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El profesional chapista Mariano María en su taller. Antonio de Torre
«Este oficio se aprende en los talleres, no en un colegio»

Mariano María | Chapista de Segovia de 70 años recién jubilado

«Este oficio se aprende en los talleres, no en un colegio»

El trabajador segoviano reivindica al aprendiz, critica la teoría de la FP y pone fin a su trayectoria después de casi 56 años

Lunes, 28 de abril 2025, 09:43

Mariano María puso fin el 31 de marzo a una trayectoria de casi 56 años cotizados. Empezó como aprendiz a los 14, reparó un 2 CV de Citröen y ya no hubo marcha atrás. «Me picó el gusanillo y desde entonces, quitando la mili, no he hecho otra cosa». Y ha esperado a los 70 para decir adiós. Cuatro décadas como autónomo, colaborando en varios negocios. El taller que lleva su nombre bajará la persiana dos décadas después en el polígono de El Cerro de Segovia capital, una vez pagada la nave y con la esperanza de poder traspasarla, con la maquinaria, y que el negocio tenga una segunda vida. «Ojalá que alguien se pueda aprovechar de esto y que haya una continuidad, pero no está fácil la cosa. No sé qué pasa, pero la gente no quiere trabajar».

Compara sus inicios, con cuatro chapistas casi en cada taller, con la carestía actual. «Lo van a sufrir todos los que necesiten arreglar un coche de aquí a poco; estamos saturados». Alude a la falta de personal cualificado y es crítico con la metodología de la Formación Profesional (FP). «Está mal enfocado, deberían aprender el oficio en los talleres. No se puede enseñar en un colegio, se lo está enseñando una persona que ha sacado una oposición, no un chapista. Si quieres aprender Medicina tendrá que enseñarte un médico a operar. Cuando estos chavales llegan al taller, no tienen ni idea, tienen que empezar prácticamente de cero».

Lo dice alguien moldeado a sí mismo. «Lo mío es la chapa, cogerte un coche de un vuelco y dejártelo nuevo». Ha asistido a una mejora imparable de los vehículos. «Antes había más accidentes aparatosos porque los coches no estaban tan preparados; ahora lo que hay son muchos golpes». También ha sido testigo de la evolución de los materiales. «Ahora se maneja mucho más el plástico y antiguamente era todo chapa». Y, a su vez, del encarecimiento de los recambios.

Cierra el negocio con cuatro empleados: «No me preocupa, van a encontrar trabajo en cualquier sitio. Al buen profesional se lo rifan»

Su trabajo manual ha cambiado. «Antes tenías que estar todo el día dando martillazos; ahora hay otros medios que nos han ido facilitado el trabajo a los chapistas, máquinas para arreglar golpes sin desmontar los paneles». Pero la tecnología no les ha desplazado. «Cada taller suele tener siempre un buen chapista, aunque no haya tres como antes. Hhe tenido varios aprendices a mi cargo que ahora están trabajando en concesionarios». Algunos alumnos que venían con buena formación teórica. «Pero esto es un oficio de práctica. Aquí tienes que ponerte a dar martillazos a una aleta y tienes que saber dónde los das. Eso se aprende al cabo de años y años».

Por eso defiende el método tradicional de los oficios. «¿Cómo aprende? Poniéndose a mi lado. Igual que yo aprendí viendo a los mayores. Y en cuanto que se puede hay que dejar que lo hagan ellos». Y recuerda son romanticismo esa figura en sus orígenes. «Empezabas con 14 años a trabajar y te pagaban muy mal, yo ganaba 290 pesetas a la semana, mi madre me decía que no ganaba ni para el bocadillo. Pero me estaba formando, no me importaba el dinero».

Por eso echa de menos la figura del aprendiz. «Ya no existen. Yo no puedo tener a un aprendiz solo para formarle por el coste que tiene. No puedes poner dinero de tu bolsillo para enseñar a nadie. Y no se ha fomentado el aprendizaje en los talleres», considera.

Cierra el negocio con cuatro empleados. «Cuando te jubilas, les das un abrazo y les mandas al paro. No podemos hacer otra cosa», resume con una franqueza no exenta de humor. «No me preocupa, van a encontrar trabajo en cualquier sitio. Al buen profesional se lo rifan». Se marcha a Bernardos, el pueblo de su mujer. «Echaré unas gallinas, empezaré con el huerto y a ir a por leña al pinar. La vida del jubilado. Y por la tarde, a echar la partida».

Es el premio a una vida de arreglos. «He hecho verdaderas virguerías, pero recuerdo un Toyota Land Cruiser que me trajeron con un vuelco, destrozado. Nos fuimos a comprar piezas al desguace y quedó el coche de fábula. Partir coches por la mitad, empalmarlos y ahí estaban rodando. Ese es el verdadero oficio del chapista».

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