«El garabato destructor refleja resentimiento social»

El psiquiatra Blas Bombín distingue. Por un lado, recuerda que históricamente el grafiti nace de los artistas insatisfechos que tienen necesidad de popularizar un mensaje con contenido ideológico y filosófico, hijos de la guerra de Vietnam y el Mayo francés que comenzaron a utilizar lugares al alcance de la mano para expresar su disconformidad. En la otra cara se sitúan «la actuación de personas frustradas e inconformistas, con gran cantidad de rencor y resentimiento social, que expresan de esta manera su deseo de que todo lo que tiene un valor desaparezca», subraya el experto, quien detecta en estas conductas «rasgos autistas y de carácter paranoide».

En este último paquete estarían «personas narcisistas, que tienen un concepto megalomaniaco del mundo y que hacen ostentación de sus propios delirios ante la situación gris, mediocre e insignificante que creen vivir». «Adquieren a través de este tipo de pintadas o actos vandálicos una notoriedad que ellos consideran que les hace justicia, es como si pretendieran reivindicarse», añade. El psiquiatra diferencia entre « el garabato destructor en una determinada arquitectura, que las personas de bien cuidamos con esmero», de la gente que tiene algo interesante que comunicar.

Bombín considera que la educación es básica para enseñar a los niños a valorar los bienes públicos. «Dañar el mobiliario urbano es una forma de dañar lo social, hay personas que no lo respetan y que tienen un resentimiento muy fuerte; puede que hayan vivido una infancia muy represora y lo manifiestan así. Es una forma psicológica de comprender, que no de justificar, ese tipo de pulsiones». ¿Cómo se cura? «Con reeducación; también son interesante las actividades redentoras de servicios a la comunidad, sin olvidar afinar el aparato de represión policial para que las ciudades estén protegidas de la barbarie».