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Antonio Arango posa en la BMW R90 que ahora utiliza «como moto grande». :: A. G. E.
PINGÜINOS 2011

Las máquinas del tiempo

Restaurar motos antiguas, una pasión que permite descubrir auténticas joyas

ANTONIO G. ENCINAS agencinas@nortecastilla.es twitter.com

Viernes, 7 de enero 2011, 13:37

Antonio Arango y Manuel Giraldo tienen algo en común cuando abren el portón de sus garajes. Les brillan los ojos. Lo que van a mostrar a la cámara no son solo motos. Son tesoros. Joyas que han adquirido una pátina nostálgica aderezada con cientos de horas de trabajo y mucho dinero invertido. Les diferencian algunos matices. Por ejemplo, Antonio es un fanático de la mecánica. Se ha atrevido a modificar «una Zundapp KS 600, del año 39. Es una superbike, una moto muy rápida que utilizó el ejército alemán, las trajo a España la famosa Legión Cóndor». Cinco años dice que le ha costado tenerla plenamente operativa. «Pero ahora que ya está bien va como un cañón», dice orgulloso.

Manuel, sin embargo, es más de desmontar, volver a montar, limpiar, pulir. «No soy mecánico», advierte. Así que fotografía cada pieza, las coloca cuidadosamente en un garaje en el que cada cosa está en su sitio y las trata con el máximo mimo posible. De esos cuidados salió la asombrosa transformación de una Peugeot herrumbrosa que ahora luce brillante, o la puesta a punto de su primera moto, una Derbi Antorcha. Su afición llega incluso a las bicicletas. Allí tiene, colgadas en perfecto estado y a falta de un cubrecadenas original en una de ellas, una bicicleta que fue de su padre y la primera que tuvo él.

En la nacionalidad de sus monturas también difieren sus gustos. Manuel Giraldo habla con devoción de una hermosa «Bultaco Metralla, que el año que salió en el 62, eran las motos que andaban en España. Con estas motos se han corrido muchos grandes premios». Son grandes motos, que además funcionan perfectamente y que aceleran más de lo que frenan. «Hay que tratarlas con cuidado, porque son difíciles de frenar», advierten ambos.

A Antonio Arango, en cambio, le van más las motos alemanas, por ejemplo, o de Europa central. Cóndor, DKW, Zundapp, BMW... Marcas emblemáticas. «Si me pongo a restaurar una moto, tiene que ser grande. La clásica española la he hecho, son muy bonitas, pero el tema de los repuestos...», justifica. Es mucha la inversión en horas y dinero que precisa cualquiera de estas motos, pero a la hora de recuperar parte de esa inversión, es más fácil hacerlo con una BMW clásica. Lo que no quita para que almacene en su garaje una peculiar Vespa 50cc «que perteneció a Julito Cardeñosa cuando jugaba en el Real Valladolid juvenil». O una Montesa que fue su primera moto restaurada y que guarda con todo el celo al que obligan las seiscientas horas que trabajó en ella. «Con las llantas estuve puliéndolas, una sola, durante 35 horas. Y quemé un minitaladro», confiesa.

El gusto por lo clásico

Les separan esos detalles, pero les unen los carteles que asoman en las paredes de sus garajes-talleres. Concentraciones en Colombres, Tordesillas... Un año, otro, otro. Fieles y apasionados. «Lo que nos gusta son las motos clásicas», dice Manuel, «ahora no queremos disfrutar de la velocidad, sino de un buen rato con los amigos en los que charlamos de nuestra afición, que son las motos, y sobre todo la recuperación y la restauración de este patrimonio industrial». Por sus manos han pasado una Honda deportiva, una Harley Softail Heritage, una BMW... Y su Derbi Antorcha, claro. «La afición nos viene desde los 16 años, y no hemos podido dejarlo hasta ahora, que ya tenemos 54», confiesa. «Ahora mismo tengo siete, una moderna y seis antiguas». También Antonio empezó desde cero, «con motos pequeñas», pero al final el gusanillo de las clásicas le ha llegado tan a fondo que incluso su moto de carretera es una gran clásica. La BMW R90 con la que posa orgulloso. La enciende y el rugido del motor asusta.

Acabado el reportaje, Manuel vuelve los ojos a la Sanglas que tiene entre manos. El motor está en la encimera, esperando una limpieza a fondo. Antonio sueña en voz alta. «Me gustaría tener una Vincent Black Shadow... pero estamos hablando de mucho dinero, de unos 50.000 euros para arriba».

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