«Virtuoso es aquel capaz de transmitir estados de ánimo»
El intérprete ruso tocará en el Miguel Delibes el día 13 obras de Mompou, Liszt, Albéniz y Schumann
VICTORIA M. NIÑO
Jueves, 11 de marzo 2010, 01:58
Es un hombre grande que sobrevuela el teclado cuando se sienta al piano. Arcadi Volodos (San Petersburgo, 1972) convierte la archiconocida 'Marcha nupcial' de Mendelssohn en algo distinto. Pianista poco precoz, ha desarrollado la habilidad técnica pareja a la expresividad. Amante de la vida española que la celebridad le obligó a abandonar, acaba de sacar un disco en directo grabado en el Musikverein con obras de Scriabin, Ravel y Schumann.
-¿Qué hilo conductor engarza el programa?
-Está organizado en dos partes. Por un lado los dos músicos españoles, Mompou y Albéniz que creo tienen relación con Liszt. Si se estudia la factura de la música de Albéniz se ve la influencia de Liszt y de los clavecinistas. Y una segunda parte que es otro mundo, el de Schumann.
-¿Conoció la música española en la Escuela Reina Sofía?
-La descubrí estudiando en Madrid sí porque en Rusia no era conocida.
-¿Es un honor o asusta la comparación con Vladimir Horowitz?
-Fue más una cuestión de marketing ya que mi carrera artística está marcado por Sony y esa era la casa que catapultó a Horowitz. Como toqué una transcripción de él en mi primer disco de 1996, pues en seguida surgió la conexión. Pero de hecho hace mucho que no lo toco. No somos el mismo modelo.
-¿Sony le libró de pasar por los concursos para abrirse camino?
-Tuve una gran suerte. Yo no estaba preparado moralmente en ese momento para lo que me sucedió, no podía ni imaginar que fuera a ser así. Yo no estaba hecho para los concursos, para su rigidez, para pasar una prueba temprano y prepararte para otra. Eso no va conmigo. No afronto el piano como algo obligatorio y estricto. Fui realista, me quedé en España, me gustaba el sol, el ritmo de vida, el sentido del relajo. Cuando apareció Sony, me propuso el disco y una gira por EE UU. De repente pasé de ser alumno feliz en España al mundo de los viajes, de los recitales cada dos días. Me deprimí mucho, pensé en abandonar.
-¿Cuándo y por qué cambió la voz por el teclado?
-Mi madre me obligaba a estudiar en un colegio llamado Capella especializado en formar gente para dirigir corales. Y allí estudié por obligación, pero mi amor por la clásica y por el piano surgió un poco más tarde, a los 14 o 15 años. Mi padrastro era un coleccionista de vinilo y tenía muchos discos. Escuché a Rachmaninov, Serkin, Kempff. A los 16 años me presenté a un examen y claro me dijeron que no tenía el nivel, porque los otros alumnos habían comenzado mucho antes. Pero al final entré.
-¿Qué es el virtuosismo?
-Manejamos un sentido del virtuosismo muy primitivo, el que se refiere a mover los dedos de forma rápida sobre el teclado y para mí eso no tiene nada que ver con el virtuosismo de verdad. Virtuoso es aquel que transmite, el que es capaz de comunicar estados de ánimo, fluctuaciones emocionales. Y eso es algo multidimensional, como muchos niveles, que va mucho más allá de lo que puede hacer un mono, moverse rápidamente, eso es algo banal. Hay verdaderos virtuosos en los que son capaces de crear una atmósfera sonora mágica como Sofronitski, Richter, y lo hacen sobre pianos antiguos y modestos, en una grabación defectuosa y sin embargo se transmite esa magia.
-¿Qué piano prefiere?
-Los Steinway han cambiado mucho desde que empecé. Ahora son brillantes y agresivos, atienden mucho al aspecto visual. A mí me gustan los pianos más íntimos, de sonido más reducido. De hecho cuando toco en un sitio pido si tienen piano de cámara, me gusta más.
-¿Y de entre sus mayores, qué modelo de pianista admira?
-No he cambiado de maestros, sigo admirando a Rachmaninov, Cortot, Sofronitski, Walter. Entre los españoles, Alicia de Larrocha.
-Se prodiga poco ¿no quiere quemarse en el escenario?
-Yo necesito descanso y desconectar. No puedo tocar más de 50 conciertos por año. Hay quien puede con 150, pero yo necesito un periodo largo de descanso en el que no toco ni en casa, de entre uno y dos meses. Necesito el silencio y así cuando regreso cada modulación es como si la hiciera por primera vez. No quiero convertir mi trabajo en rutina, cada concierto es un evento distinto. La música es maravillosa, pero ser pianista profesional puede ser un infierno.
-¿Cómo descansa del piano?
-Me gusta estar en las montañas, vivir sin ruido y fotografiar. No nos damos cuenta de que la vida es muy corta y que las relaciones humanas son las que merecen la pena. Escuchar, pasear, tiene más valor para mí que vivir en el avión.
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