La pandemia retrasa la jubilación de la nonagenaria Pilar Antón tras 44 años al frente de Mercería Belinda
La crisis sanitaria ha interrumpido el proceso de liquidación de su establecimiento, ubicado en José Zorrilla
laura lópez
Segovia
Lunes, 7 de septiembre 2020, 14:03
A la Mercería Belinda, ubicada en la segoviana calle de José Zorrilla, la crisis sanitaria y la posterior económica le han afectado de forma un ... poco diferente. A su propietaria le hubiera gustado cumplir 90 años el mes que viene jubilada y con el negocio liquidado, pero ahora tendrá que esperar un poco más. A Pilar Antón todo el mundo en el barrio la llama Belinda por el de su negocio, aunque en realidad este lo haya tomado de su hija menor.
Después de siete años y medio trabajando en la empresa de máquinas de coser Singer como profesora de bordados, Pilar se casó con un ganadero, con el que compartió su vida desde entonces y al que ayudó por algún tiempo en sus labores. Pero como lo suyo era «vender y liarse a hablar», abrió esta mercería en 1976, que en un principio también era droguería.
Su marido, que falleció hace diecisiete años, la acompañaba siempre, pero nunca metió mano en el negocio porque no tenía la paciencia de Pilar: «Yo sacaba un modelo y si no lo quería, otro y otro y otro, y así hasta que me lo compraban», explica la experimentada tendera, quien lamenta que ya cada vez queden menos tiendas como la suya, en la que si una clienta no encontraba la talla perfecta de sujetador, ella misma se lo arreglaba.
Cuando llegó la pandemia y el estado de alarma, Pilar ya había comenzado el proceso de liquidación, pero tuvo que parar todo. El confinamiento lo pasó completamente sola en casa, pues su familia suspendió todas las visitas por seguridad y hasta el servicio de limpieza que tenían contratado para su casa. Aún guarda mucho respeto por la situación sanitaria: «No salgo a tomar un café ni por recomendación», dice con rotundidad. Aquellos días de aislamiento en casa ya experimentó lo que sería echar de menos su tienda.
Reconoce que le va a dar tanta pena despedirse de ella que, una vez que la cierre, no querrá volver a pasar de nuevo ni por la puerta. Ha vivido desde detrás de su mostrador la etapa de esplendor del negocio en los ochenta y noventa hasta los últimos años, que ya han sido flojos y «no se vendía todo», sobre todo porque ahora la gente compra en Internet: «Eso nos ha matado. Pero donde esté el comercio de toda la vida, que te atiende una señora…», defiende con vehemencia.
Ahora, ha llegado el momento de cerrar «porque los años no pasan en balde», según afirma Pilar, quien sin embargo presume de que dos de sus yernos se hayan jubilado antes que ella. De ahora en adelante, le cuesta imaginar cómo será su vida, pero hay al menos tres personas que ya lo tienen todo pensado, sus hijas: «Ahora vamos a aprovechar nosotras para pasar más tiempo con ella, sobre todo para ir de compras, porque como siempre tenía la tienda abierta en horario comercial, nunca podíamos ir con ella», comenta con ilusión una de ellas, también llamada Pilar.
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