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I. R.
Miércoles, 2 de junio 2010, 02:42
Benavente vive hoy el día grande de sus fiestas. Ese que comienza con el disparo de tres bombas, la primera de ellas a las nueve y media de la mañana. Es el primer aviso para que los niños se vayan despertando y, a la carrera, se vistan y desayunen porque solo tienen un cuarto de hora de plazo para salir de casa. A las diez menos cuarto, la segunda bomba les avisa que vayan tomando posiciones. Tienen solo quince minutos para colocarse en el punto en el que quieren ver al toro del alba. Diez de la mañana, la tercera bomba avisa que el torito del alba 2010, 'Peleona', está en la calle. Es el primer espectáculo tradicional de las fiestas de interés turístico regional y para verlo son miles de benaventanos y aficionados venidos de fuera los que llenan las calles de la ciudad.
Un frenético recorrido les espera por lo más histórico del tramo urbano antes de llegar al Ferial, donde pequeños y grandes culminan la fiesta cuando el animal llega al matadero. Y tras el esfuerzo físico que ha impuesto la carrera, llega la hora de reponer fuerzas. De ello se encarga el chocolate con bizcochos que toda la ciudad disfruta en los paseos de la Mota. Este año, ofrecido por el Parador Nacional Fernando II.
Espectáculo infantil
La mañana es de los niños y el espacio para disfrutarla, los jardines de la Mota. Allí, tiene lugar el espectáculo infantil 'Druidas', con el que los más jóvenes disfrutarán hasta la hora de la comida.
A las seis de la tarde, de nuevo la ciudad despierta. Son las peñas, su sección infantil y juvenil, las encargadas de abrir boca e ir calentando el ambiente con el desfile mayor que desde la Mota atraviesa el centro urbano hasta el Corrillo de San Nicolás. Al finalizar, habrá llegado la hora de prepararse para la gran cita. Pequeños y mayores se dirigirán a sus balcones respectivos. Amigos y familiares con ventanas y balcones en algún punto del recorrido son los encargados en este día de estrechar lazos, porque verán cómo su casa se llena con los conocidos que acuden a ver pasar el toro.
En los puntos de mayor visibilidad, desde las tres de la tarde empieza a pertrecharse el público de mayor edad. Los puntos más solicitados, los cuestos del Toril, enfrente de la salida, donde es habitual ver sombrillas, neveras y periódicos para hacer frente a la larga espera. También la Cuesta del Río, donde el mirador de la Mota y el aparcamiento subterráneo ofrecen una buena perspectiva de la calle de la Sinoga y la Cuesta del Río hasta la entrada en la plaza Juan Carlos I. Otro nutrido grupo de personas opta por los cuestos de la calle Los Carros, aunque aquí siempre llega uno con el temor de que el toro no llegue hasta allí y se queden con las ganas de ver los cuernos de 'Madriledo'. Claro que, algún año han sido los más privilegiados, porque allí mismo se ha parado el toro y por negarse a continuar lo han disfrutado un largo rato, incluso el último. A las siete y media de la tarde, con la tercera bomba, la tensión llega al máximo. Para esa hora, miles de corredores se habrán situado a lo largo del recorrido y saltarán nerviosos hasta ver la punta de la maroma. Sube la adrenalina, llega la emoción, comienza el riesgo.
Al término de la carrera, la Plaza Mayor recibirá al público con música de Onda Futura, que animará el ambiente hasta las doce, hora del toro de fuego. Tras la macrodiscoteca, de nuevo las peñas son las protagonistas. Todas en la calle hasta el amanecer.
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