Jufré en la estatua ecuestre erigida en su honor en Santiago de Chile. EL NORTE

Un riosecano, primer alcalde de Santiago de Chile

Fundador de la ciudad argentina de San Juan de la Frontera, Juan Jufré destacó por su fructífero trabajo en el país andino y su trato humanizador a los indígenas

Domingo, 16 de agosto 2020, 09:23

«Yo soy conquistador poblador i sustentador de los primeros que en esta gobernación (Chile) han servido a S.M., i me he casado en ... esta tierra i quiero perpetuarme en ella». Con estas palabras se presentaba Juan Jufré, uno de los castellanos y leoneses más destacados por su labor en el Nuevo Mundo a mediados del siglo XVI. Y es que, además de ser el primer alcalde de Santiago de Chile y fundar dos ciudades en Argentina, supo sacar provecho a la labor colonizadora y amasar una importante fortuna.

Publicidad

Nacido en Medina de Rioseco en torno a 1517, era hijo del noble caballero Francisco Jufré de Loaisa y de Cándida de Montesa, y se crió en la casa de Pedro de Toledo Fernández de Córdoba y Figueroa, IV conde de Feria. Las primeras noticias sobre su trayectoria hay que buscarlas en las expediciones capitaneadas por Pedro de Candia en Perú, en 1538. Muy pronto se incorporó a la hueste de Pedro de Valdivia para participar activamente en la conquista de Chile, sobre todo en la fundación de la ciudad de Santiago (1541), donde portó el estandarte real, y en la Guerra de Arauco. Otro tanto hizo en la fundación de una nueva ciudad, La Serena, en 1544. Gracias a ello recibió el título de capitán y justicia de la provincia de Arauco, así como su primera encomienda.

Años después, al enterarse de la revuelta de los encomenderos liderada por Gonzalo Pizarro, el riosecano se puso del lado de Valdivia y logró sofocarla en menos de un año, pacificando así el Perú. Era 1548. Su fama de buen luchador y hábil colonizador le granjearon nuevas encomiendas y mayores cometidos, como la participación, en 1550, en la fundación y poblamiento de la ciudad de Concepción y el cargo de regidor del Cabildo de Santiago.

La muerte de Valdivia en la batalla de Tucapel, en 1553, a manos de los hombres del cacique Lautaro, obligó a Jufré a dirigirse hacia esa zona para socorrer a la población y combatir a los indígenas, a los que derrotó en Peteroa. Poco después haría otro tanto con los indios del Maule, que también se habían sublevado. Al asumir Francisco Villagrá la gobernación de Chile, el riosecano fue nombrado teniente de gobernador y capitán general de las provincias de Cuyo (1561). Al frente de 40 hombres llegó a la ciudad de San Luis, donde encontró población aborigen pacífica, y en marzo de 1562 fundó la ciudad de La Resurrección, actual Mendoza (Argentina), en nombre de Felipe III. Tres meses después hacía otro tanto con la ciudad de San Juan de la Frontera, en la provincia de los Huarpes y valle de Tucumán, a la que puso el nombre del santo patrono.

Publicidad

En octubre de 1562 actuó en auxilio de Villagrá, que se encontraba asediado en Concepción, pues, como escribe Eufemio Lorenzo Sanz, «sus saneados ingresos le permitían organizar expediciones bélicas a su costa. Si existía una dificultad y era preciso solucionarla, Jufré era el responsable; si era necesaria una persona para un cargo de responsabilidad en el naciente Santiago, allí estaba el riosecano». Fue entonces, en enero de 1563, cuando lo nombraron visitador de los indios de la jurisdicción de Santiago con objeto de protegerlos de eventuales malos tratos de sus encomenderos, pues, como señalan varios autores, Jufré también se distinguió por tratar con humanidad a los indígenas.

Con algo más de 50 años, la vida de nuestro protagonista se resumía en el lema «conquistar, poblar, labrar y encomendar». Tuvo ocho hijos con Constanza de Meneses, con la que contrajo matrimonio en 1555, y fue tanto o más hábil en los negocios como en la guerra: además de propietario de un molino de dos ruedas en la ribera norte del Mapocho, instaló en su encomienda de Peteroa una fábrica de paños, la más importante de su época, se dedicó con éxito a la agricultura y la ganadería y levantó un astillero naval en el río Maule, de donde salieron la mayor parte de los barcos que comerciaron por las costas del país. Todo ello le procuró una inmensa fortuna y le permitió, entre otras cosas, llevar a cabo acciones tan generosas y reconocidas como el auxilio a la ciudad de Concepción, devastada por la falta de alimentos, con mil quinientas cabezas de ganado y grandes cantidades de tocino, harina y bizcocho.

Publicidad

Dentro de su faceta de constructor de embarcaciones se interesó por las riquezas que pudiera encontrar en el Pacífico, más aún al saber, por boca de Pedro Sarmiento de Gamboa, que varias islas de ese Océano contenían oro, pieles y otras materias primas muy codiciadas. Este hecho, unido a la admiración que profesaba por el piloto Juan Fernández, le animó a asociarse con su yerno, Diego de Guzmán y Galindo, para organizar dos expediciones. Aunque solo pudo salir la primera en noviembre de 1575, a cargo de Fernández, lograron llegar a Oceanía y, según algunos autores, descubrieron el archipiélago de Nueva Zelanda. La segunda expedición ya no pudo celebrarse debido no solo a la mala situación por la que atravesaba Chile, empobrecida por la guerra de Arauco, sino también a la amenaza de las incursiones inglesas y, más aún, al pésimo estado de salud de Jufré, que fallecería en Santiago de Chile en octubre de 1578.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad