Real Valladolid y Málaga se estrenaron con media docena de goles

El Pucela había subido a primera en la temporada anterior, mientras que el Málaga se estrenaba entre los grandes aquella misma campaña, 1949-50, con un arranque brillante para los blanquivioletas, que habían ganado en Nervión al Sevilla, y algo más dubitativo para los malagueños, que perdieron por la mínima frente a Valencia y Atlético de Madrid.

Helenio Herrera había dejado el banquillo vallisoletano en manos de Antonio Barrios, mientras que el equipo andaluz debutaba en primera con un entrenador de postín, el gran Ricardo Zamora, que planteó un partido valiente y, aunque fue siempre a remolque, terminó empatando después de 90 frenéticos minutos.

El caso es que las cosas comenzaron muy bien para los blanquivioletas, pues Julián Vaquero batió a López a los 12 y a los 24 minutos, poniendo un 2-0 en el marcador que hacía suponer un encuentro cómodo, para satisfacción de una hinchada eufórica en el tradicional ambiente festivo de las ferias de la ciudad.

La falta de experiencia del Málaga se suplió con una admirable capacidad de lucha, que dio sus frutos para que antes del descanso hubiera equilibrado la contienda. A los 32 minutos, Torres abrió la cuenta goleadora andaluza y cinco minutos después, la estrella malacitana, Bazán, lograba el empate a dos goles que parecía prometer un segundo periodo emocionante.

Lucha abierta y ocasiones para los dos equipos durante la segunda parte, hasta que el colegiado del partido, Sr. Azón, que pasaba por ser uno de los mejores árbitros de España, sancionó con penalti una jugada dentro del área visitante, que se apresuró a lanzar el defensa central Babot, algo que causó sorpresa a los aficionados, porque Coque, Aldecoa y el propio Vaquero parecían ofrecer más garantías que el catalán en ese trance tan importante. Seguramente le hubieran criticado al entrenador la decisión, pero como Babot transformó la pena máxima, todos tan contentos hasta que cinco minutos después, en el 75, Torres volvió a marcar dejando el resultado en un justo empate a tres goles.

Fue, sin duda, un partido vibrante e incierto de principio a fin con dos protagonistas destacados, auténticos depredadores del área: Julián Vaquero y Pedro Bazán. El ariete blanquivioleta había llegado en la temporada 1945-46, con el equipo en tercera y avalado por una gran facilidad goleadora, que puso de manifiesto año tras año: 13 el primero, 29 el segundo, ambos en tercera división, 26 el tercero, ya en segunda, 11 el cuarto, en primera, y 14 el quinto, aquella temporada que sería la última en «Zorrilla», pues fichó por el Toulousse francés. 93 en total para responder a las expectativas que había generado su fichaje.

Bazán, además de consumado goleador, era un jugador de extraordinaria calidad técnica, uno de los mejores de aquella época en el fútbol español, como atestiguan algunos hitos conseguidos durante los siete años que militó en el Málaga. Fue «Pichichi» de segunda división las temporadas 1947-48 y 48-49, con 29 y 26 goles respectivamente, mientras que en las cinco siguientes marcó 5, 18, 25, 12 y 17, que unidos a los anteriores dejan una cifra impresionante de 132 goles, con una hazaña que aún no ha sido superada en el fútbol profesional, los 9 goles que le endosó al Hércules en partido del campeonato de segunda división de la temporada 1947-48.

Y otro dato digno de ser recordado. Bazán fue el primer jugador español en debutar con la selección nacional absoluta, militando en un equipo de segunda. Fue el 20 de marzo de 1949, contra Portugal, que ganó España por 4-2, siendo uno de los goles obra de este fenómeno Pedro Bazán, una de las figuras de aquel brillante partido disputado en plenas ferias vallisoletanas, con estas alineaciones.