El baño en el Pontón, en el limbo normativo
Los socorristas, que alertan de los riegos, abogan por la prohibición de la actividad o por lo menos impulsarla de forma segura
Bañarse en el Pontón Alto de Segovia no tiene una autorización expresa ni está prohibido. Son ya tres décadas con ese matiz que lleva ... a un buen número de bañistas a su explanada, especialmente en los días calor intenso como los que vive la provincia ahora. Con una decena de fallecidos por el camino, los socorristas piden acabar con el limbo normativo y tomar partido: o impedir la actividad coercitivamente o adecuar el espacio, desde la delimitación a la vigilancia. La Subdelegación del Gobierno y la Junta de Castilla y León hacen pedagogía a través de cartelería, recomendando no meterse en el agua por los riesgos que acarrea, un mensaje de prudencia al que se suma el Real Sitio de San Ildefonso. Pero su agua túrbida, que cubre prácticamente desde el primer instante, sigue recibiendo visitas bajo la filosofía de que todo lo que no está expresamente prohibido está en la práctica permitido.
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«Si no se puede, hay que disuadir de forma activa, con sanciones si hace falta. Que pase el Seprona. Y si se puede, hay que organizar una zona y poner vigilancia. O se prohíbe o se permite con todas las consecuencias. Si no, se queda en un gris, hay dos cartelitos y el baño se produce», resume el responsable de investigación de la Asociación Segoviana de Socorrismo, Luis Miguel Pascual.
Un informe del Procurador del Común en 2019 ya alertó de la falta de regulación autonómica en las zonas naturales de baño sin vigilancia. «Las administraciones se han pasado la pelota y al final no se ha hecho un plan de uso. Llevamos treinta años y la casa sin barrer», se lamenta Pascual. Hay una regulación autonómica que concreta los requisitos para una zona de baños naturales.
El especialista traza el perfil del bañista del Pontón. «Personas de no muchos recursos que no pagan una piscina para toda la familia. Y no usan ninguna medida protección. Los niños tendrían que bañarse con un chaleco salvavidas, mínimo», afirma. No solo es gratis, sino que da más libertad, desde el picnic al alcohol. «Te tomas tres cervezas y te bañas. El mismo nivel de alcohol con el que no deberías conducir te impide evaluar los riesgos en el agua», alerta. Hay estudios que concluyen que en más del 40% de los ahogamientos el alcohol es un factor. «El otro día pasé por allí y había chavales tirándose del puente de la carretera. Al final propicias esos comportamientos de riesgo. Claro, te tiras, pero luego tienes que salir», incide Luis Miguel Pascual. No hay más de veinte metros, pero ante un mal aterrizaje, no hay otra escapatoria. También es un reclamo para grupos, como la excursión en la que vino el ecuatoriano de 15 años que se ahogó en julio de 2019, la última muerte. «Por la zona de Madrid no hay muchos pantanos para bañarse, así que se vienen aquí», explica el portavoz de la Asociación Segoviana de Socorrismo.
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Sin margen para el rescate
El peligro se potencia por la superficie. «Enseguida te cubre. En el suelo hay restos, piedras, mil cosas». A eso se añade un problema generalizado en los pantanos: la visibilidad. Pascual la reduce a menos de un metro, hasta el punto de no ver prácticamente la propia mano frente a los ojos. «Es por la turbidez. El agua está limpia, pero no está clara como en una piscina. En cuanto una persona desaparece de la superficie, ya no la ves. Es imposible encontrarla».
Cuenta cómo años atrás su escuela hacía prácticas allí. «Tiramos un maniquí en un sitio donde había dos metros de profundidad y nos costó una hora encontrarlo». Tomaron nota y los siguientes llevaron ya cuerda. La prueba es que el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil se las ha deseado para recuperar los cuerpos de los fallecidos, una tarea que emprenden con cuerdas emplomadas que mueven para trazar cuadrículas.
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Un espacio que por su apertura y la falta de vigilancia facilita bravuconadas. «Una persona que no ha nadado veinte metros en su vida se pone a cruzar un pantano», apunta Pascual. Una tarea de más de cien metros. «El problema es que a los cinco metros ya te cubre». Y con escaso margen para rescates. «Cuando una persona desaparece del agua, si no la encuentras en cinco minutos, ya no tiene solución».
La clave de un ahogamiento es la falta de oxígeno: el límite para la recuperación está en los ocho minutos. A partir de los diez, la probabilidad de secuelas cerebrales es del 80%. «En una piscina raro es que no te des cuenta que una persona lleva debajo del agua un par de minutos». Y una zona como el pantano, sin vigilantes, el remedio puede ser peor que la enfermedad. «Se van a poner a buscar personas que no saben cómo hacerlo, que a lo mejor no tienen buen nivel de natación y se pueden poner en peligro», arguye.
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Pascual apunta al incentivo económico de regular la zona para el baño. «Se puede cobrar, como La Panera. Con eso también se cubrirían los costes. Podría ser rentable», opina. La zona espinariega tiene accesos, aseos, socorrismo o chiringuito. Y un calendario. «La solución ahí sería decir, usted se puede bañar aquí del 1 de julio al 31 de agosto, por poner un ejemplo, en una zona delimitada y con un aforo limitado. Te bañas con la seguridad de una zona preparada con servicio de rescate, como una playa cualquiera».
El alcalde del Real Sitio, Samuel Alonso, se mantiene a la expectativa. «Las administraciones competentes son las que tienen que velar por la seguridad en el Pontón. Nosotros siempre hemos trasladado a la ciudadanía que bañarse es peligroso y nos sumamos a los avisos recientes de la Junta y la Subdelegación». Subraya que la idea de regular la zona para su uso «escapa a la competencia municipal». Ya estuvo hace años sobre la mesa, pero ahí quedó. «Mientras no haya cambios, la recomendación del Ayuntamiento es no bañarse», reitera el regidor.
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