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Segovia
Sábado, 19 de agosto 2017, 10:54
Cambrils. Una de la madrugada. Rosa Manuel Abelló, mujer del conocido restaurador Cándido López, descansa en su domicilio del paseo marítimo de la localidad tarraconense horas después de que en Barcelona una furgoneta sembrase el terror en plenas Ramblas. Sus dos hijos disfrutan de una noche de verano fuera de casa con sus amigos cuando el ruido rompe la tranquilidad habitual a esas horas. «Estaba acostándome cuando escuché unos sonidos que parecían petardos», relata Rosa, extrañada porque las fiestas del municipio habían sido unos días antes. Pronto se percata de que el ruido no se corresponde al de unos petardos, sino al de varios disparos que volvieron a escucharse unos segundos más tarde.
«Levanté las persianas y vi la calle llena de Mossos. Nunca había visto un despliegue parecido», recuerda Rosa de unos momentos de pánico en los que su mayor preocupación era el estado de sus hijos, quienes acostumbran a rondar el paseo marítimo donde las fuerzas de seguridad abatieron a cinco presuntos terroristas. «Mi hija llegó corriendo junto a una amiga que estaba llorando. Vio que la gente salía corriendo y su reacción fue venir a casa cuanto antes». Junto a ellas, también corrieron una pareja italiana y otra de Reus «que estaban histéricas» y a las que Rosa acogió en su domicilio hasta las siete de la mañana para protegerse.
Su hijo tardó algo más en llegar. Aproximadamente veinte minutos en los que mantuvo la comunicación a través del teléfono móvil. «Sabía que estaba en la zona de la playa y temía que corriera peligro. Me llamaba por teléfono y me decía como los Mossos apuntaban con sus armas hacia la playa», cuenta Rosa, quien aconsejó a su hijo que levantase las manos para evitar que fuera confundido con los terroristas y le dispararan. De hecho, en su camino al domicilio fueron obligados a identificarse por los agentes.
Con sus dos hijos ya en casa, la tensión seguía a escasos 150 metros de su vivienda donde los Mossos tenían acordonada la zona. «A través de las redes sociales nos iban comunicando que no debíamos salir de nuestras casas. Poco a poco también nos fuimos enterando de que había muertos», afirma Rosa sobre los minutos posteriores. Reconoce que al principio también pensó que el suceso podía ser una avalancha –como ocurrió en la Semana Santa de Sevilla– debido al pánico provocado por el atentado de Barcelona. Sin embargo, los gritos, los disparos y la cantidad de agentes en la calle terminaron de convencerla de que se trataba de otro posible acto terrorista. «Fue algo terrorífico con toda la gente corriendo asustada. Hubo mucho miedo», confiesa Rosa, quien destaca la rápida y efectiva actuación de los Mossos de Escuadra en una situación que califica «de película».
Además de los gritos, los disparos y el ruido del helicóptero, Rosa también recuerda a la perfección el silencio de las horas posteriores. «No pude dormir en toda la noche», en parte porque en su domicilio permanecían las dos parejas que acudieron a su casa cuando se produjo el suceso. «Una de las chicas incluso estuvo vomitando debido al estrés de la situación», comenta. «Sobre las seis de la mañana fue cuando procedieron a levantar los cadáveres y en torno a las diez fue cuando abrieron de nuevo el tráfico en la zona», asegura. Por la mañana, la tranquilidad volvió al paseo marítimo aunque con una actividad menor que otros días. «También ha habido gente que cuando pasó todo estaba durmiendo y hasta que no se ha despertado no se ha enterado», concluye.
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