Euforia de la derecha en Medina del Campo
Un multitudinario mitin de Gil-Robles, hace 90 años, anunció la reconquista de España mediante la reforma de la Constitución republicana
La derecha española estaba eufórica porque si en octubre de 1934 habían entrado tres ministros de la CEDA en el gobierno de la Segunda República, ... en mayo del año siguiente ya eran cinco. Entre ellos, su «jefe», el salmantino José María Gil-Robles, que se había planteado el objetivo de cambiar el rumbo de la política militar del bienio reformista, convencido como estaba de que la legislación de Manuel Azaña había debilitado al Ejército al inocularle ideologías revolucionarias. Una de las medidas más destacadas del líder de la CEDA sería el nombramiento, para cargos de confianza, de varios militares que habían sofocado la revolución de octubre de 1934 y que se caracterizaban por un declarado antimarxismo y una radical oposición a las medidas del primer bienio republicano; entre ellos, los generales Franco, Mola, Fanjul y Varela, que en julio de 1936 tendrán un papel protagonista en la sublevación militar que provocará la Guerra Civil.
Publicidad
Pero el máximo objetivo de la CEDA en el gobierno era reformar la Constitución republicana en un sentido conservador. Pretendía, por ejemplo, recortar la autonomía de las regiones, abrir la puerta a una ley que prohibiera el divorcio, anular la posibilidad de socializar la propiedad privada y eliminar el contenido persecutorio de la religión católica. A través de su fuerza juvenil (las JAP), el partido de Gil-Robles se lanzó a una campaña de actos masivos, al estilo de potencias totalitarias y fascistas como Italia y Alemania, que incluían un ritual específico: misa de campaña, loa a los mártires, juramento de fidelidad al «jefe» y lectura de los principales puntos programáticos del partido y de las JAP. Así se hizo en el «mitin-monstruo» de Medina del Campo, celebrado hace ahora 90 años.
Aquel domingo, 30 de junio de 1935, las JAP comenzaron los preparativos de madrugada. El escenario no podía ser más evocador para una formación que anhelaba la reconquista de España: la explanada situada frente al Castillo de la Mota, última morada de Isabel la Católica. «Frente al recinto, acotado en una extensión de 22.400 metros cuadrados, se había levantado sobre el puente de entrada del castillo una tribuna, en la que se había instalado un altar, y desde la que se dirigían los oradores al público», informaba El Norte de Castilla. La concurrencia fue masiva. Las miles de personas que abarrotaron la explanada (50.000 contaba la prensa conservadora y 8.000 la de izquierdas) procedían no solo de la provincia vallisoletana, sino de otras muchas provincias y regiones de España: Ávila, León, Zamora, Salamanca, País Vasco, Asturias, Galicia, Burgos, Palencia, Madrid, Segovia... Llegaron en tren, autocares, camiones, vehículos particulares y algunas, incluso, en burro.
El avión de Gil-Robles aterrizó en Olmedo, desde donde se trasladó en coche a Medina. Le acompañaban su secretario particular y los ministros de Justicia (Cándido Casanueva) y Trabajo (Federico Salmón). Tras la misa de campaña, oficiada a las once de la mañana por Pedro Martínez Suárez, sacerdote y diputado cedista por León, el líder de las JAP vallisoletanas, Antonio María Valentín, leyó los nombres de los fallecidos de su formación, a cada uno de los cuales la multitud respondió, al unísono, con la palabra «Presente». Después de repasar los puntos programáticos de las JAP y de cantar el himno del partido, Luciano de la Calzada, diputado por Valladolid, recordó que la CEDA se aprestaba a «salvar a España», pues se ahogaba en ese «ambiente corrompido, liberal y parlamentario», y que su pretensión era gobernar para las clases populares: «Ni marxismo destructor ni capitalismo egoísta, dice uno de los puntos de la JAP, pues tan enemigos son unos como otros, y si de buen grado no se llega a un repartimiento de la riqueza, nosotros se las arrancaremos. Queremos hacer una política popular».
Publicidad
También habló el ministro Casanueva, que elogió el lugar escogido para el mitin por su evocación imperial, recordando que ya el mismo «jefe», Gil-Robles, había emprendido la reconquista de España. Este recordó el cometido cedista de «hacer una obra contrarrevolucionaria que requiere esfuerzos constantes y la unión de todos los españoles», prometiendo la reforma constitucional tantas veces anunciada y afirmando, a voz en grito, que no pensaba en dar un golpe de Estado: «Hubo insensato que creía que yo, al pedir la cartera de Guerra, quería con el Ejército dar un golpe de Estado. ¡Qué falta de conocimiento de lo que es el Ejército y de lo que es nuestro partido! Lo primero porque aquél no está al servicio de ningún partido, de ninguna política y de ningún hombre. El Ejército está para el servicio de España, de la nación entera (...). De la ley no nos separamos aunque por ello suframos amarguras. Fuimos al Poder para imponer la Ley a aquellos que quieren salirse de ella y para decir que dentro de la Ley tenemos nuestra fuerza y todas nuestras energías. La garantía del triunfo de nuestros ideales. Un golpe de Estado lo da el que se encuentra en minoría, pero quien, como nosotros, tiene a España entera, tiene bastante con la fuerza de la ciudadanía, con las papeletas electorales, que han barrido del campo nacional, el 19 de noviembre, todos los obstáculos».
Del ambiente que reinaba en ese momento, tanto en la CEDA como en Medina del Campo, dieron cuenta algunos de los carteles que se exhibieron en el mitin: «Jefe: Palencia, cuna del revisionismo, te saluda y te espera en noviembre», «Jefe: La JAP de Ávila te obedece. Mándanos». Otros cedistas, eufóricos, gritaban: «Yo por ti, jefe, doy toda mi sangre». El evento duró en torno a dos horas. El final contó con bandas de música y estallido de cohetes. Gil-Robles partió en avión desde Olmedo, almorzó en Madrid y voló hasta Valencia para impartir otro mitin, aún más apoteósico. Pese a sus pretensiones de reforma constitucional, en diciembre salió abruptamente del gobierno al dimitir el entonces presidente del Consejo, Joaquín Chapaprieta. La aventura de la CEDA en el ejecutivo republicano había terminado.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión