El físico vallisoletano de la NASA que mira la hora en los relojes de sol
Luis Vadillo es experto en este invento milenario, de los que ha documentado 83 en la provincia, y ha participado en la elaboración de algunos de ellos en La Rondilla o Alcazarén
Lorena Arias Duque
Lunes, 25 de agosto 2025, 07:15
Allá donde, sin obstáculo, tocan los rayos de sol la pared de una iglesia, la fachada de una casa consistorial o una plaza descubierta es ... un buen lugar para situar un reloj de sol. En España, parece haber suficientes localidades apropiadas para que se hayan colocado miles de ellos, o eso ha podido constatar a lo largo del tiempo Luis Vadillo Sacristán, físico de la provincia de Valladolid y antiguo trabajador de la NASA, que ha dedicado su vida a documentar estos artefactos. «Al principio, pensamos que quedarían intactos entre 2.000 y 3.000 en todo el país», explica. «Nada más lejos de la realidad, pues ahora sabemos que hay más de 17.000».
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Una cifra que se reparte de manera muy desigual entre las distintas provincias españolas, con «menos del centenar en Valladolid, unos 600 en La Coruña y más de mil en Mallorca», lo que responde, según indica el físico, «por un lado, a la cantidad de edificaciones que hay en cada zona; por otro, a la distancia con el Meridiano de Greenwich, que hace que la medida sea más o menos exacta, pero también a que muchos se han destruido en iglesias y en fachadas, ya sea por malos materiales de construcción o porque no se han cuidado bien».
Procedente de la localidad vallisoletana de Alcazarén,, Vadillo afirma con orgullo que «toda mi vida ha estado relacionada con el espacio y la astronomía», desde que en los años 70 ingresó en la estación espacial de Fresnedillas-Navalagamella (Madrid MSFN), nada más licenciarse en física por la Universidad Complutense de Madrid. Allí se dedicó al seguimiento de satélites y se implicó en los proyectos de 'Syklab' y 'Apollo-Soyuz'. Después de que un amigo le preguntase si sabía lo que era un reloj de sol –y, para sorpresa de este, Vadillo le respondiera «claro que sí»–, el mismo le introdujo en la Asociación Amigos de los Relojes de Sol (AARS), de la que hoy en día es secretario. Desde entonces, ha ocupado su tiempo en recorrer, junto con otros compañeros de la agrupación, los pueblos de España en busca de estos relojes solares, con el objetivo de verificarlos como tal, estudiarlos y datarlos. «La gente nos llamaba cuando veía algo que le parecía un reloj de sol y nosotros íbamos y lo comprobábamos».
Con el tiempo, llegaron a catalogar más 10.400 ejemplares en toda España expuestos en la página web de AARS, entre los que se incluyen aquellos construidos por el propio Luis Vadillo, quien, como experto en este campo, asegura que «lo que interesa de un reloj de sol es, por un lado, que sea bonito y, por otro lado, que funcione bien. Una cosa no quita la otra». Lo primero puede quedar en manos de la subjetividad, pero lo segundo es una cuestión de aplicar la teoría con el menor margen de error posible. «Estamos acostumbrados a que la gente diga que los relojes de sol marcan mal», admite el físico y señala que «si más del 80% de los que hay en España no marcan bien la hora, lo que, en mi opinión, significa que superan los cinco minutos de margen, es porque el sol, al no ser un punto, nos da una sombra un poco difusa. Si tú pones una varilla no sabes determinar exactamente en qué punto está la sombra, es decir, llega un momento en que no puedes hacer que sea más preciso». «Por eso yo me esfuerzo por hacerlos bien», asevera.
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De Parquesol a Cardenal Torquemada
«En Valladolid tenemos conocimiento de menos de cien relojes solares», explica Vadillo. Su asociación muestra 83 en las búsquedas con el nombre de la provincia y un total de 710 en las búsquedas del inventario de relojes en Castilla y León. Algunos de los más famosos en la ciudad son el de la calle Padre Llanos, en un parquecito junto al aparcamiento de Carrefour, frente a la piscina; y el del parque del Reloj, frente al colegio Tierno Galván, ambos en el barrio de Parquesol. No obstante, el físico señala que «no son precisos al marcar la hora» porque, en el primero, «la varilla es demasiado gruesa y tampoco tiene la orientación correcta» y, en el segundo, «aunque no está mal hecho, la varilla se ha torcido». En cualquier caso, el que es probablemente el reloj solar más llamativo de Valladolid se encuentra en la calle Cardenal Torquemada, en el barrio de La Rondilla, y es una obra que el muralista Javier Demsky realizó para el Ephemera Festival del proyecto cultural europeo Creart, con asesoramiento directo del propio Luis Vadillo, que planeó su diseño y tomó parte en su instalación.
Otros tres enclaves de la capital, como son el parque de Canterac (Delicias), la plaza del Circo (junto al Hospital Río Hortega) y la plaza de La Lonja (Los Santos Pilarica), lucen también distintos relojes de sol de factura moderna.
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En el entorno rural se cuentan muchos más que en toda la viufsf. Tan solo en el municipio del físico y experimentado relojero, entre Mojados y Olmedo, se hallan instalados tres, diseñados por él mismo, en un tramo de menos de 300 metros, y un cuarto en la fachada de una casa particular. El más imponente de ellos luce en forma de vieira en la pared del Ayuntamiento y recibe el nombre de 'Jacobeo'. Su forma se inspira en las conchas que guían a los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago y se debe a que Alcazarén se halla justo a medio camino entre el trayecto que va de Madrid a Sahagún, donde entronca con la ruta francesa. «Yo se lo propuse al alcalde porque pensé en que, cuando venga un peregrino, sepa que tiene un reloj de sol que está hecho para honrarle a él», subraya. Se trata de una pieza muy completa que, además de las horas solares, también incluye las horas itálicas (que indican cuánto queda hasta la puesta de sol), las estaciones del año y dos fechas especiales para el pueblo, el 8 de septiembre (fiesta de la Virgen de la Vega) y el 25 de julio (día de Santiago Apóstol).
Otros muchos se encuentran repartidos en los alrededores, desde un pequeño rectángulo en la dársena del Canal de Castilla en Medina de Rioseco, pasando por el monasterio de la Santa Espina de Castromonte, la ermita de Nuestra Señora de Tiedra y hasta la iglesia de San Pedro Apóstol de Alaejos, sin contar el resto de localidades.
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Cómo leer la hora en un reloj solar
Vadillo asegura que leer un reloj de sol «es muy sencillo». Para empezar, «hay que fijarse en el borde exterior de la sombra, que marca la hora solar verdadera sobre las líneas horarias». Sin embargo, puesto que «el movimiento aparente del sol y de su sombra no es regular a lo largo del año, hay que hacer algunos cálculos para obtener mayor precisión». Uno de los factores que interesa tener en cuenta es la corrección de longitud, que se debe a la distancia entre el lugar donde uno se encuentra y el meridiano de Greenwich, el centro de la zona horaria. «Por cada grado que nos alejamos hacia el oeste, hay que restar los minutos; por cada grado que nos alejamos hacia el este, hay que sumarlos. Por otro lado, dependiendo de si es verano o invierno, se añaden una o dos horas más para hacer que coincida con la hora oficial en cada estación», sostiene. Finalmente, si se quiere ser del todo preciso –y aunque requiere cierto conocimiento teórico– se puede realizar la llamada ecuación del tiempo, que sirve para determinar «la diferencia entre la hora solar verdadera (la que marca el reloj) y la hora solar media (la media de las variaciones a lo largo del año que se utiliza para la hora oficial) y ajustar un margen de algunos minutos». Para confirmar que todos los cálculos son correctos, existen aplicaciones que marcan la hora solar con exactitud y con las que es posible contrastar los resultados.
Aunque todo este proceso ahora parece innecesario, en medio de infinidad de avances tecnológicos para situarse en el tiempo, lo cierto es que estos conocimientos servían en el siglo XIX para ajustar los primeros relojes mecánicos de muñeca, que no siempre funcionaban correctamente y necesitaban ser modificados según la hora solar media de Madrid que publicaban los periódicos cada día. «Luego se obligó a usar la hora oficial, culpa de los trenes, el telégrafo y las máquinas», cuenta Luis Vadillo. Si a día de hoy el mundo aún girase al ritmo del sol, «el tiempo sería mucho más real», considera el físico porque, desde su mirada científica, «no tiene sentido que sea la misma hora aquí que en Italia. Pero es así, porque es más práctico».
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