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Los ladrones de chatarra comenzaron el expolio de los dos cuarteles catalogados del paseo de Arco de Ladrillo (Conde Ansúrez y General Monasterio) a los pocos meses de que Defensa decidiera cerrarlos en un más que lejano mes de marzo del 2000 para agrupar sus unidades en la macrobase de El Empecinado (Santovenia). Atrás dejaron un sinfín de símbolos militares olvidados que poco a poco fueron desapareciendo de las instalaciones a medida que avanzaba la acción de los delincuentes y el vandalismo e, incluso, la ocupación de los inmuebles por parte de indigentes. Y así hasta llegar al día de hoy, cuando el más veterano de los antiguos acuartelamientos, el Conde Ansúrez, inaugurado en 1902 por Alfonso XIII, solo conserva el frontón de su fachada principal, en el que luce el escudo de piedra del Arma de Caballería rodeado de un friso y con las letras que aún rezan su denominación: 'Cuartel de Caballería Conde Ansúrez'. Debajo se encuentra una vieja chapa oxidada en el que se intuye el tradicional 'Todo por la patria'. Pues bien, dichos símbolos militares quieren ser recuperados ahora por la Academia de Caballería, cuando se cumplen dieciocho años del cierre de las instalaciones y quince desde que el Ministerio vendió los terrenos recalificados para la construcción de viviendas.
El Arma al que perteneció el cuartel entre los años 1902 y 2000 ha pedido formalmente a los actuales propietarios de los terrenos, que pertenecen a una junta de compensación formada por siete particulares (bancos y constructoras) y el Ayuntamiento, la pertinente autorización para retirar «los últimos símbolos militares que aún conserva el cuartel Conde Ansúrez, como son el frontón completo con el escudo y las letras de piedra y el letrero situado sobre el portón principal (el de 'todo por la patria'), con el fin de conservarlos y retirarlos de un edificio que nada tiene que ver con el Ejército», según confirman fuentes de la IVSubinspección General del Ejército.
Su solicitud ha recibido ya el visto bueno de los titulares de los terrenos, que acordaron recientemente por unanimidad la cesión de estos símbolos a sus propietarios originales, aunque su retirada no es tan sencilla al encontrarse ambos en la fachada principal de un inmueble más que centenario que, aunque no lo parezca, goza sobre el papel del máximo nivel de protección y conservación por su valor histórico y arquitectónico. Así que Defensa tendrá que esperar ahora a recibir tanto el permiso municipal de obras como de la Dirección General de Patrimonio de la Junta para proceder a retirar dichos símbolos de la fachada catalogada del cuartel Conde Ansúrez. Toda una paradoja legal si se tiene en cuenta que las antiguas instalaciones militares, cuyo interior acoge veintiún edificaciones protegidas, fueron literalmente desmontadas por los ladrones de chatarra a partir del año 2002 para sustraer inicialmente el cableado, puertas, ventanas y el poco mobiliario que quedaba de valor en su interior e, incluso, en una segunda fase más salvaje aún, llegaron a retirar las tejas de la mayoría de los inmuebles para cortar las vigas de hierro de las cubiertas. Y así causaron el derrumbe de media docena de edificaciones y dejaron más que tocadas las otras quince, que carecen de tejados que protejan sus muros de las inclemencias meteorológicas desde hace más de tres lustros.
Los incendios, la ocupación de sus estancias y el posterior vandalismo hicieron el resto hasta llevar el conjunto arquitectónico de principios del siglo XX al borde de la ruina. Eso a pesar de los tímidos intentos de los propietarios de tapiar sus accesos a lo largo de los años posteriores a la venta de los terrenos en 2003. Pero la tozudez de sus visitantes ha convertido esta misión en imposible y el cuartel Conde Ansúrez, situado entre el paseo de Arco de Ladrillo y las calles Transición, Arca Real (parque de la Paz) y General Shelly, continúa abierto de par en par a día de hoy. Los vecinos aseguran que los ladrones han vuelto a cortar algunas vigas de sus edificios en los últimos meses e, incluso, alertan de la presencia esporádica de toxicómanos para consumir drogas, además del paso habitual de jóvenes y grafiteros por el peligroso interior de unos inmuebles que escupen cascotes cada dos por tres. Dueños y visitantes llevan semanas jugando a cerrar y abrir los puntos de entrada del antiguo cuartel. Y por ahora van ganando los segundos.
De la quema, salvo tragedia, solo parece que se salvará el frontón del cuartel Conde Ansúrez, cuyo destino, aún por decidir, apunta al museo de la Academia de Caballería. Si el permiso para retirarlo llega a tiempo.
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