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Estudiantes durante una prueba de Selectividad.

«Aprobé con un 0,0»

Jorge Sanz y otros famosos hablan del trago de la Selectividad. Como ellos, diez millones de españoles han pasado por el examen que abre las puertas de la universidad. 40 años después llega a su final

irma cuesta

Domingo, 5 de junio 2016, 20:03

La primera vez que Jorge Sanz (Madrid, 1969) se presentó a la Selectividad le pillaron soplando una pregunta de inglés a un compañero y le mandaron para casa. La historia de la segunda intentona daría para escribir un serial. Enredado por aquel entonces en el rodaje de Continental, no sabe si porque andaba liado o porque hacía tiempo que ya había decidido que sus años de estudio habían terminado, el caso es que cuando llegó el momento se confundió de universidad. «Era en la Autónoma y yo me presenté en la Complutense, pero tanto insistí al jefe de estudios que me dejó hacerla allí», dice reconociendo que hay ocasiones en las que ser un tipo famoso facilita mucho las cosas. «La profesora que vigilaba me pidió un autógrafo antes de empezar y me sopló alguna que otra cosilla, sobre todo en matemáticas».

De recoger las notas de aquel chaval que con el tiempo terminaría ganando un Goya se encargaron sus amigos Eduardo y Guillermo, que hoy son su representante y su abogado. «Me habían puesto un 0,0. No podía ser, así que consiguieron que un bedel buscara y localizara el examen, y que un tribunal de apelación lo revisara. El resultado de aquella nueva corrección siguió siguiendo 0,0, y estos dos volvieron para allá a dar la lata. Al final les preguntaron: ¿Pero este señor va a ocupar plaza? Ellos contestaron que no e, imagino que para quitárselos de en medio, me aprobaron».

Cuando el actor se presentó a aquel examen, la historia de las pruebas de acceso a la universidad española, que estos días escriben su último capítulo después de cuatro décadas, no había hecho más que comenzar. Apenas habían pasado unos pocos años desde que el primer ejército de aterrados estudiantes se había visto obligado a lidiar con la primera Selectividad: el experimento con el que el Gobierno de aquella época pretendió poner freno a la avalancha de estudiantes que, en los 70, amenazaba con colapsar la universidad.

La Ley 30.974 de 24 de junio de 1974 conocida como Ley Esteruelas, porque fue implantada por obra y gracia del entonces ministro de Educación y Ciencia, Cruz Esteruelas aparcó para siempre las Pruebas de Madurez del Curso Preuniversitario (Preu) y abrió las puertas a un mundo nuevo en el que aparecían cosas hasta entonces inauditas, como los famosos comentarios de texto que tanto tardaron en hacernos entender.

Leo Harlem (Matarrosa del Sil, León, 1962) formó parte de la segunda hornada de estudiantes que tuvo que enfrentarse a aquello que acababa de nacer envuelto en una especie de halo de revolución. A él le tocó presentarse en septiembre. Le habían quedado dos en junio y aquellos suspensos que le tuvieron atado a una silla buena parte del verano fueron también los responsables de que superara la prueba con éxito. Un 5,6 que con la nota media del Bachiller terminaría haciendo un 6,8 le bastó para entrar en la Facultad de Arquitectura de Valladolid. El tipo que hoy es capaz de hacer que cualquiera se retuerza de risa durante horas, asegura que fue y salió tranquilo del examen. «Había estudiado en los Maristas de Valladolid y por entonces aprobaba el 99% de los alumnos que presentaba el colegio. Muy mal se me tenía que dar para no conseguir ese 4 famoso que entonces necesitabas para que te hicieran media». Leo, al que le cayó el Círculo de Viena en Filosofía y las rocas metamórficas en Geología, se ríe al recordar que, por aquel entonces, «la mayoría iba al examen como quien va a dejarse comer por una anaconda».

De regreso de EE UU

La historia de Susanna Griso (Barcelona, 1969) es la de una estudiante brillante que se enfrentó a la PAU a la vuelta de un año en Colorado, en donde la presentadora de televisión había cursado COU. «Cuando volví quedaba un mes para el examen y decidí hacerlo en Madrid y presentarme como estudiante extranjera. La gente había estado todo el año estudiando y preparando aquella prueba, pero yo, en Estados Unidos, en donde hay mucha libertad para elegir las materias del curso, nada de nada».

La periodista, ligada a Antena 3 desde hace casi 20 años, cuenta que, en vista de que las cosas podían complicarse, se alió con un amigo que también había pasado el último año fuera y su madre era profesora y prepararon juntos el examen. «Al final saqué una nota correcta. Me salvaba que traía un nueve y pico de Estados Unidos y me dio una media de siete. Como en Barcelona pedían entonces un 6,7 para entrar en la Universidad de Periodismo, logré sin problemas hacer lo quería».

Tampoco se le dio nada mal a Blue Jeans, que en realidad se llama Francisco Fernández González, y que asegura que días antes soñó que sacaría un 5,11... y se cumplió. Lo mismo fue gracias a esa suerte de revelación divina, pero el hecho es que nuestro Federico Moccia particular se tomó las cosas con mucha tranquilidad a pesar de que su COU no fue precisamente un año para recordar. «Siempre había sido de 6,5 o 7 y de repente, en la última evaluación, suspendí seis de siete. Tuve que preparar las recuperaciones, pero a cambio de ese esfuerzo tenía toda aquella materia fresca, fresquísima».

El chaval de Carmona, abonado desde hace ya casi una década al top 10 de los escritores más leídos del país, recuerda entre risas aquel comentario de texto que le llevó a filosofar sobre la intolerancia; que le tocó Kant en Filosofía y que tuvo que desgranar como pudo La casa de Bernarda Alba en Literatura. «Íbamos a la Facultad de Matemáticas de Sevilla desde el pueblo en autobús o en el coche de algún padre. Yo fui con el hermano de un amigo y sonaba American pie y Killing me softly en la radio. Desde entonces, cada vez que las oigo, me acuerdo de aquello».

Borrón y cuenta nueva

Ahora que, salvo desembarco de un nuevo Gobierno y con él de nuevas ideas educativas, la PAU tiene las horas contadas, la mayoría reconoce que su experiencia no fue, ni mucho menos, traumática. Tampoco la de Elvira Lindo (Cádiz, 1962), responsable de traer al mundo al archifamoso Manolito Gafotas, que dice haber vivido aquello presa de un montón de sentimientos encontrados. «Por un lado los nervios, porque yo era una estudiante muy irregular, con muy buenas notas en algunas materias y un desastre en otras, pero también la emoción de saber que estabas a las puertas de la edad adulta, de entrar por primera vez en un aula de la universidad...» A la escritora le cayó García Lorca y Ortega y Gasset y confiesa que tuvo la suerte de poder copiar parte de la traducción de Latín a una compañera con la misma naturalidad con la que Elisa Aguilar (Madrid, 1976) dice que, para ella, aquel es un capítulo de su vida para olvidar. A la excapitana de la selección española de baloncesto todo este asunto le pilló con un pie en los Campeonatos de Europa junior. A solo unas semanas del torneo, la entonces jovencísima deportista, encerrada en la Blume con sus compañeras, echaba un vistazo al libro cada vez que tenía un descanso. «Lo recuerdo como un infierno. Había que aprobar pero apenas tenía tiempo para estudiar aunque, a pesar de todo, lo conseguí. Creo que saqué un seis y pude entrar en Económicas».

Sus historias son, en cualquier caso, iguales a las de muchos de los cerca de diez millones de españoles que en estas cuatro décadas se ha presentado a la Selectividad. El año que vieneveremos cómo encaja esa reválida de Segundo de Bachillerato que ha alumbrado la Lomce de José Ignacio Wert.

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