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JOSÉ MARÍA CILLERO
Domingo, 1 de agosto 2010, 11:17
Hace muchos meses ya que se supo que el fundador de Dire Straits iba a ser el cartel de la quinta edición del Festival Músicos en la Naturaleza y ya desde el primer momento se intuía que era esa una buena elección para un concierto frente a las cumbres del circo glaciar. Y es que el maridaje de montaña, masa arbórea, cielo estrellado y ritmos rock con una fuerte herencia folk era perfecto. Y llegó esa noche, la de ayer, y los mejores pronósticos se confirmaron.
Y es que lo de esos dos fue un auténtico flechazo. Knopfler y Gredos, Gredos y Knopfler. Amor al primer acorde con más de once mil almas de testigos de un romance que convirtió la noche en perfecta y que dejó, cuando el de Glasgow y los suyos abandonaron el escenario, rostros de complacencia.
La gala había calentado una hora antes con la voz de Pieta Brown y la guitarra de Bo Ramsey como teloneros. Ambos fabricaron las coordenadas rock-folk-blues que necesitaba la noche para que después el repertorio del ex Dire Straits, catorce canciones que repasan todas sus etapas creativas, cortase al aire serrano como mantequilla.
El artista nacido en Glasgow, que antes de triunfar en el 'show business' probó ocupaciones ocasionales poco reconocidas y mal retribuidas como la de granjero, empleado de almacén, albañil o periodista, arrancó la velada con el tema que ha abierto todos y cada uno de sus conciertos de esta gira, 'Border Reiver', que también es el arranque de su sexto disco en solitario, 'Get Lucky', que da nombre a la gira. Ritmos con aires irlandeses de folk y un buen trabajo de toda la banda. Knopfler, como en todas las actuaciones de esta semana, no pudo levantarse de su silla, aquejado por unos fuertes dolores de espalda que le obligaron a someterse a una sesión de masajista minutos antes de su salida al escenario.
Después, un paseo por sus primeros álbumes en solitario, con fuerte presencia del segundo, 'Sailing to Philadelphia', de la mano de 'What Is It', un tema que recuerda al estilo Dire Straits y que tuvo un efecto estimulante entre el público, y la más lenta pero soberbia 'Sailing to Philadelphia', que da título a ese disco. Además, una parada en su tercer trabajo en solitario, 'The Ragpicker's Dream', del que escogió 'Hill Farmer's Blues'.
Desde ahí, salto a uno de los primeros guiños al público que llenaba la campa de la finca El Mesegosillo, dos himnos de sus mejores tiempos en Dire Straits, 'Romeo y Julieta', de su álbum 'Making Movies', tercero de la banda, interpretada con su dobro primero y su Stratrocaster después. Al finalizar esta canción, la banda dedicó un guiño al público con las notas del oe, oe oe en recuerdo de la obtención del triunfo español en Sudáfrica. Su siguiente tema, cómo no, el momentazo, su primer éxito, la canción que le consagró definitivamente cuando todavía no había muerto la década de los setenta, 'Sultans of Swing', del lp de debut 'Dire Straits', que Knopfler vuelve a alargar a base de sacarle oro a sus seis cuerdas, para deleite de tantos de sus incondicionales, que recordaron aquellas audiciones caseras de casete en las que, a falta de guitarra de verdad, una vieja raqueta, hasta una escoba, servían para emular los riffs de un artista cuyas fotos mostraban a un joven flaco, con pelos de loco mal sujetos con una cinta de tenista.
Sultanes provocó el delirio. Poco importó que el guitarrista zurdo que toca con la derecha estuviera sentadito y justito de voz, lo suyo fue de alquimista que sabe cuál es la fórmula con la que lograr la reacción deseada.
A esas alturas de la noche, en el ecuador de la actuación, a nadie le quedaban dudas de que encima del escenario había una concentración de talento como pocas veces se ha visto en el rock, pero también de amistad y de complicidad. Además de Mark Knopfler, con su voz, que quizá haya perdido intensidad pero con matices que llega a recordar a la de Dylan, y su maestría en el 'fingerstyle' (tocar la guitarra sin púa), estabanGuy Fletcher al teclado, Danny Cummings (batería), Richard Bennet (guitarra), Glenn Worf (bajo), Matt Rollings (teclados), John McCusker (violín) y Mike McGoldrick (flauta).
Tras ese momento de éxtasis, la noche volvió a los discos en solitario del artista que se crió en Newcastle, con temas más calmados como 'Done with Bonaparte', de 'Golden Heart', su primer elepé en solitario. Nuevamente ambientes folk. Una canción que bien podrían haber escogido los Celtas Cortos para el disco de versiones que están a punto de lanzar al mercado. Después, el Knopfler más dylaniano, con 'Marbletown', de su tercer elepé en solitario, 'The Ragpicker's Dream'.
Los últimos acordes de ese tema dieron paso al 'sprint' final de emociones. 'Speedway at Nazareth', del 'Sailing to Philadelphia', que evoca esas palizas por carreteras solitarias del medio oeste americano a lomos de una vieja Panhead y con la que el público disfrutó de lo lindo, gracias a un ritmo que va ganando en intensidad y a un punteo marca de la casa.
La última canción antes de la primera parada fue 'Telegraph Road', del cuarto disco de Dire Straits, cuya letra trata de arrancar algo de optimismo a una sórdida realidad. La banda de con la que Knopfler firmó sus grandes éxitos en estado puro, una canción que quizá estaba llamada a ser temazo, pero que se vio en parte eclipsada por la cantidad de 'hits' que el de Glasgow firmaba en aquellos años.
Los bises
Después, la ceremonia habitual. Banda que abandona la escena. Público que no se lo cree... que si sí, que si no, que si eo eo... y, claro, los bises. Y qué bises. Aquí ya no hay tío páseme usted el río. Aquí, Straits a saco. Juzguen si no. Para empezar, 'Brothers in Arms', del disco del mismo nombre y quinto del grupo, el que marcó el cénit y con el que también se inició el declinar de los Dire Straits.
'Brothers in Arms' es la canción que Mark Knopfler siempre declara que soñó con haber compuesto, con un gran contenido antibelicista y cuya letra la hacía imprescindible en el concierto de ayer en Gredos. «Estas montañas envueltas en niebla / Son ahora mi hogar / Pero mi hogar está en las llanuras / Y siempre lo estará / Algún día regresaréis a / Vuestros valles y granjas /Y ya no desearéis /Ser hermanos en armas». Tras esta, otro éxito de aquel celebrado 'Brothers in Arms', 'So Far Away', pegadiza e idónea para el directo, por mucho que no nos hable del Knopfler más inspirado como letrista.
El 'show' finalizó con un regreso a su último disco en solitario. Con 'Get Lucky' cerró lo que con 'Get Lucky' había abierto. Si para el comienzo escogió 'Border Reiver', el primer corte del álbum, para el final dejó 'Piper to the End', la canción que cierra el disco y que Knopfler ha dedicado a su tío Freddie, que tocaba la gaita en la brigada escocesa Tyneside (Black Watch, regimiento Royal Highland, primer batallón), y tuvo que ir a la guerra con su instrumento y en mayo de 1940, con solo 20 años, murió en el norte de Francia.
Y es que, como iba la noche, nada mejor que dedicarle al cielo la última canción de un concierto que, lo decían las caras de los que desfilaban rumbo a sus casas, a los hoteles de la zona, a las tiendas de campaña, deja el listón muy alto para próximas ediciones del festival que convierte la entrada al parque de la Sierra de Gredos en escenario de rock en una noche de verano.
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