125 aniversario del nacimiento de la Madre Amparo del Sagrado Corazón
Jorge Holguera Illera
Domingo, 9 de noviembre 2014, 12:19
El pasado 30 de octubre se cumplieron 125 años del nacimiento de la venerable Madre María Amparo del Sagrado Corazón de Jesús, fundadora del monasterio de hermanas franciscanas clarisas de Cantalapiedra. El tiempo va pasando y la santidad de esta ejemplar vecina de Cantalapiedra se va afianzando cada vez más. También van quedando atrás las personas que convivieron con ella, sin ir más lejos, el pasado 22 de septiembre se despidió en el Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús de esta villa a Sor María Leticia, la última hermana que quedaba en el mismo que había compartido clausura con la madre.
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La niña María Amparo Delgado García nace en Cantalapiedra el 30 de octubre del año 1889 en el seno de una familia piadosa y honrada que tenía una tienda de tejidos. El 6 de enero de 1898 toma su primera comunión. Poco tiempo después tuvo una visión, «en la que le parecía ver una casa, como un convento, y a San Francisco de Asís tendiéndole los brazos», explica el franciscano Patrocinio García Barriouso. El padre Ambrosio Morales se fija en las visitas diarias a la iglesia de la joven Amparito, y piensa de ella: «Dios mío, que piedra ésta para cimiento de una casa religiosa». La Madre Amparo ingresa en el Monasterio Cisterciense de Santa María la Real de Arévalo el 22 de marzo de 1909 y allí permanece hasta el 14 de agosto del mismo año en que tuvo que volver a casa para guardar cama por problemas de salud y el agravante de la «tortura moral». El 19 de mayo ingresa en el Convento del Corpus Christi de Salamanca, donde viste hábito el 19 de noviembre. Ahí es donde establece contacto con su desde entonces director espiritual, el dominico Juan González Arintero.
Fundación
La tarde del 31 de mayo de 1920 nace en una casita de la plaza de Cantalapiedra el Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús de Monjas Clarisas. En él comenzaron Sor María Amparo junto con una profesa y una novicia. El 16 de septiembre de 1926, el obispo de la Diócesis bendice la primera piedra del nuevo edificio. El traslado de la Comunidad, que ya contaba con 16 hermanas, se realizó el 23 de febrero del año 1929.
Las hermanas del monasterio describen a la sierva de Dios Madre María Amparo como «alma grande, entregada a Dios, padece grandes sufrimientos de cuerpo y de espíritu, que ofrece con generosidad, por la santificación de los sacerdotes y personas consagradas; por los pecadores y almas del Purgatorio».
Actualmente su Proceso de Beatificación está en Roma y fue declarada Venerable por el Papa Juan Pablo II.
Hoy en el monasterio de Cantalapiedra residen un total de 49 religiosas, cinco de las cuales son novicias y una de ellas ha hecho los votos temporales. Sin ir más lejos, el pasado día 1 se celebró la toma de hábito de una joven de 20 años de edad. En ese momento, Patricia Merino empezó a vestir el hábito religioso, cordón franciscano, la corona franciscana y las sandalias y el velo blanco de novicia. Así mismo tomó el nombre de Sor María Eucaristía del Buen Pastor.
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El Monasterio del Sagrado Corazón de Hermanas Pobres de Santa Clara es uno de los más numerosos de toda España. La repostería artesanal es el oficio más conocido de estas hermanas que entre rezo y rezo elaboran en su obrador exquisitos productos dulces y salados de repostería fina.
Compartieron clausura
Sor María Catalina es otra hermana que convivió con la venerable Madre María Amparo en persona. Esta hermana celebró el pasado 4 de octubre sus 75 años de vida religiosa y vive en clausura en el Monasterio de Hermanas Pobres de Santa Clara en Monzón (Huesca) a donde fue para reforzar la comunidad después de más de 60 años de vida contemplativa en Cantalapiedra.
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Tan sólo compartió con la Madre María Amparo algo más de un año de clausura, pues cuando entró en el convento ella estaba muy enferma. Sor María Catalina entró en el monasterio el 4 de octubre de 1939 y la Madre María Amparo murió el 6 de julio de 1941. Sor María Catalina era postulante y llegó a recibir la profesión simple con la hoy venerable en vida.
Tan breve periodo de tiempo fue suficiente para percibir la santidad de la Madre María Amparo. Según esta religiosa, la Madre María Amparo «tenía ojos de Dios» pues, «aquella mirada no era normal».
Sor María Catalina explica que «su mirada impresionaba a todo el mundo». Esto es algo que para esta hermana no tenía lógica, pero que «sin duda se trataba de una mirada que parecía la mirada de Dios».
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Quizá esos ojos privilegiados serían los que le permitían «conocer mucho el interior de las almas». Algo que pudieron comprobar allí el resto de monjas del monasterio. «Sin conocerle a usted de nada conocía su interior», añade Sor María Catalina. Esto originaba la visita de muchas personas seglares e incluso muchos sacerdotes que la tenían por santa y acudían a hablar de su alma con ella.
Otra de las cosas en las que se fijó Sor María Catalina es en los mitones que siempre llevaba la Madre María Amparo. Los mitones son una especie de guantes sin dedos que escondían las llagas, que al igual que Jesucristo, poseía la madre en los pies y el costado. «Nosotras mirábamos mucho y a nada que se le ahuecaba el mitón se le veían las llagas», manifiesta Sor María Catalina. Otro de los dones que se atribuyen a la Madre María Amparo es el de la bilocación, es decir, poder estar en dos lugares al mismo tiempo.
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Sor María Catalina recuerda muy vivamente los últimos días de la Madre María Amparo y asegura que «ella se dio cuenta ya de que se iba a morir cuando se puso muy enferma». De tal manera que llegó a predecir su fallecimiento en una conversación con la madre maestra que le suplía en esos momentos tan débiles de su vida.
Sor María Catalina cuenta que dijo que se moriría «después de ver al padre Arintero». Las hermanas pensaron que sería alguna visión, pues corría el año 1941 y el padre Arintero había fallecido el 20 de febrero del año 1928. Sor María Catalina relata que «fue que nos lo trajeron a casa el cuerpo difunto del padre Arintero. Entonces comprobamos que se refería a eso».
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