con unas ganas de juerga enormes y se crea un ambiente genial», indican los integrantes de La Resaka, quienes subrayan el vínculo que se crea entre la charanga y el público.«Se nota sobre todo cuando vas varios años al mismo sitio. Ya te conocen, les conoces y se disfruta mucho más», aseguran.
Pero para desembocar en ese chupinazo de fiesta patronal hay que atravesar primero este largo invierno de ensayos. Ahí afuera no hay trajes de peña, sino parkas y bufandas, no hay pregón con sidra sino caldito caliente, pero aquí adentro, en esta sala de ensayo de La Resaka, ya suenen los primeros compases de las fiestas de 2018.
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