Panteón de los ilustres

EL miércoles se van a enterrar en el cementerio municipal de Palencia las cenizas de Trinidad Arroyo y de su marido, Manuel Márquez, y ahora, ante tan magna e histórica inhumación, resultaría un buen momento para plantearnos por qué Palencia, al igual que otras ciudades, no podría disponer de un panteón de palentinos ilustres.

Valladolid lo tiene, y en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres descansan Miguel Delibes (la última incorporación), los escritores José Zorrilla y Rosa Chacel, el bailarín Vicente Escudero, el investigador Pío del Río Hortega, el pensador Ricardo Macías Picavea o el poeta realista Emilio Ferrari. La corporación municipal aprovecha la Festividad de Todos los Santos para tributarles un sentido recuerdo, y son muchos los vallisoletanos que gustan de visitar el panteón para dejar unas flores a sus paisanos más ilustres.

Un buen ejemplo el de Valladolid, y próximo, sobre todo porque los españoles nunca hemos sabido enterrar bien a nuestros mejores muertos. A los franceses y a los ingleses se les muere un ilustre personaje y le entierran en un lugar honorable, y allí recibirá la visita de sus admiradores, fetichistas o no, por los siglos de los siglos. En España, no. Los restos de Miguel de Cervantes, nuestro William Shakespeare, no se saben con certeza dónde andan, y a Francisco de Goya le falta su cabeza y hasta ha tenido cuatro tumbas. Por poner solo dos ejemplos notables de dos de nuestros grandes.

Así que en Palencia también parece que somos muy españoles y preferimos tener diseminados a nuestros ilustres palentinos. Bien es verdad que las cenizas de Trinidad Arroyo y de su marido van a reposar en el panteón que la familia Arroyo tiene en el cementerio municipal de Nuestra Señora de los Ángeles, junto a Jerónimo Arroyo y su hijo Gaspar. Algo es algo, pero otros palentinos de renombre han muerto en las últimas décadas, como Germán Calvo, por citar un ejemplo, y no se ha sabido dar una unidad a esos muertos que haga más grande a Palencia y a los hijos que ha dado.