El último esquilador artístico de España está en Ciudad Real
Manuel Ortega lleva diez años creando diseños en las grupas de las mulas, un oficio sin relevo generacional
J. M. L.
Ciudad Real
Lunes, 27 de octubre 2025, 00:05
Futbolistas e influencers imponen cada año el corte de pelo de moda. Este año imperan el «fade» -el corte se desvanece desde la nuca hacia ... arriba-, el «undercut» -con los laterales muy cortos-, el «mullet» -largo atrás y corto en los laterales más un flequillo y el «side part», que combina el clásico peinado con raya a un lado.
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Otro corte bien distinto de pelo e, incluso, más artístico es el que realiza en Tomelloso (Ciudad Real) Manuel Ortega. Sus clientes tienen cuatro patas. Son mulos y mulas. Él es el último esquilador artístico que queda en España y a sus 36 años se muestra pesimista sobre el futuro de su profesión. «El oficio se perderá porque no hay gente joven que quiera tomar el relevo», asegura.
Provisto de una tijera curva y sin moldes ni plantillas, Manuel convierte la grupa de la mula en una obra de arte. Cada uno de sus diseños es único e improvisado. «Hace más de diez años me llamaba la atención cómo esquilaban en mi pueblo haciendo dibujos con unas tijeras tan grandes y decidí aprender», recuerda. Su maestro fue otro esquilador artístico, Jesús Andújar, que le enseñó todo lo que sabía de este viejo oficio.
Desde entonces no para de trabajar e incluso le llaman para que acuda a ferias ganaderas de otras provincias como Teruel o Sevilla que aún conservan la tradición de engalanar a sus animales para lucirlos con esquilados artísticos basados en figuras geométricas. «El problema es que no puedo llegar a todos los sitios», lamenta Manuel, que esquila por amor al arte ya que realmente se gana la vida trabajando en una empresa de alimentación para animales de Torralba de Calatrava (Ciudad Real).
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El animal no se queja
Manuel Ortega dedica entre cuatro y ocho horas para cada esquilado. Todo depende de la complejidad del encargo y del tamaño del trasero de la mula. «Los animales no sufren porque las tijeras tienen una hoja curva especial y en los diez años que llevo esquilando ninguno se ha quejado», comenta este peluquero mulero que suele acompañar sus diseños «con el nombre de la mula o algo relacionado con la fiesta, el pueblo o la romería de donde esté e inventando sobre la marcha». «Lo que se hace con gusto al final sale bien y bonito», comenta Manuel, para quien una de sus mayores satisfacciones es comprobar que gente mayor se le acerca para recordarle que su padre también tenía una reata.
A pesar de su particular creatividad, que ha despertado el interés en las ferias ganaderas a las que acude y también en las redes sociales, no se siente como un artista sino como un «creador digital» que confiesa que «para mí, este trabajo es un pasatiempo pero algo más. Es un homenaje a un animal que ha dado tanto por España y, mi pueblo, Tomelloso, no sería lo que es hoy sin las mulas».
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Un oficio artístico condenado a desaparecer porque los jóvenes se decantan por otras disciplinas y porque, para un ganadero, mantener una mula requiere esfuerzo y dinero.
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