Cuarentena vallisoletana en Nápoles
Víctor Torres y Amadeo González, erasmus de la UVa en Italia, piden responsabilidad a los españoles. Su decisión fue no regresar a casa
Hablan por teléfono con el manos libres desde el balcón del primer piso del número seis de la calle Vico Trucco, situada en pleno corazón de Nápoles, en el denominado Quartieri Spagnoli, un abigarrado y típico caserío de aquella región de la Campania. Hace buen día y toman el aire en esa pequeña terraza que les da cobertura al móvil y les conecta también con la poca vida que hay en las calles de esta ciudad, cuna de la Camorra, que hasta la llegada del Covid-19 era una urbe de bullicio continuo. Las motos ya no sortean de manera arriesgada a los peatones, como es casi norma allí. Prácticamente, no hay circulación de esa tan suya, tan caótica y ágil al mismo tiempo.
Víctor Torres y Amadeo González, erasmus vallisoletanos en Italia, cumplen ya tres semanas de cuarentena en esa casa de estudiantes, que ha pasado de alojar a siete personas a contar con tres inquilinos. Estos veinteañeros decidieron aguantar en la que es la zona cero europea de la pandemia. «Cuando les decía a mis amigos en España que allí también se iba a cerrar todo, no me creían, '¡pero Torres, qué chorradas dices!'», comenta Víctor, tercero de Magisterio de la UVA, ahora matriculado en la Suor Orsala Benincasa. En Valladolid, por aquel entonces, todavía se salía de fiesta. Era inimaginable. «A nosotros nos pasó lo mismo, al principio, no te lo crees, te lo tomas a coña», reconoce.
Su determinación de no regresar a España la tuvieron clara desde el principio. Volver era ponerse en riesgo y poner en peligro también a los suyos. «Mis padres ya tienen 65 años», acota Amadeo. Otros, muchos, decidieron salir pitando, bien en vuelos directos hasta que se permitió, o haciendo escala, algo que ambos siguen sin comprender. «España cerraba fronteras con Italia y aquí el Consulado te animaba a que volvieras a través de otro país incumpliendo su propia ley, la verdad es que no se entiende, es un surrealista y un poco vergonzoso», remarca Víctor. ¿Por qué no volver? Por el riesgo de, de no tenerlo, «cogerlo por el camino» en el largo trayecto a Roma en tren, luego en ferry a Barcelona, de ahí a Madrid, y finalmente hasta Valladolid. Muy temerario.
Ellos siguen a rajatabla el confinamiento decretado. «Lógicamente nuestras familias estaban preocupadas, aunque con el tiempo se han ido tranquilizando, porque saben que estamos siguiendo todas las recomendaciones, salimos de casa lo imprescindible y estamos bien», subraya Amadeo, también miembro de la Universidad de Valladolid y que prepara el trabajo de fin de grado de Derecho en la Federico II de Nápoles.
Como es lógico les gustaría estar cerca de su gente, pero ambos son conscientes de que manda la prudencia y la responsabilidad, cuando las UCIs allí están hasta arriba y los muertos no paran de subir. Hasta el 14 de abril, en principio, está decretado el encierro forzoso y no descartan que se alargue. Y ya, de paso, nos avisan a los españoles, «a la familia y a los amigos». «Seguro que allí, también». «Hay momentos de debilidad, pero los estamos superando juntos y en contacto teléfonico con los nuestros», comentan.
En esta realidad -una película de miedo- la entereza hay que mantenerla. En Italia se lo han tomado muy en serio. De irresponsables, nada. «Aquí si no cumples con las normas, los propios vecinos y la gente del barrio te reprende, se enfadan, puedes tener problemas; la gente, que es muy buena y amable en general, para esto es tajante si haces el tonto», dice el futuro abogado. Hicieron una «compra grande» hace ya tiempo en el súper y ahora reponen «en un paquistaní de abajo». Ojo. A un metro de distancia como mínimo un cliente de otro. Precauciones máximas. A las seis de la tarde en Nápoles se establece una especie de toque de queda. No hay excepciones prácticamente y al que identifican sin una justificación seria le multan, según relatan. 250 euros y cárcel hasta tres meses, recitan los erasmus paisanos.
Torres ha empezado las clases virtuales, aunque tímidamente y tienen tiempo para echar un póker, jugar al 'uno', hablar con la familia o los amigos por videollamada, ver series... Asegura Amadeo que ya ha leído que el coronavirus está pudiendo con la mismísima mafia de la Camorra en una ciudad con «encanto y gente majísima, pero sin ley». «Siempre ha existido y tiene un poder fuerte; se les nota en la calle, gente que no es normal, que vigila», desvela Amadeo. Cuando desembarcas en Napolés, coinciden, dices «'¡dónde coño me he metido!, pero luego le coges cariño».
Ahora allí cuelgan pancartas con el 'Andrà tutto bene' (saldrá todo bien), aplauden como nosotros desde los balcones y se dan ánimos a distancia. «La gente se ha unido mucho», destacan, al tiempo que agradecen el trato de la UVa desde Valladolid, que ha estado «pendiente». También sus profesores italianos. La Vía Toledo, «el Paseo de Zorrilla aquí», ha pasado «de estar a reventar» a verse solo policía, porque, eso sí, en Nápoles «militares en la calle siempre ha habido». La alerta antiterrorista es cuasi permanente. Reconoce Víctor que pasaron por alguna tentación al principio de hacer honor a la vida erasmus y montar alguna cena con fiesta. No lo hicieron. Y ahora, menos.
Ambos tienen confianza y esperanza, aunque prefieren pensar que todo se puede alargar para no frustrarse luego. Un virus paralizando el mundo. «¡Y nosotros de erasmus, es increíble la situación, inimaginable!». Dice Víctor que estos días le ha dado tiempo a pensar, a meterse en él mismo y darse cuenta del valor que tienen algunas cosas sencillas. Salir a tomar una caña, dar un abrazo a un amigo. «Pensamos que vivimos en el siglo XXI y que nada nos puede pasar y mira», apuntala Amadeo. Los dos son críticos, aunque respetan, a los que salieron rápido de Italia y recuerdan que a sus colegas que regresaron a España «nos les hicieron pruebas de nada al llegar». Víctor pide a la gente que se quede en su casa, «que no es el fin del mundo y hay que hacerlo por nuestra gente y por nuestros mayores; si quieres a España y a los tuyos, quédate en casa», insiste Torres. «No ves el peligro hasta que lo tienes encima». Y tanto. Ellos esperarán a que amaine. Su idea es completar el curso allí, pero, de momento, en Italia también todo son incertidumbres.
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