Premios Goya
Roberto Canessa, superviviente de la tragedia de los Andes charla con 700 estudiantes de Valladolid«Ser rico es poder ayudar; ser pobre, necesitar ayuda», subrayó el uruguayo en un encuentro telemático tras las proyección de 'La sociedad de la nieve' en los cines Broadway
Mientras la borrasca Karlotta cogía carrerilla fuera, los cines Broadway vivieron su mañana más cálida con 700 estudiantes llenando sus salas aunque fuera la fría ... 'sociedad de la nieve' la convocante. La película de Juan Antonio Bayona, candidata a los Goya y a los Oscar, dio pie a un coloquio telemático de los jóvenes con Roberto Canessa, uno de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes.
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La historia del equipo de rugby uruguayo que iba en el avión que se perdió en 1972 ha sido elegida por Pajarillos Educa y el Observatorio de Transformación y Participación de Castilla y León para su semana de cine y educación, previa a la gala de los Goya. Mientras Canessa escuchaba desde su casa, Mario Barandiarán, entrenador del Argentina Rugby, presente en la sala establecía la diferencia entre equipo y grupo, «ya que en el primero las decisiones son jerárquicas y en el segundo, consensuadas».
Destacó una idea de la película, «es una palabra bastante bastardeada porque solemos identificarla con la pareja, la familia, la trivializamos, y no es otra que el amor. El amor como expresión máxima de la vida, como dice Numa, el que le lleva a dar su vida por los demás, a olvidarse de sí». El argentino recordó que con 14 años volvía con su equipo en un autobús cuando conoció la noticia del rescate: «Aparecieron, nos gritó el conductor».
Ya le escuchaba Canessa que, «abandonado ya por el rugby y el fútbol» vestía atuendo para el partido que le esperaba, de tenis. Recordó la caminata, «te empoderan los demás, pasas de víctima a héroe», que les llevó al final de la nieve, al arroyo y al arriero, a la civilización. «Comenzamos a andar y se derretía la nieve, primero nos cubrió hasta el tobillo, luego hasta la rodilla. Cayó el sol y se solidificó, todo estaba inclinado, no había piso para dormir. Te sientes en esa inmensidad una bacteria que a nadie importas. De repente encuentras donde dormir, en el resto del fuselaje, encontramos una botella de vino que nos hizo verlo de otra manera, que no todo estaba perdido». Roberto habla con constantes analogías entre el deporte y la vida. «En ambos casos quien no se adapta no vive, ya lo dijo Darwin. Estamos en transformación constante», explica quien tiene muy presente «la terrible belleza de la montaña», su ferocidad y «el cementerio», como llamaban a su campamento.
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Sobrevivían cada jornada con dos lemas: «Tal vez mañana»y «mientras hay vida, hay esperanza». Los estudiantes vallisoletanos le pidieron una conclusión de la experiencia: «Valoramos más lo que tenemos, porque sabemos que lo podemos perder. A día de hoy he aprendido a ser agradecido, a que ser rico es ayudar y ser pobre, necesitar ayuda. No hay que cansarse de ser bueno». Aunque a sus nietos les dice que no hay que ser incondicional, que «hay que rezar a los angelitos y a algún diablillo». El humor les permitió sobrellevar la terrible vivencia. «Entre lo sublime y lo ridículo no hay diferencia, hay que intentar no deprimirnos, poner en el alma las cosas lindas» y llegado el caso, «no esperen al helicóptero, vayan a buscarlo».
Por su parte, el director Juan Antonio Bayona recibió el aplauso de los asistentes a los que saludó telefónicamente.
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