Los jóvenes tiran de mostacho
De Movember a TikTok ·
La moda retro, las redes y la cultura 'pop' han devuelto el bigote a primera línea. Ahora como gesto de estilo y de diferencia generacionalJuncal Munduate
Sábado, 22 de noviembre 2025
Los hemos visto siempre. En la calle, en el metro, en el trabajo, el cine... y ahora, cada vez con mayor frecuencia, también en redes ... sociales. Hablamos del bigote. Durante décadas lo asociamos con personas de mayor edad, lo vimos como un símbolo de autoridad y, en cierto modo, de otra época. En los últimos diez años, sin embargo, ha vuelto a brotar en los rostros de los más jóvenes. Los veinteañeros lo lucen de nuevo al más puro estilo de los años 80 y 90. Será por aquello de que los clásicos nunca mueren y porque la moda, en muchas ocasiones, trata de renovarse tirando de archivo.
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Con la llegada de noviembre, además, el bigote cobra un protagonismo especial fruto del movimiento 'Movember', que anima a los hombres a dejarse mostacho durante un mes para concienciar sobre la salud masculina, especialmente el cáncer de próstata y de testículos. Muchos de quienes participan en esta iniciativa acaban manteniéndolo al descubrir que les favorece. Es el caso de Aitor Majada, un veinteañero que se lo deja por temporadas. «Creo que el 'Movember' tuvo algo que ver, pero también descubrir a tanta gente en redes sociales llevándolo», admite. Cada 1 de noviembre se lo deja crecer, aunque al pasar el mes reglamentario termina por afeitarse.
Más allá del componente solidario, el resurgir del bigote tiene mucho que ver con la brecha generacional. «Estamos viviendo una época de muchos cambios socioculturales; dejarse bigote es otra forma de diferenciarse de las generaciones de nuestros padres y decir: 'sí, traemos cambios'», apunta Eneko Méndez, periodista y creador de contenido de moda. Las llamadas nuevas masculinidades empiezan a imponerse, y los jóvenes encuentran referentes en actores como Paul Mescal o Pedro Pascal. Hombres, mayoritariamente heterosexuales, que siguen las tendencias sin miedo a poner en riesgo su supuesta hombría, siempre que sea en nombre de la moda. Los más modernos, fieles a las tendencias, completan el look con un corte mullet, pantalones anchos -un moderno nunca, nunca, lleva pitillos-, camisetas de fútbol retro y las últimas zapatillas en tendencia. «No considero que la gente, en este caso los hombres, se lo dejen por parecerse a alguien a quien le queda bien. Pero es verdad que ver a otros les da más seguridad para probar y comprobar que no pasa nada. En ese sentido, la influencia de los artistas es muy importante», apunta.
El efecto Bellerín
Una de las figuras clave en introducir este estilo en España fue el futbolista Héctor Bellerín. Con una estética muy cuidada y un interés evidente por la moda, no tardó en convertirse en todo un referente, y no solo por su imagen. Demostró que los jugadores de fútbol también pueden preocuparse por su estilo, pintarse las uñas o seguir las últimas tendencias. «El fútbol es algo tan consumido por hombres que este tipo de ejemplos abren la puerta a otras formas de entender la masculinidad», reflexiona Méndez. Mientras los sectores más reaccionarios del fútbol le llamaban «maricón», el jugador comenzaba a arrasar en las redes. «Por culpa de Bellerín ahora los hombres con bigote me hacen sentir cosas» o «Me han regalado una cámara analógica, se viene dejarme bigote y ser Bellerín» son algunas de las frases que se repiten en redes, donde causa auténtico furor.
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Anima a los hombres a dejarse el bigote durante un mes para concienciar sobre salud masculina
Aunque el bigote parece estar viviendo ahora un momento dulce y de renovación, durante décadas ha planeado sobre él un doble estigma: o estaba ligado a la comunidad gay o a una estética conservadora. «Cuando me lo dejé, a mi abuela le espantaba, decía que parecía un guardia civil. Creo que, dependiendo de la generación, sigue ligado a otras identidades», comenta Adrián Tubia, otro veinteañero que lo lleva desde hace seis años. Ya lo decía Rossy de Palma en 'Kika', cuando el personaje interpretado por Veronica Forqué le animaba a depilarse para parecer más femenina. «El bigote no es patrimonio exclusivo de los hombres. De hecho, los hombres con bigote o son maricones o fachas, o ambas cosas a la vez», le replicaba ella.
En su escenario de comedia, la frase no va tan desencaminada. En España, el bigote ha arrastrado durante años ese mito polarizado. Y es que la elección del mostacho también tiene raíces profundas en la cultura queer. «Los hombres gais siempre han estado a la vanguardia de la moda, la mayoría de estilistas de estrellas de cine pertenecen al colectivo», apunta Méndez. Y eso influye directamente en las tendencias: «Muchos de ellos saben perfectamente qué vende. Y ahora mismo, en la moda y en la música, ese perfil funciona». Por eso tampoco sorprende que cada vez más hombres hipermasculinos comiencen a adoptar prendas entalladas o camisetas de malla, estilos que antes eran casi exclusivos de la comunidad LGTBIQ+.
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El mostacho estaba, o bien ligado a la comunidad gay o a una estética conservadora
Pese al paso de los años, el bigote continúa siendo una forma más de expresar identidad. Y, entre la infinidad de estilos que existen, surge la duda inevitable: ¿cuál elegir? Todo depende de los rasgos faciales y del mensaje que se quiera transmitir. El que desde hace unos años triunfa tanto en la calle como en las barberías es el 'chevron', o bigote de policía. Inspirado en los años 70 y popularizado por Tom Selleck, se trata de un mostacho «con carácter y presencia, grueso y poblado, que cubre casi por completo el labio superior», explica el barbero César Valdivia, dueño de un negocio que lleva su nombre en Salamanca. Su ventaja, además, es que se adapta bien a casi cualquier rostro. Otro clásico que resiste es el estilo 'pincel' o lápiz, un bigote minimalista, fino y definido, habitual en rostros jóvenes que buscan un aire más refinado. «Es un bigote que requiere precisión y cuidado constante», añade Valdivia.
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Pero más allá de tendencias y rupturas generacionales, hay una verdad difícil de ignorar: el bigote no le queda bien a todo el mundo. Y aun así, la fiebre por llevarlo no baja. Para Méndez, la respuesta tiene que ver con un sentimiento de pertenencia. «Hay muchas personas que usan ciertas prendas o se dejan el bigotillo aunque no les favorezca solo por encajar en un grupo», explica. La música que escuchan, el cine que consumen o el estilo que admiran funcionan como marcadores de identidad, y el vello facial no es una excepción. «Aunque ahora la gente disfruta más vistiéndose, lo hace dentro de unos códigos muy marcados que cambian con rapidez». Ese mismo mecanismo definirá la permanencia o desaparición del bigote. «Quienes realmente lo llevan por gusto seguirán con él, el resto terminará por quitárselo», augura Méndez.
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