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La red de asistentes personales de salud mental se multiplica en el medio ruralLa despoblación ha agravado el aislamiento y elevado la vulnerabilidad de los pacientes de salud mental de los pueblos segovianos. La red social y sanitaria ... trata de responder a esas carencias con el servicio de asistente personal, una fórmula impulsada por la Asociación Amanecer a través de recursos propios y de la financiación otras entidades como fundaciones. Así han prácticamente cuadruplicado el número de usuarios desde los siete con los que arrancó esta herramienta en 2021 a los 26 de 2024 —un crecimiento sostenido con 13 beneficiarios en 2022 y 19 en 2023— en 16 municipios y en cuatro barrios de la capital.
«En la zona rural hay muchísimo aislamiento», resume Samara Mera, una de las asistentes personales, que señala la falta de recursos sociales. «En la mayoría de los pueblos no hay asociaciones u ONG. No tienen acceso a psicólogos o actividades comunitarias». Ejemplifica con el programa de ocio y tiempo libre que tiene Amanecer en Segovia capital, con paseos saludables o talleres de deporte, rehabilitación cognitiva o juegos autóctonos.
«Eso no quita que en la ciudad haya personas que se aíslan en sus domicilios». Ese aislamiento es la primera capa del problema; a partir de ahí, aparecen las necesidades. Sobre todo, en rutinas, pues vivir ajeno a un contexto social lleva a malos hábitos de sueño, higiene personal o alimentación. «La propia gestión del tiempo. Está todo muy alborotado», relata.
El objetivo del proyecto es ordenar un poco sus vidas e introducirles en su entorno, desde ir a la compra a participar en actividades colectivas. Acompañamiento emocional para que el usuario adquiera confianza y mejore su autoestima. «Somos seres sociales, necesitamos relacionarnos con otras personas. Estar aislado va acompañado de un estado de ánimo decaído». A veces es el efecto de su enfermedad, ya sea depresión, ansiedad o esquizofrenia. Y Mera añade el factor exclusión. «En su trayectoria vital, muchas veces les han discriminado. Sigue habiendo mucho rechazo social y, al final, todo este tabú contribuye».
Amanecer gestiona la asistencia personal por diferentes vías: unas veces lo cubre el propio usuario porque no tiene problemas de renta; en otras, lo financia a través de prestaciones por dependencia. Una de sus tareas es buscar fondos para extender su ayuda a través de proyectos como el que han financiado CaixaBank y la Fundación Torreón de Lozoya entre septiembre y diciembre.
«Como la salud mental se está visibilizando más, cada vez lanzan más proyectos». En estos años han acudido a Abades, Espirdo, Torrecaballeros, Santiuste de San Juan Bautista, Zarzuela del Monte, Navalmanzano, Trescasas, Cantimpalos, Cantalejo, Abades, Lastras de Cuéllar, Matabuena, Turégano, Olombrada, Aguilafuente y La Lastrilla, además de barrios de la capital como Nueva Segovia, La Albuera, San Lorenzo y San Millán.
Son pacientes de salud mental en los que el aislamiento condiciona el día a día. En muchos casos, hay un familiar que hace de intermediario; en otros, son usuarios de la asociación. Antes de ir al domicilio, hay una toma de contacto en la sede de Amanecer. «No todo el mundo quiere abrirte las puertas de su casa, hay que entablar un clima de confianza», remarca.
Mera ha llevado a una decena de usuarios desde septiembre y sus visitas suelen durar entre una hora y hora y media para tratar la carencia que toque. Por ejemplo, en las rutinas, crea junto al usuario horarios: una planificación desde que se levanta hasta que se acuesta. Lo mismo ocurre con la higiene. «Incito un poco a la persona a que se duche o que limpie. La voy guiando en sus actividades».
Ese desorden horario se traduce en desequilibrios, por ejemplo, alimenticios: de no comer al mediodía a pegarse atracones por la noche. Gente que no sale por sí sola a hacer la compra y acepta una alimentación mal estructurada. Así que ella acompaña al súper —y a facilitar una cesta saludable—, o a la farmacia. «Si tiene fobia social y está todo el rato en casa, necesita que alguien le apoye».
Los casos clínicos son diversos. Uno de los más complejos es el síndrome de Diógenes y otros trastornos por acumulación. «No puede vivir en esas circunstancias». Una labor a fuego lento que empieza por la limpieza. «Acumula de todo; comida, objetos, libros, ropa… Todo lo que tú veas por tu casa, multiplícalo. La casa está llena de obstáculos y eso, al final, ni contribuye a una higiene, incluso personal, ni a que se pueda mover por su entorno».
Es un caso extremo de cómo el orden de un hogar sirve de espejo de una personalidad. Mera lo trata a través de la confianza. «No puedes llegar el primer día y decir que vamos a tirar todo esto. Te das a conocer, que tu intención no es ir a fastidiar». Y técnicas sutiles que funcionaron. «Coger muchos objetos iguales y contarlos con ella para que sea consciente de la realidad. Que a lo mejor no puedes tener 40 bolsos». Así, el razonamiento parte del interesado. «Una vez que lo acepta, la acompañas a tirarlo para que se vea capaz». Así se crea una conducta.
La fobia social es otro caso frecuente. Mera ayudó a un usuario de Torrecaballeros a asumir la odisea de coger un autobús a Segovia. «Acompañamiento puro y duro para que la persona pierda el miedo». Desde coger juntos el bus «muchas veces, todas las que necesite», a pedir cada vez un poco más a la otra parte. Primero, quedar en el punto de destino para que un día no sea necesario. A día de hoy, no han completado la misión, pero siguen trabajando para lograrlo.
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