Espectáculo de plumas

Cuando se trata del arte de ligar, el macho de avutarda es todo un experto. Y poco discreto también. Propio de los paisajes agrícolas de la estepa castellana, protagoniza un cortejo nupcial que comienza aproximadamente con los primeros rayos de sol de la primavera y que se caracteriza por ser muy llamativo. El macho, unas tres veces más grande que la hembra, hace una costosa exhibición de su plumaje, que puede verse, según los expertos, incluso a más de un kilómetro de distancia.

El proceso de apareamiento comienza cuando el macho de avutarda se coloca en el Lek, o arena de exhibición. Una vez allí, da la vuelta a su plumaje, de tal forma que las partes inferiores de las plumas primarias y secundarias, que son blancas, se colocan hacia arriba. El plumaje desplegado pasa a ser el punto más alto del cuerpo y la bola blanca de plumas se contrae para atraer a la hembra.

En la arena de exhibición se reúnen todos los machos y es la hembra la encargada de elegir pareja para el apareamiento. «La hembra detecta la calidad del macho, valorando una serie de parámetros, como el color o la forma de las plumas», explica Juan Carlos Alonso, parte del equipo de investigación de la avutarda del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Tras el apareamiento, el macho no forma pareja estable con la hembra. Es esta última la que se encarga de criar a los pollos.

Entre 30 y 40 segundos

La cópula dura entre 30 y 40 segundos y el periodo de incubación de los huevos se extiende a un par de semanas, en las que la avutarda crea un falso nido en el suelo mediante el aplastamiento de la vegetación. Las hembras son fértiles desde los dos años. Sin embargo, asegura Alonso, suelen tener una cría cada diez años. «Ponen huevos cada año, pero la mayoría se pierden bien por las aves invasoras bien porque se mueren al nacer». Algunas, incluso, no llegan a tener pollos nunca. A pesar de la baja tasa de reproducción de la especie, tienen una larga vida, en torno a los 14 años.

Castilla y León alberga las poblaciones de avutarda más importantes de la Península Ibérica, ya que tiene unos 14.000 ejemplares en época reproductora, lo que supone el 46% de los ejemplares del país. Y la mayoría de las avutardas se concentran en las provincias de Valladolid y Zamora. De hecho, la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, en Zamora, presenta las mayores densidades, incluso a nivel mundial.

Además, según el último censo facilitado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, que data del 2008, la población de avutardas en la comunidad aumentó en diez años un 30%, debido, sobre todo, al incremento de cultivos de secano. «Una de las actuaciones específicas que se llevan a cabo para la protección de las avutardas es la intensificación y mantenimiento de cultivos como la alfalfa», explica Javier Ezquerra, jefe de servicio de espacios naturales y especies protegidas de Castilla y León.

A pesar de la buena salud de la que gozan en la región, estas aves están catalogadas como vulnerables, según el Libro Rojo de las Aves elaborado por la Sociedad Española de Ornitología, y de «interés especial», según el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Los principales problemas a los que se enfrenta esta ave son los cambios en el régimen de cultivo a siembras de regadío, la creación de un entorno urbanístico que daña su hábitat y los tendidos eléctricos.

Movimientos torpes

«Las avutardas no mueren electrocutadas, sino por colisión, debido a que es el ave voladora más pesada y sus movimientos torpes la impiden maniobrar bien», subraya Ezquerra. En el último año murieron 20 ejemplares en la región, la mayoría de ellos en Valladolid y Palencia.

Por ello, existen Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en la mayor parte del territorio con presencia de avutarda. En Castilla y León hay en torno a 120 zonas especialmente protegidas, que permiten el desarrollo y permanencia del sector agrario junto a la preservación del ave.