El gurú, el sheriff y Armstrong
Pausa de hidratación ·
La Agencia Antidopaje de Estados Unidos ha sancionado con cuatro años a Alberto Salazar, técnico entre otros de Mo Farah y Sifan HassanLa casa de Travis Tygart, el hombre que le quitó los siete Tours a Lance Armstrong de una sola tacada, continúa vigilada mañana, tarde y ... noche. En aquel entonces, convertido en enemigo público número uno por destruir al último gran héroe americano. En estos últimos años, por exigir desde su puesto de responsabilidad en la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) la exclusión de Rusia de los Juegos Olímpicos en lo que vino a llamar dopaje de Estado. Y en estas últimas horas, por sancionar con cuatro años a Alberto Salazar, toda una institución en materia de atletismo y entrenador entre otros de Mo Farah (cuatro oros olímpicos llevan su sello), y más recientemente de la holandesa Sifan Hassan, la última estrella que ha parido el Mundial de Doha después de ganar la prueba de 10.000 con un tiempo de 3:59 en el último 1.500. Maratoniano con pedigrí, Salazar tiene medallas, récords y condecoraciones de todos los colores y tamaños, y en su hoja de servicio brilla por encima del resto –los que tiran millas cada fin de semana me entenderán– los triunfos consecutivos en el Maratón de Nueva York, años 80, 81 y 82, y aquel histórico de 1982 en Boston, bautizado como Duelo al sol, en el que se impuso por solo dos segundos después de recorrer los quince últimos kilómetros con la sola compañía de Dick Beardsley.

No fue aquel un maratón más. Fue una batalla por llevar al cuerpo humano al extremo –Salazar necesitó de 6 litros de suero para recuperarse–, pero también una guerra de marcas. Mientras a Beardsley se le identificó como el atleta de New Balance, el cubano-americano corrió bajo la bandera de Nike antes de que la marca le convirtiera en icono. Antes de que Tygart entrara en su laboratorio, el gurú del atletismo lideraba el Oregon Nike Project donde, además de un edificio con su nombre, tenía manga ancha para hacer y deshacer con los deportistas del futuro.
Hoy al penúltimo héroe americano se le acusa de traficar con testosterona. Y de ser sospechoso de suministrar el suplemento L-carnitina a Lance Armstrong.
Fútbol
Lo efímero del banquillo
Ha caído Marcelino, también Egea, en menos de que canta el VAR lo harán con toda probabilidad Gallego y Pochettino, y cuando se nos vaya diciembre habrá un puñado más que no se tomen el turrón. La del entrenador es la única especie en el espectro fútbol que entra por primera vez a un vestuario con la soga al cuello, y con fecha de caducidad a su primera rueda de prensa. Lo sabía Zidane, cuando acudió al rescate después de ganar tres Champions consecutivas. También Marcelino cuando llevó la última Copa del Rey a Mestalla. Diego Martínez, que está bordando su fútbol de autor en su debut en Primera con el Granada. Y lo sabe Sergio, a punto de estampar su firma de renovación de contrato en Zorrilla. La memoria rueda tanto como el balón. Y la realidad les da la razón cuando se convierten en egoístas, malpensados y uraños ante el resto de mundo. Sin paciencia, hace tiempo que el fútbol le dio la razón a Johan Cruyff cuando, meses antes de morir, advertía de que, lejos de evolucionar, daba pasos hacia atrás.
Nadie como Helenio Herrera -entre otros, técnico de Real Valladolid y Atlético de Madrid-, genio y figura, para retratar la mala vida de los entrenadores aquella temporada en la que, oliéndose su despido en la Roma, decidió publicar un anuncio en la prensa local: 'Busco club con presidente serio, con el cual se pueda firmar en blanco y colaborar lealmente, y que respete la palabra escrita y hablada, que sea entusiasta de su club y que tenga en el corazón las mismas ambiciones que el entrenador, los jugadores y los aficionados. Escribir al apartado de correos 121'.
Baloncesto
Disparate en Grecia
Todo es dantesco de un tiempo a esta parte en Grecia cuando se habla de baloncesto. Siguen volando las sillas en la pista como antaño y continúa amenazada la integridad de sus jugadores, y la novedad ahora es que la locura ya no es solo cosa de los aficionados y ha atravesado la cuarta pared para atrapar también a sus dirigentes. El caso del Olympiakos es lo último en modelos kafkianos de club. Expulsado la temporada pasada de la primera competición helena, ha decidido diseñar dos plantillas con técnico, jugadores y escudos diferentes; una versión cara para pelear por el título de la Euroliga, y una sucedánea para dar salida a su cantera y pelear por el ascenso desde la Segunda División y por la Copa. Disparate en dos actos se llama.
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