Valladolid
Los dueños del Mesón Herbe se jubilan tras 47 años «al pie del cañón»El veterano negocio hostelero de la calle Gregorio Fernández, que regentan Javier y Reyes desde 1978, pasará a manos de la tercera generación familiar
Lorena Arias Duque
Valladolid
Domingo, 6 de julio 2025, 19:17
«Se dice que quien no conoce el Herbe no es de Valladolid». O eso afirma Reyes Hernández con la cabeza alta y una sonrisa, orgullosa, como una patriota de los fogones tras los que ha prestado servicio incondicional a su ciudad durante casi 50 años en su negocio de la calle Gregorio Fernández, una perpendicular al Paseo de Zorrilla, junto al colegio Lourdes. Ella misma así lo cuenta: «Tanto mis hermanas como yo hemos ayudado a mis padres siempre que hemos podido y hemos estado aquí al pie del cañón. Siempre». En 1978, también su marido, Javier Domínguez, tomó su lugar tras la barra del mesón, con apenas 16 años y un hijo a cargo de ambos. Hoy, el matrimonio espera su inminente jubilación, con una sentimiento agridulce entre las ganas de disfrutar esta etapa venidera y la nostalgia por la que dejan atrás.
Aún recuerda Reyes cómo todo empezó con una bodeguilla en San Benito, mucho antes de que sus padres fundaran el mesón y sus tíos extendieran su nombre a otros establecimientos hosteleros. Después, tomaron el relevo ella y sus hermanas. Ahora, les toca a su hijo David y a su mujer Cristina, una suerte de la que son conscientes ambos propietarios en los tiempos que corren, sabiendo que otros negocios de su entorno han echado el cerrojo sin posibilidad de relevo generacional ni traspaso. Casos como el suyo «pasan cada vez menos», se lamentan. Es el precio de ser autónomo hoy en día. También, de la dureza de un oficio como la hostelería, «muy bonito, pero muy esclavo», califica la hostelera.
Salir de casa a las seis y media de la mañana, volver a las once y media de la noche, y repetirlo día tras día ha sido la realidad de la pareja durante 47 años. «El cuerpo ya pide descanso», reconoce Javier. Sin embargo, las despedidas nunca son fáciles. «Para mí es mi casa», asegura su mujer.
Un clásico en el tiempo de los cachis
Famoso por sus tapas, y por ser uno de los primeros bares en ponerlas en Valladolid, Herbe puede jactarse de haber acogido a muchas generaciones de comensales y de muchos tipos: alcaldes, médicos, consejeros de Sanidad. Algunos de ellos ya frecuentaban el local en la última veintena del siglo pasado, cuando el mesón vivió una de sus mejores épocas.
Fue ese tiempo en que la calle Francisco Suárez se llenaba de juventud ansiosa de vida, en pleno proceso de Transición Democrática. Entonces, se pusieron de moda los bares de cachis y, después, había que ir a por el bocadillo a aquel rincón acogedor de Gregorio Fernández: Herbe. Fue una época próspera, que pasó, como todo, pero dejó en la gente de entonces un recuerdo imborrable. «Todavía muchos pasan por aquí y se asombran. «¡Pero si seguís aquí los mismos!», nos dicen», apunta Domínguez orgulloso. Y, aún más, se alegran al encontrar que «todo sigue igual».
El matrimonio se ha convertido en un par de vecinos más del barrio y su restaurante, en un emblema. «Cuando vamos por el Paseo de Zorrilla, vamos saludando a todo el mundo, nos paran todo el tiempo», explica Hernández entre risas. De aquella etapa dorada, no solo quedó una buena clientela fija; también, buenas amistades.
Las enseñanzas de la pandemia
No fueron todos buenos momentos para el mesón. Para sus propietarios, como para el resto de hosteleros, la pandemia de 2020 supuso un vuelco a su estabilidad y a su vida. Fueron años de crisis, donde los gastos seguían exigiendo a pesar de no haber ingresos. Varios empleados buscaron otras ocupaciones, algunos, con una trayectoria de décadas. Con la reapertura, el Herbe cerró su comedor del sótano, que por el momento no tiene fecha de recuperación. En cambio, se inauguró la terraza, que tuvo una excelente acogida.
Pero, si algo bueno tuvo la pandemia para los hosteleros, fue el descanso inigualable del que gozaron, muchos de ellos por primera vez en sus vidas, como es el caso de Javier Domínguez y Reyes Hernández. «Nos dimos cuenta de que había otra vida», admite la segunda. Algo parecido contaba Plácido Herrador, camarero de toda la vida en Herbe, que también decía adiós a una trayectoria de casi medio siglo a las puertas de su jubilación a través de este periódico.
«Es lo mejor que tiene el Herbe, su gente»
Reyes Hernández
Familia. Es este el ingrediente singular que hace de Herbe un lugar tan acogedor, diferenciado de las cada vez más habituales franquicias del centro de la ciudad. Javier cree que los restaurantes de barrio como el suyo ofrecen algo distinto, único. «A la gente le gusta el mesón, la comida de toda la vida», dice convencido. 47 años de experiencia le ha servido para constatar que la familiaridad del trato entre clientes y camareros es la base para que un negocio llegue a ser querido y reconocido. «Aquí todos son amigos que vienen a tomarse el vino, nunca hay nadie que esté solo, es lo que tienen los negocios pequeños».
Lo que resta es un legado de recuerdos y experiencias recíproco tanto de parte del matrimonio como de los clientes y vecinos del barrio. «Tenemos aquí la vida aquí», sostiene Reyes. Sentados codo con codo en una mesa del restaurante, apenas unos minutos antes de iniciar el turno de tarde, ambos sonríen al coincidir en que Herbe «le ha dado mucha vida al barrio» y a ellos, en lo personal, les ha dejado grandes amigos. «Si es que es lo mejor que tiene el Herbe, su gente», asevera la mujer con gesto vigoroso.
Ahora, la entrañable pareja de propietarios del mesón, cocinera y camarero, esperan con muchas ganas el momento de seguir disfrutando del sitio que llaman «hogar» pero, ahora, del otro lado de la barra.
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