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El domador Félix Malleu en una actuación con un león y un perro en 1896. EL NORTE
El Cronista

Triste adiós a Malleu, el domador más temerario de España

Viejo y arruinado, en 1928 vino a morir a Valladolid después de una vida plagada de éxitos y tras años malviviendo como titiritero

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 10 de junio 2025, 07:03

En una entrevista concedida en 1896, en pleno apogeo de su carrera, confesaba orgulloso que acumulaba más de treinta cicatrices en todo su cuerpo. Eran ... zarpazos y mordiscos de leones, panteras, tigres y osos, los animales que le acompañaron durante más de veinte años y con los que fascinó a miles de españoles. Félix Malleu, el domador más admirado y temerario del país, murió viejo, pobre, medio sordo y casi ciego en Valladolid, donde llegó en 1928 en compañía de su esposa. Acababa de fracasar como titiritero y solo quería ganarse la vida. Él, que había recorrido medio mundo aprendiendo de los mejores y había protagonizado las anécdotas más insólitas entre los domadores, terminaba sus días mendigando un puesto de trabajo.

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Su biografía, desvelada en 2008 por Adolfo Ayuso, contiene todos los ingredientes de una novela de aventuras. No sabemos quiénes eran sus padres, pero sí que trabajaban en un circo ambulante. De hecho, Malleu vino al mundo en el coche circense del progenitor, en una carretera a cuatro leguas de Granada, y lo bautizaron en 1862. Él mismo contó que a los siete años abandonó el núcleo familiar para aprender a «trabajar los muñecos». En Algeciras amaestró palomas para utilizarlas en el contrabando de tabaco, hasta que, con 14 años, marchó a África y aprendió a domar animales en compañía del coronel Pogué, a quien salvó del ataque de un león en Malta. Otros dicen que fue en Hamburgo, junto al famoso domador Carl Hagenbeck, donde aprendió el oficio.

Al poco de regresar a España, con 25 años recién cumplidos, comenzó su éxito. Primero con los emblemáticos barracones de fieras, también conocidos como menageries, y luego en circos y plazas. En la última década del siglo XIX, Malleu era el domador más demandado. Las principales capitales del país se lo disputaban pese al peligro de no pocos de sus espectáculos, pues a veces terminaba atacado y magullado por sus fieras y luego estas se escapaban, sembrando el terror entre los vecinos. Malleu fue, de hecho, el primer domador que introdujo la cabeza entre las fauces de un león. También organizó espectáculos sangrientos, consistentes en enfrentar a varias fieras con un toro. El morlaco, para estupor de los presentes, solía arremeter a cornadas contra todos los animales que lo rodeaban, dejando un enorme reguero de sangre. Hasta que llegó el gran revés para su carrera: un incendio -dicen que provocado- en Valencia, en enero de 1900, arrasó sus barracones y varios leones se escaparon. Él mismo tuvo que emplearse a fondo para someter a dos de ellos, «Conde» y «Fortuny», soportando sus zarpazos. Salió vivo, pero su negocio ya no volvió a ser el mismo.

Arriba, el domador dando de comer a sus leones 'Conde' y 'Fortuny' en 1900. Abajo, una actuación en 1896 y Malleu en 1930, poco antes de fallecer en Valladolid. EL NORTE

«Malleu logró domesticar a las fieras 'a la alta escuela', procedimiento arriesgado y difícil al que quizá no se atreva en nuestros días ningún domador. Por eso no ha tenido sucesor digno de sus hazañas. Era, además, el tipo clásico del domador. El traje, llamativo y lujoso, y la magnífica melena negra, daban un prestigio envidiable a su figura», comentaba El Norte de Castilla, que también desgranaba sus principales espectáculos: «puente de la muerte, balanza, carro romano, comba, barril, escalera, velocípedo, banqueta con los leones y pirámide de sillas. Algunos parecen realmente increíbles. Llegó a subir en globo con un león». Prácticamente en paro desde 1916, fecha de su última actuación, no tuvo más remedio que ganarse la vida con espectáculos de guiñol por las calles de Madrid. Actuaba para los niños en el Retiro, en el Paseo de Rosales y en un garito llamado «La gloria serrana», y pasaba luego la bandeja. Un día se lo encontraron Buñuel y García Lorca y le invitaron a actuar en la Residencia de Estudiantes. Era mayo de 1922.

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Sujeto a todo tipo de privaciones, estuvo una temporada en Oviedo y Santander antes de trasladarse a Valladolid con su esposa. Era 1928. El matrimonió se instaló en un pobre sotabanco, donde Malleu pintaba cuadros que rifaba por los bares para ganar algo de dinero. Le fallaban la visión y el oído, y también la voz. Un día que pasó por la ciudad el Circo Krone, Malleu se acercó solícito en busca de trabajo. Los responsables le tributaron un cariñoso homenaje, pero rehusaron contratarlo. Era demasiado viejo, le dijeron. El Norte de Castilla abrió entonces una suscripción pública para ayudarle, pero no tuvo demasiado éxito. El alcalde, Federico Santander, que en 1929 le había permitido abrir una caseta de tiro en las ferias, pudo colocarle de manera interina en un puesto municipal de parques y jardines. De esta forma pudo esperar la muerte con algo más de dignidad. Auténtica leyenda de la historia del circo en España, Félix Malleu reposa en el Cementerio de Valladolid desde el 23 de julio de 1930.

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