Un arcoíris sin blanco ni violeta
«La confianza de Solares y la propuesta de Almada se desangran en las áreas, donde el Pucela se muestra incapaz de aplicarse con solvencia y eficacia»
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El fútbol con voz y ecos del pasado
La lluvia escenificó la tamborrada en Anoeta. Las gotas con forma de mazo y la banda sonora de una metralleta blanquivioleta afónica. La vanguardia del ... Pucela petardea sin sentido, es una máquina de disparar balas al vacío. La grada cuajada de asientos sin alma y el césped con voz y eco. Las instrucciones al descubierto y el recuerdo de cualquier pasado mejor. Ver al Real Valladolid en un estadio de Primera al 1% de su aforo es como recibir una bofetada de realidad a mano abierta. Qué depresión. Aspirantes a estrellas que se estampan contra su cruda incompetencia, la que destilan sobre el verde y la que evoca tener que actuar contra el filial de un histórico como la Real, con cámaras y luces, sin público ni rivales de entidad, aunque el conjunto de Almada es un gran especialista en aplicar lustre y renombre a adversarios que deberían vivir a años luz. Un galimatías que tiene difícil solución a menos que al discurso de Solares se le caiga el adverbio por el camino. Hoy sí, mañana…El Pucela se rompe.
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La posición de Lachuer, crónica de un fracaso anunciado
Almada puso a Lachuer al borde del abismo. Primera titularidad envenenada. Al técnico no se le ocurrió mejor idea que situar al francés como centrocampista más avanzado, en una especie de media punta, que perdió la condición de media y no llegó a saber encarar la punta. El técnico le castigó con el banquillo en el descanso. Crónica de un fracaso anunciado. Es como si mañana para utilizar a Aceves le ubica en el doble pivote, junto a Juric. Lachuer está desconocido. No es ni la sombra del todocampista que deslumbró en Miranda. De eso no hay duda. Pero de ahí a enviarle al matadero en una posición inapropiada va un trecho. No podía ocurrir nada bueno. Por eso, el galo se encontró con un balón en la frontal del área, libre de marca, y cuando quiso hacer el control ya había entregado la pelota al defensa. La vida misma. Y Chuki calentando almohadilla. En fin. Ocurrencias equivocadas para dibujar planteamientos ilegibles que los futbolistas escenifican con una ausencia de calidad galopante.
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El Pucela es como la universidad del gazapo
El Pucela podría ser una universidad privada, un centro de estudios de clase alta, donde los alumnos aprenden a regalar goles al contrario y a fallar la mayor cantidad de oportunidades posible. Es un chiste de mal gusto. Viendo el despropósito, el tembleque que tienen los blanquivioleta cuando pisan el área rival, entiendo que Solares y Almada se fijen en la capacidad física de los futbolistas. Normal. Si se tienen que detener en la calidad para definir partidos, uno estaría sentado en el avión de vuelta a México y el otro de camino de Uruguay. La incompetencia contrasta con la pericia del rival, que emboca con ocasión y media. A este paso, el Real Valladolid va a tener que girar el retrovisor y empezar a mirar al pozo. Las cuentas del presidente ya no cuadran tanto. Queda un partido menos y la goma se estira hacia la zona noble y se encoge hacia el precipicio del descenso. Muevan ficha antes de que el mercado de invierno sea demasiado tarde.
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La bota de Federico, menos acolchada que su pelo
Peter Federico tiene más tacto en la azotea que en la bota. Con tanta abundancia en el tejado, no haría mal en quitar un poco de musgo arriba y acolchar ligeramente el tacto de su arma de trabajo, que en Anoeta parecía un ladrillo. El centrocampista blanquivioleta volvió a su peor versión. Almada estará contento. Su carrilero a contrapié corrió y curró. Pero falló. Y en el fútbol, el oro son los goles y el resto, chucherías. Es inapropiado que un futbolista de élite esquive la diana una y otra vez, con descaro, sin ningún pudor. Unas veces porque es la bota menos buena, como si hubiera una bota buena. En otras ocasiones es la lluvia, el césped, el bote, el pase, la mueca del rival o la tamborrada y el eco del pasado. Lo que sea. El caso es que no existe un equipo en el mundo que pueda conseguir sus objetivos sin gol, con jugadores que se convierten en benjamines con forma de flan de cuando se enfrentan a la suerte definitiva, a ese momento en el que la calidad te permite soñar y su ausencia te encierra en la tiniebla.
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La pizarra emborronada de Guillermo Almada
El técnico uruguayo sigue empeñado en regalar argumentos al contrario. Cada semana inventa una maniobra distinta. Entiendo que su fin será buscar lo mejor, pero está claro que no atina. Si nos fijamos en los últimos duelos, Almada se ve obligado a rectificar su planteamiento en el descanso o en los primeros minutos del segundo acto. En Anoeta sacrificó a Lachuer, al que envió al paredón de la media punta, y recuperó a Latasa, que tampoco mejoró al francés. Pasó desapercibido. Luego apostó por Chuki, más tarde metió a Biuk. Los cambios no espabilaron al equipo. Las ocasiones del primer acto se transformaron en el fútbol de la impotencia, de los impulsos. Un plan demasiado escaso para un aspirante al ascenso. El tiovivo de Almada hace que futbolistas con proyección y calidad se conviertan en fantasmas. La última sustitución fue Arnu por Alejo. Canós en el carril. Como si Anoeta fuera el PC Fútbol o el modo carrera del FIFA. El Pucela acumula futbolistas, pero sin orden ni un modelo futbolístico reconocido ni reconocible.
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