Investigan una agresión homófoba en Valladolid: «Nuestra obsesión era no ser pateados en el suelo»
La pareja regresaba de fiesta cuando fue acorralada por un grupo de jóvenes que, entre insultos, comenzaron a propinarles patadas y puñetazos. Uno de ellos llegó a agredirles con una botella de cristal
Durante la madrugada del pasado domingo, 8 de diciembre, una pareja fue agredida en el centro de Valladolid entre patadas, puñetazos y botellazos al grito ... de «puto maricón».
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Alberto y Daniel, que aprovechaban los días festivos para visitar Valladolid por primera vez, salieron de fiesta tras conocer la ciudad y sus museos durante el día. La confrontación que marcó el final de lo que hasta entonces era una «estancia muy agradable» comenzó en el bar The Low, donde la pareja recibió «comentarios y gestos hostiles por parte de un grupo de chicos y chicas jóvenes, de unos veinte años». No obstante, ambos permanecieron en el local un rato más hasta que, ya incómodos, decidieron marcharse.
Sin embargo, en la puerta del local, uno de los jóvenes le pidió un cigarro a Alberto, «probablemente buscando la confrontación». Al negarse a dárselo, recibió un 'puto maricón' como respuesta, además de otros insultos. «Ante eso reaccionamos, pero más jóvenes se unieron a insultarnos de forma muy agresiva, no solo increpándonos por ir cogidos de la mano, sino que también llegaron a escupirnos», afirma Daniel.
Agresores «de unos veinte años, vestidos de negro y españoles»
Entonces, la pareja decidió buscar refugio en el bar más próximo, también en la calle Macías Picavea: «Explicamos la situación al portero de Black Pearl, que se encontraba a punto de cerrar». Precisamente, en la puerta de este local permanecieron un rato hasta que perdieron de vista al grupo de agresores completamente desconocidos por la pareja —alrededor de cinco personas o más, «de unos escasos veinte años, todos ellos vestidos de negro, algunos con ropa deportiva y españoles»—. Cuando se sintieron seguros, varios minutos después, se dirigieron caminando hacia «alguna calle más grande» con el fin de buscar un taxi.
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Uno de los agresores se abalanzó sobre la pareja con una botella de cristal en mano
Fue a pocos metros de allí, en la cercana Conde Ansúrez, donde ambos se vieron acorralados nuevamente por el grupo de jóvenes: «Permanecieron a la espera y nos siguieron de forma sigilosa para encontrarse con nosotros en un lugar aislado», afirma Daniel. «Ha sido algo claramente premeditado. No nos insultaron hasta que nos encontramos lo suficientemente cerca». Además, uno de ellos empuñaba una botella que, sin mediar palabra, «le rompió en la cabeza a mi pareja al acercarse a nosotros».
Los demás jóvenes, por su parte, propinaron patadas y puñetazos, al mismo tiempo que volvían a escupirles. «Nos defendimos como pudimos para evitar golpes en la cara o el estómago. Nuestra obsesión era no caer al suelo para evitar ser pateados», afirma Daniel, quien considera «un milagro» que, a los pocos segundos, apareciese un VTC por esa misma calle, al que detuvieron «casi tirándose sobre él en movimiento»: «La conductora, desconcertada, se paró a atendernos». «Fue en ese momento cuando los agresores se fueron corriendo», recuerda la pareja. A continuación, llegó la policía, que trató de localizar a los agresores. «También vino una ambulancia, que nos trasladó al Hospital Clínico», donde recibieron atención sanitaria. Milagroso fue también que las consecuencias no fuesen más allá de «un corte pequeño y heridas de poca gravedad».
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Durante la pelea, además, Daniel sufrió el robo de su teléfono móvil: «Noté cómo una mano me sustrajo el móvil del bolsillo, algo que no pude evitar, ya que estaba protegiendo mi cabeza con los brazos para evitar golpes más graves».
«Incertidumbre, miedo y frustración»
Días después, Daniel recuerda el angustioso momento «con frustración porque los responsables sigan por ahí campantes»; así como un miedo latente que le llevó a cambiarse de sitio en el transporte público de su ciudad de origen ante la presencia de un grupo de jóvenes de apariencia y edad similar a la de los agresores, «algo que no me había pasado nunca», relata. «Ha sido lo más violento que he vivido en mis 41 años. Llegué a temer por mi vida», concluye sobre el suceso, cuya investigacion baraja un delito de odio, según fuentes policiales.
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