Adiós a Musical Segovia: «Todos los músicos han pasado por aquí»
El próximo viernes cerrará la última tienda de instrumentos, accesorios y partituras que queda en la capital segoviana
El próximo 16 de mayo, Musical Segovia, emblemática tienda de instrumentos musicales, bajará su persiana por última vez después de veinticinco años de andadura. Hace ya unos días que Alberto Cid, propietario del negocio, anunció la decisión a través de las redes sociales en un emotivo mensaje en el que agradecía la fidelidad a sus clientes y dejaba claro que el cierre responde a motivos personales y nuevos proyectos de vida. «Ha sido un honor poder ayudaros a encontrar el instrumento perfecto, asesoraros en vuestros proyectos musicales y ser parte de vuestro camino artístico», escribía.
Musical Segovia es una tienda, pero también un legado familiar. Fundada hace un cuarto de siglo por Juan José Cid Cotobal, padre de Alberto, el negocio nació con la idea de ser un proyecto para sus hijos, Alberto y Rubén, ambos con formación musical. «Lo abrió pensando en nosotros, pues estudiamos música y nos hemos dedicado a ella», explica Alberto, que apura sus últimas horas detrás del mostrador. Durante todos estos años, la tienda, situada en la calle Morillo, junto al Jardín Botánico, ha sido un punto de encuentro para músicos de Segovia y sus alrededores. «Por aquí han pasado integrantes de grupos musicales y de las bandas de pueblos como El Espinar, Cantalejo o Coca, estudiantes del Conservatorio y de academias de música y, por supuesto, músicos particulares. «Hemos tenido un público muy fiel y todavía lo seguimos teniendo», subraya.
Ni mucho menos el cierre se debe a dificultades económicas ni a un mal funcionamiento del negocio. «Ha ido bien siempre, todos estos años, y continúa yendo bien», asegura Alberto, que admite la existencia de un cambio en las tendencias comerciales a raíz de la irrupción de las compras 'on-line'. Aunque Musical Segovia no se ha prodigado en las redes sociales ni llegado a crear un sitio web –«no lo hemos necesitado»–, el negocio se mantuvo sólido apoyado en la lealtad de su clientela, que también incluye a músicos aficionados. Como anunciaba Alberto en las redes sociales, la decisión de cerrar responde a un cambio en las prioridades profesionales de la familia. «Tenemos otros proyectos que venimos compaginando todos estos años con la tienda, pero ahora queremos tener más tiempo para nosotros», explica. La jubilación de su padre hace unos años y la necesidad de equilibrar la vida laboral y personal han sido factores clave en la decisión. Los últimos cinco años, tras la retirada de Juan José, Alberto y su esposa, Laura, han estado al frente del negocio, manteniendo el espíritu familiar que siempre lo ha caracterizado.
En estos días finales, Musical Segovia ha lanzado descuentos de hasta el 50% en instrumentos, accesorios y partituras seleccionadas, una oportunidad para que los clientes se despidan llevándose un pedacito de su historia. Sin embargo, el cierre de este comercio deja un vacío en Segovia porque no hay ninguna otra tienda de características similares. «Coincidimos poco tiempo con la tienda de Miguel Mediavilla, en la plaza de los Huertos. Nosotros mismos fuimos clientes de Miguel, además de buenos amigos. Ahora, la gente nos pregunta: '¿Y adónde vamos a ir?' Sienten que se quedan sin este tipo de tienda», lamenta Alberto. La alternativa, para muchos, será acudir a Madrid o a Valladolid, o recurrir a internet, algo que no todos están dispuestos a hacer porque valoran la cercanía y el trato personalizado que ha ofrecido Musical Segovia.
A fin de evitar esta orfandad, Alberto ha intentado durante meses traspasar el negocio, pero no ha encontrado sucesor. «Hemos hablado con varias personas interesadas y no ha cuajado. No es un negocio fácil porque requiere tener unos conocimientos de los instrumentos y de las reparaciones que haya que realizar, además de una inversión». Aún mantiene la esperanza de que por la puerta entre alguien interesado en continuar con el legado de Musical Segovia, aunque es consciente de que las circunstancias no juegan a favor.
El cierre conlleva, por otra parte, un impacto emocional incuestionable. «Siento nostalgia. El viernes bajaré la persiana sabiendo que ya no volveré más. Es una sensación extraña», confiesa Alberto. Su padre apoya la decisión: «Al fin y al cabo, quiere lo mejor para sus hijos, y si esto es lo que hemos decidido, bien hecho está». Con los clientes, el sentimiento es mutuo. «Lo van a echar de menos, y nosotros a ellos también».
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