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JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS
Sábado, 13 de febrero 2010, 01:44
La publicación de ' Vivimos en una noche oscura' del escritor César M.Arconada, libro de poemas editado en el año 1936, en Publicaciones Izquierda, en pleno inicio de la Guerra Civil Española, nos descubre a un escritor diferente en el panorama poético español del momento.
La poesía ha ido surgiendo, en la España de ese momento, como un campo de soledad, como un prodigio de dolor, como un territorio oscuro y tenebroso donde la voz se alza entre la pólvora y el desencanto. Sólo algunos poetas serán viento del pueblo, grito descarnado en el frente de la desolación y la oscuridad más inmensas.
La poética que va a prevalecer en todo el libro se enmarca en una concepción salmódica, de versos muy extensos, rozando a veces lo prosaico, tal vez hijos del poeta norteamericano W. Withman, creando una atmósfera de angustia que las palabras elaboran en su concepto más profundo y más íntimo de la poética del dolor. Todo el poema inicial supone el canto épico de un hombre frente a la angustia de la guerra. La sensación de pérdida y la carga simbólica del lenguaje reelaboran una posición del poeta frente a la situación que está viviendo, frente a un país alzado en guerra, símbolo de la posición personal que el escritor tiene ante la realidad que vive España: «Todos estamos unidos en la adversidad de esta profunda sima cenagosa de la noche...». La dimensión de los versos acentúa el ritmo agónico, la necesidad de prolongar el grito que se pierde en un concreto vivir poético.
El poeta inicia un caminar que va a conducirle hasta un espacio donde no exista la restricción de vivir cercado por el dolor, rodeado de muerte, carente de libertad, elevando su grito de dolor ante el deber de marchar, de escapar de la cárcel en la que la aflicción entorpece al ser humano: «marchar es un deber / de jornada y de conciencia de lucha frente al mundo. Dejadnos ir, enemigos...» El caminar ha de conducir hasta un lugar donde la injusticia, tema permanente del libro, finalice, donde el hombre se sienta liberado sin que nada le importe, con la frente alta y con el paso firme.
El cinismo, la llamada por él embriaguez de capitalistas, la hipocresía que lleva «un escapulario cosido en el chaleco junto la cartera de los billetes...», una sociedad convulsionada en un mar de cieno, en un cielo gris de invierno, en un paisaje desolado por el dolor, una sociedad tan falseada donde la libertad provoca una lucha de intento de soltar las amarras, de romper los yugos, de crear trabajadores libres bajo el yunque derramado de los jornaleros (la presencia de Miguel Hernández, tal vez desde los primeros versos del poeta encerrados en los libros iniciáticos del escritor) y toda una visión liberadora de lo porvenir, incorporándose a la sociedad que se levanta para acabar con esa esclavitud: «nosotros somos libres, sin que la codicia ponga en los pies hierros de pesadas cadenas...» gritando cada vez más fuerte sus deseos de habitar en un mundo nuevo.
La escritura de Arconada en este libro ensaya un lenguaje social nuevo en la poesía del momento, se mezcla con un lenguaje metafórico de gran calado, llega muchas veces a la expresión ilógica de un ligero surrealismo, tocando los aspectos más críticos de la realidad, tal vez como Federico García Lorca ha intentado en su 'Poeta en Nueva York', pero asumiendo una carga mucho más crítica, más rotunda, envuelta en una retórica dolorosa y sentida, descubierta en versos que rozan el prosaísmo.
Cuando el poeta rebusca en su dolor, en la ansiedad de construir una sociedad diferente en la que: «nada tenemos vuestro, obispos, negros curas, sórdidas beatas de las sombras frías de las catedrales...», detectamos un alejamiento de los aspectos más conservadores, tal vez elaborados con un resquemor hacia lo que más, según sus propias palabras, duele en la conciencia revolucionaria del poeta. El anticlericalismo que llega a cimas de gran dureza, podemos encontrarlo en versos como: «de la suciedad oscura de ese pasado muerto, algo tiene tu cara de lechuza, vieja beata, tu manto pardo goteado de cera...», o en la aplicación que el poeta hace de esas posturas que ataca en su propia conciencia, tal vez culpando de forma absoluta con las palabras más duras: «queréis esclavizar nuestra libre alegría joven. ¡Atrás! Queréis ver a los hombres atormentados por supersticiones antiguas. Queréis ver, alrededor, turbadas cabezas sumisas a las leyes de Dios y al látigo y la cólera de los poderosos...»
La altura poética del libro 'Vivimos en una noche oscura' es sorprendente, mucha más si la comparamos con algunos libros que surgen ese mismo año o con la panfletaria poesía que se va a escribir durante la guerra, sobre todo en el Frente Popular, alegatos siempre de una conducta que lleva hasta empuje militar y libertador de los soldados. Este libro está escrito con la sutileza de un gran poeta, con los instrumentos de la necesidad de gritar, de ver en la noche, pero también de dar elementos vislumbradores, con el sentido generoso del hombre frente a la realidad que aturde y desconcierta.
El tono salmódico, presente en tantos poemas, con una construcción de extensos versos, de poemas que se alejan de lo escueto, de imágenes que pertenecen a un universo oscuro, a un mundo desasosegado, toda esa poeticidad que se derrama de cada uno de los textos, imperando un tono interrogativo o exclamativo, una voz que pregunta o que se asombra llegando hasta la sutileza de la imagen, hasta la percepción de lo sensual puesto a servicio de las ideas, de la proclamación del dolor, de la búsqueda de la libertad. Un tono que Arconada va, de forma eficaz a prolongar en los poemas para crear una atmósfera donde el lector participe con la reafirmación de una realidad en su interior. No hay voces sólo agónicas; en los versos está el latido de un hombre en un momento duro de su vida, y está el compromiso que la situación le obliga a mantener, pero todo este sistema de emociones no va a ser nunca un tópico mecanismo poético, un lenguaje tipificado que conduzca hasta la revelación de los últimos pensamientos del poeta. Cuando avanzamos en la lectura de los poemas, cuando nos envuelve el quejido del poeta, en ese preciso momento la escritura se subleva y adquiere dimensiones épicas, de una gran belleza, también de una gran modernidad, a pesar de que la visión política y partidista del autor pueda, en ocasiones, caer en turbulencias y en desatinos.
¿Leyó este libro Dámaso Alonso antes de escribir 'Hijos de la ira'? La poesía del escritor de la Generación del 27 está estrechamente relacionada con la retórica abierta por Arconada en su libro de poemas. Esto parece indudable: el tono abrupto, la amargura existencial, la luz interior provocada por la injusticia y el dolor, la carencia de los versículos, el ritmo insólito del lenguaje desgarrador que sostiene una intimidad herida Todo ello podían ser huellas de César M. Arconada, de este bellísimo libro, en la confección del silencio avasallador de 'Hijos de la ira'.
Entre ambos libros hay una corriente que les confunde y les determina, cada uno desde su postura vital. Cada uno desde su forma de entender la vida y de morir en la poesía.
'Vivimos en una noche oscura' es todo un territorio aventurero de gran poesía, un ámbito de antigua vibración, de emoción segura, de hallazgos poéticos constantes.
La lectura de Arconada es siempre una manera nueva de enfrentarse a la vida, de sentir la carencia secreta y honda de la gran poesía escrita desde el dolor y la profunda verdad de ser poeta.
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