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«Durante estos doce meses solo hemos tenido fuerza y capacidad para poder abrir dos meses. No hago las cosas por capricho; es un negocio ... que ha tenido recorrido y es una pena que no tenga más. Pido disculpas a todos los que se hayan visto afectados». Así justificaba el dueño del centro deportivo Don Sancho, José Milán, el cierre del gimnasio –ubicado en la céntrica calle que lleva el mismo nombre– empujado por las consecuencias económicas derivadas de la pandemia.
Porque no fue hasta este lunes por la mañana cuando Milán notificó a los más de 800 usuarios que el espacio no abriría más sus puertas. También que había presentado un concurso de acreedores. Lo hizo a través de un comunicado en el que lamentaba «muy sinceramente no haber podido dar más información previa», así como las molestias que haya podido ocasionar. «Ha llegado un momento en que no es posible acumular más pérdidas ni volumen de deuda, por lo que nos sentimos obligados a cerrar», rezaba el escrito, que también recalcaba que, a partir de ahora, «toda la administración queda en manos de la administración sucursal, la cual se pondrá en contacto con cada cliente para informarle de cómo poder reclamar todo el dinero abonado y no disfrutado».
La decisión causó malestar entre numerosos clientes, que criticaron que el cierre fuera «repentino», sin previo aviso ni sospecha de que fuera a ocurrir, además de que la dirección les dejara «tirados». Ante ello, Milán afirmó que «cuando se hace un concurso de acreedores hay que seguir una serie de pasos». «Tengo que avisar cuando mi abogado me indica que es el momento, tengo que seguir a mis asesores legales, no puedo informar antes de tiempo», señalaba el responsable del centro deportivo.
Como consecuencia, este mismo lunes, minutos después de recibir el escrito, comenzaron a movilizarse y a unirse para estudiar qué alternativas están a su alcance para recuperar el dinero abonado de las cuotas. Por el momento no descartan ninguna medida a emprender. «Muchos hemos pagado el año por adelantado y el gimnasio cerró el 6 de noviembre, cuando la Junta lo decretó, y no ha vuelto a abrir», coincidían varios de los afectados, que aunque confiaban en la devolución del montante, explicaban que «en ningún momento nos dio a entender que el cierre era permanente».
Que se piense que se ha quedado con el dinero de los damnificados es lo que más «duele» a Milán. «No me he quedado con nada», insistía, mientras incidía en que «no soy un gran empresario ni tengo otra empresa». Ahora, veintiún años después de que el centro deportivo abriera por primera vez sus puertas, le toca empezar de cero. «Me he quedado en la calle, no tengo otros colchones ni vivo de otra empresa. He volcado toda mi vida en este proyecto y lógicamente, cuando apuestas, a veces ganas y otras pierdes. Y yo lo he perdido todo», subrayaba el propietario.
En este sentido, apuntó que desde que la covid irrumpiera en el país «no hemos recibido ayudas de ningún tipo». «El modelo de negocio que tengo no está como para abrir y cerrar. Hay que pagar luz, agua, gas... Es mover una maquinaria muy fuerte y no tenía fuerza económica para más», sentenció Milán.
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