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«Este es el punto final de La Serrata» y de más de 60 años de historia de San Rafael
El fuego acaba con los planes de Enrique Tapia de reabrir el histórico y famoso bar ubicado en la travesía del núcleo espinariego
Enrique Tapia, hijo del fundador de La Serrata, miraba ayer el incendio de San Rafael en primera línea con un nudo en la garganta. ... No solo ardía un edificio en la travesía del núcleo espinariego; también se consumían, dice, «más de 60 años de la historia del pueblo».
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Tapia se encontraba trabajando como electricista revisando el alumbrado público del municipio cuando recibió la llamada del administrador de la comunidad, dueño del bar contiguo, avisándole de que salía humo del edificio. «He venido corriendo y no me he preocupado mucho. Salía humo de un rincón, pero pensaba que era de un cuadro eléctrico del bazar», recuerda. Pero el humo era denso, negro, alimentado por los materiales acumulados en el bajo y por el aislante del edificio, rehabilitado hace apenas tres años con una inversión de 40.000 euros. «El aislante es lo que provocaba el humo negro. Han llegado a acordonar 100 metros para cada lado. Nos han echado porque el humo era tóxico», relata.
A medida que los bomberos ventilaban el interior, la escena empeoraba. «Cuando ha empezado a entrar aire ha empezado a salir llama. He visto arder la vivienda de un vecino de arriba. Se ha hundido el tejado. Los bomberos se la han jugado porque tenían complicado el acceso. Han hecho un trabajo excelente», añade. Bajo la vivienda afectada están el bazar donde se oyeron explosiones y otra casa en semisótano, de la mujer que tuvo que ser evacuada junto a su cuidadora. «Gracias a uno del bar Avenida, que olió a humo y dio la voz de alerta, y a los dos guardias civiles que las sacaron». comenta.
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En medio del despliegue, Tapia carga también con la pérdida sentimental del histórico bar familiar. «Aquí mueren 60 años de parte de la historia de San Rafael. La gente venía a la discoteca y a La Serrata. Lo fundó mi padre. Por aquí han pasado los hijos de Adolfo Suárez, ministros de Franco…», recuerda. El local, cerrado desde hace unos años, se mantenía casi intacto «con muchos recuerdos y recortes» y la idea de reabrirlo algún día. «Estuve a punto de hacerlo este verano. Pero este es el punto final de La Serrata», admite con la voz rota. Un bombero le ha permitido asomarse al interior. «He entrado con una linterna y el agua llega a los tobillos… Lo ves como intacto, pero se me saltan las lágrimas».
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