

Secciones
Servicios
Destacamos
1
Álvaro Rubio esperó una hora para retirar a uno de sus centrales. Cambió a Comert y le abrazó en el tránsito hacia el banquillo. La ... carantoña refleja el sentimiento de impotencia. La grada silbó reclamando justicia. El rendimiento de la retaguardia, en general, es un drama. Pasan las jornadas y cada día el bochorno comienza antes. Ante el Getafe, el sainete no tardó ni un minuto en llegar. Es lo que tiene ser el equipo más goleado, con diferencia, del campeonato. Da igual el rival. El chiste siempre viste de blanco y violeta. El foco no se centra solo en la última línea. El problema es coral, es de un equipo que ya empuña la bandera blanca y solo quiere que termine ya la temporada. El problema reside en que aún quedan ocho etapas, un trecho demasiado amplio para una hinchada fiel y un vestuario roto. Vergüenza ajena.
2
Comparar a Lucas Rosa, lateral zurdo reconvertido, con Aznou resulta grosero, indecente. Es la nueva realidad del Real Valladolid. Un titular a cambio de un trampantojo. El tercer gol del Getafe retrató a Aznou. Terrats le ganó por intensidad y ambición. El defensa del Pucela se limitó a acompañar con la mirada. Fue la tónica de todo el equipo en el duelo de ayer, un sonrojante ejercicio de a abulia que culminó con una goleada que no fue mayor porque el once azulón no quiso. Muchos critican el método Bordalás, pero antes deberían hacer examen de conciencia y escrutar las carencias, emocionales y competitivas, de un conjunto castellano que no deja de ensanchar su ridícula caricatura. Presenciar un partido del Pucela es el harakiri. El mérito de la afición, que volvió a llenar Zorrilla, es infinito. Más allá de artificios de comunicación y escucha ficticia, el cuadro albivioleta necesita hechos. El resto son milongas que no aportan más que decadencia institucional.
3
El Real Valladolid da pena. Tanto, que el Getafe no le metió siete porque no quiso. En igualdad, el equipo madrileño aplastó al Pucela. En superioridad, los de Bordalás no quisieron hacer daño. Es el resumen de la vida en blanco y violeta. Es como si los adversarios sellaran un pacto no escrito para no hacer sangre. Con todo y con eso, el Pucela encajó cuatro. Las sensaciones son lo más áspero de la trama, porque cualquier oponente se transforma en mazinger Z contra un cuadro castellano, incapaz de competir, de dar la cara, de defender con dignidad y de atacar con un mínimo de decoro. Y lo peor es que todo transcurre en su estadio, ante una grada que está a punto de quemar el abono y regalarle las cenizas a Ronaldo, allá donde esté el dueño fantasma del Real Valladolid.
4
Mario Martín siempre va con la fuerza desmedida. El canterano blanco llegó con la vitola de joven promesa y se está convirtiendo en un martillo sin control. El centrocampista blanquivioleta continúa con el cable pelado. No sabe si mata o espanta. Es capaz de convertir una jugada insípida en una roja en contra, sin pestañear. Su fútbol es el espejo de un Real Valladolid que no es capaz de enderezarse, que no sabe equipararse a cualquier oponente, que no ataca, que no defiende, que no corre, que solo acompaña. Que mira y no encima, que ensucia la dignidad y se muestra incapaz de contener una cascada de goleadas que va camino de convertir Zorrilla en un solar. Que el Getafe te meta cuatro en tu estadio debería estar acompañado de dimisiones. No sueñe, en el Pucela no pasa nada, todo fluye entre cartas y citas con el portavoz. ¿A quién creen que engañan? Pues eso.
5
Luis Pérez solo puede jugar cuando el Pucela lo hace fuera de su estadio. No sueñe, nadie lo explicará. El partido terminó con Zorrilla convertido en un galimatías. Los del Pucela insultando, los del Getafe aplaudiendo. Moro tumbado en el banquillo. Los cobardes corriendo al vestuario y el resto aguantando el tirón ante una grada harta. «Partidos como el de hoy no se lo merece una afición que viene a animarnos», explica Iván Sánchez. La guinda la protagonizó Luis Pérez, que no jugó, pero sí peleó. El lateral diestro encarnó una acción vergonzosa cuando intentó agredir a Latasa en el banquillo. Le lanzó tres manotazos, Comert mediante. Solo falta eso, que los propios protagonistas del histórico ridículo del Real Valladolid se líen a tortas. En el caso de Luis Pérez, llueve sobre mojado. Ya se encaró con la tribuna y demostró que, antes del bien colectivo, su única preocupación es la faceta individual. Ayer se cagó en la «puta madre» de un chaval de 16 años y le emplazó a jugarse los cuartos fuera del estadio después de encararse con Latasa. Poco que añadir. Mucho tendrán que explicar para que la grada pueda comprender que un compañero lance dos puños y medio a otro en el banco, con el conjunto blanquivioleta perpetrando un nuevo esperpento sobre el césped. Cuestión de prioridades. Directiva («dimisión», que gritaba la afición), entrenador y futbolistas caminan con paso firme para completar la peor temporada de la historia y expulsar del estadio a la parroquia más fiel de la existencia blanquivioleta. Sigan, sigan.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.