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Juan Pedro se jubila: Parquesol dice adiós al director que creó una familia en el Francisco Pino
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Juan Pedro se jubila: Parquesol dice adiós al director que creó una familia en el Francisco PinoAhí están todos, tan formales, con sus camisas y camisetas blancas, con su diploma en las manos, mientras por la megafonía del cole suena el ' ... Gaudeamus igitur'. Los chavales de sexto de Primaria se gradúan. También los peques de tercero de Infantil. Las familias miran orgullosas la ceremonia. Los compañeros de otros cursos aplauden a rabiar. Hay fiesta de fin de curso en el patio del colegio Francisco Pino, en Parquesol, cuando, de repente, se escucha una canción de Raffaella Carrá.
«Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe».
Y entonces, decenas de chicos alzan sus manos, se levantan de las sillas, corren al centro de las pistas deportivas y rodean a uno de sus profesores más queridos.
«Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe», cantan y corean el nombre del maestro, que no tiene brazos para tanto abrazo, a quien se le agotan las gracias por tantas muestras de cariño, que dibuja un palpitante corazón con sus manos para regalárselo a todo aquel que lo quiera recoger.
«Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe», repiten su nombre más de 300 chavales. Y Juan Pedro Palacios (Valladolid, 1964) lo agradece emocionado, en este que es su último día de clase. Porque Juan Pedro, el profe de inglés, el director que creó una familia en el Francisco Pino, este curso abandona las aulas. «Después de tantos años en Primaria, yo también me gradúo».
En su caso, no le espera el instituto, sino un merecido descanso después de una larga carrera de dedicación docente. Por sus aulas han pasado cientos de alumnos, peques en su día que hoy son médicas, electricistas, profesores, albañiles… «Una de las cosas más bonitas que te pueden pasar es que vayas en el autobús, paseando por Parquesol, y se te acerque alguien y te diga: 'Hola, Pedro, ¿te acuerdas de mí?'. Y a lo mejor al principio no caes. ¡Han cambiado tanto! Pero luego te dicen, soy Lucía, me diste clase, ahora estudio Enfermería. Y claro que te acuerdas de ella. ¡Hombre, Lucía…!», cuenta Juan Pedro, quien matiza que todo el mundo le llama Pedro, pero que el Juan es porque así lo quiso su madre.
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Muchos de esos antiguos alumnos le dieron una sorpresa el jueves, cuando varias generaciones de pupilos le visitaron en el Francisco Pino, el colegio al que ha dedicado los últimos 22 años.
Pedro -que de niño visitó el despacho del director cuando le expulsaron cinco días por romper un cristal- estudió Bachillerato en el Emilio Ferrari (el primer curso) y luego en el Pinar de la Rubia. Reconoce que cuando terminó el instituto no tenía muy claro a lo que se quería dedicar. Pero le gustaba el inglés, el trato con jóvenes y niños (era el joven tío preferido de sus muchos sobrinos) y se decantó por Magisterio. En la Universidad de Valladolid. Promoción de 1985. Después de la mili y de la oposición, de unos primeros y fugaces destinos en Laguna de Duero y el Ponce de León, se asentó en Matapozuelos. Durante diez años. De 1992 a 2002. Seguro que muchos vecinos de la comarca lo recuerdan, en el Juan del Camino primero y el CRA Río Eresma después, con estudiantes llegados también de Alcazarén, Ventosa de la Cuesta y Hornillos de Eresma. En el último curso que estuvo allí, organizaron una fiesta a la que acudieron autoridades educativas. Conocían a Pedro, su forma de trabajar y le llevaron un encargo. Querían que tomara las riendas de un proyecto en pañales.
Ese curso entraba en funcionamiento un colegio que por entonces se llamaba Nuevo Parquesol. El centro todavía estaba en obras, construido en una zona con muchos solares alrededor. Allí se matriculaban los alumnos que no conseguían pupitre en los sobrepoblados coles de un barrio joven y en plena expansión. El primer año eran apenas tres clases (dos de Infantil y una de Primaria). Los profes, tan solo un puñado. Y Pedro se convirtió en su director. «Desde la dirección general de Educación me dijeron que querían un director que viniera de un colegio de pueblo. Tal vez porque querían crear un ambiente especial en el centro», cuenta Pedro. La inauguración de la escuela tuvo lugar el 11 de septiembre de 2002. A las pocas semanas, se rebautizó con el nombre de Francisco Pino (el poeta vallisoletano falleció en octubre de ese año). En 2005, se amplió a línea dos y se convirtió en centro de referencia para la atención preferente a alumnado con discapacidad motora. También trabajan duro por la integración de escolares con dificultades especiales de aprendizaje (dos por clase). Cuentan con el Aula Da Vinci, que desde tercero de Primaria atiende a alumnos con altas capacidades. Al final, esta convivencia de muchas realidades es «enriquecedora» para el día a día del Francisco Pino. «Con un modelo así, ganamos todos».
Pedro defiende el carácter vocacional de una profesión a la que está a punto de decir adiós. «No somos un funcionario que se encarga de organizar papeles, con los montones de los hechos y los por hacer. Nosotros somos arquitectos del futuro de muchos niños. Y hay que tener empatía. Ser consciente de las capacidades de cada uno. Saber que no todos los niños llegarán a ser abogados o ingenieros. Que lo importante es educar en valores y en una cosa muy importante: aprender a ser feliz», defiende el maestro. Porque, además, reivindica esa palabra para él y sus compañeros de Infantil y Primaria. Cuenta que no tuvo uno que recuerde especialmente de su infancia. Eran aquellos años, los finales del franquismo, cuando se repartían pellizcos, se sorteaban capones y volaban los borradores. También se aprende de lo que no se quiere replicar.
Pedro tenía muy claro que para el nuevo colegio de Parquesol quería un ambiente familiar y los compañeros que hoy forman la plantilla (36 profesores, tres auxiliares técnicos educativos, un fisio, una enfermera) están convencidos de que la misión se ha cumplido. Y eso que no siempre ha sido tarea fácil. En estos 22 años se han sucedido las leyes educativas, las nuevas tecnologías ya no son tan nuevas (sino una herramienta más) y ha habido una pandemia de por medio. «Lo que la covid nos demostró que hace falta que bajen las ratios. Se trabaja muy bien con clases más pequeñas. Las aulas con quince alumnos son ideales». Por eso es importante, defiende, el refuerzo de plantillas, «porque eso es beneficioso para el alumnado y la sociedad en general». Pero no solo. «Cada año, Castilla y León se sitúa en cabeza del informe PISA. Y eso debería tener su premio. No lo digo por una subida de sueldo, que también estaría bien. Sino porque habría que hacer más inversión en profesores o infraestructuras. Por ejemplo, cuando un director pide para su colegio más zona de sombra en el patio. De un patio como este en el que cientos de niños le cantan emocionados una canción de despedida al ritmo de Raffaella Carrá. «Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe».
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