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Miguel Ángel López
Martes, 4 de octubre 2016, 06:11
Omnipresente en la ciudad desde hace siglos, icono y emblema de Segovia, el origen real del Acueducto es todavía un enigma. Y lo seguirá siendo durante mucho tiempo porque faltan estudios que revelen la lectura original de la cartela del sotabanco, la inscripción en letras de bronce dorado de quienes lo mandaron edificar, lo construyeron y lo restituyeron. Falta el dinero necesario para hacerlo y, además, un trabajo ingente que, por fortuna, ya ha comenzado. Pero es una labor de años. Al frente está el historiador y arqueólogo Alonso Zamora, en palabras de la alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, «una de las personas que mejor conocen el Acueducto». Zamora lo ha estudiado y sigue haciéndolo.
Alonso Zamora abrió este lunes en la sede de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce las I Jornadas Acueducto de Segovia con la ponencia La cartela del Acueducto: hacia una nueva revisión. Es el camino que ha emprendido hace años y que culminará quién sabe cuándo, porque al concluir su intervención su última frase fue «algún día acabaremos con esto». Porque es evidente que en la interpretación de lo que ponía en la cartela «no podemos inventar letras como hasta ahora».
Las jornadas organizadas por el Ayuntamiento, explicó la alcaldesa, tienen un objetivo concreto, «propiciar un mejor conocimiento, una reflexión y un debate sobre nuestro icono, lo que nos identifica». El Acueducto. Desde muchas perspectivas, geológicas, históricas, la biología, las imágenes Aku Estebaranz presentó ayer una muestra de las miles de fotografías que existen en los archivos desde la primera en 1850, las restauraciones y los planes de gestión y conservación.
Pero a los expertos de cada una de estas disciplinas les sigue intrigando el cuándo, el origen de la obra hidráulica romana. Alonso Zamora fue muy claro al principio de su ponencia. Sobre la interpretación de la cartela «no hay nada nuevo de momento». Falta dinero, aunque los trabajos para revisar los sillares y reinterpretar el texto, las dos líneas largas y la tercera más corta que hay a cada lado del sotabanco sobre los arcos más altos, continúan.
La interpretación la han basado siempre los estudiosos en los agujeros que aún se conservan, donde se colocaban las espigas de bronce revestidas de plomo (para su ajuste) que sostenían las letras. Están erosionados, como los sillares, unos más y otros menos según el tipo de granito. Pero aún existen a pesar de que la piedra ha perdido al menos cinco centímetros de grosor por la erosión, según indicó el experto.
El trabajo que realiza ahora con un equipo multidisciplinar (un laboratorio de fotografía arquitectónica, un químico de la Universidad de Sevilla y dos doctorandos, por ahora) ha dejado de lado la fotogrametría y utiliza la fotografía láser, que crea una nube de millones de puntos y, a partir de hay una topografía milimétrica (con un detalle hasta de micras) del relieve de cada sillar. Y convendría seguir con luz ultravioleta e infrarroja para completar el detalle. Para poder interpretar mejor los huecos y que letras soportaban. Y así revelar la lectura original, «que no es fácil», repitió el arqueólogo.
Zamora repasó todos los intentos de lectura. Desde la de Morales en 1520 y las de Somorrostro y Colmenares a las de finales del siglo XX. Hoy por hoy, la mejor realizada y de más valor es la del epigrafista alemán Geza Alföldy, realizada entre 1992 y 1995; situó la construcción a finales del siglo I y dio el posible nombre de los dumviros (alcaldes) que restituyeron la obra o el agua, Munio Muniano y Flavio Tauro, y Zamora sigue su argumento para opinar que en la cartela del Acueducto estaba el nombre de Trajano, que podría haberlo restituido pero que su construcción fue en época de Nerva (dudoso porque solo fue emperador dos años, entre el 96 y el 98) y es posible que «el culpable fuera Domiciano», cuyo nombre habría sido suprimido porque, al ser declarado traidor a Roma, fue víctima de la damnatio memoriae, del borrado de su memoria. Así, el enigma continúa. Los nuevos estudios de los agujeros de la cartelas tratan de desvelarlo.
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